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Novela juvenil narra experiencia del exilio cubano desde perspectiva de niños

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Inspirada por eventos de su niñez, la escritora y antropóloga Ruth Behar ha escrito “Lucky Broken Girl”, una novela para lectores jóvenes sobre la experiencia del exilio desde la perspectiva de los más chicos.

Al principio de “Lucky Broken Girl” (Afortunada niña rota), Ruthie, una niña de familia cubanojudía exiliada en el Nueva York de los 60, solo quiere dos cosas: cruzar a la clase regular del quinto grado y tener un par de botas a go-go.

Aunque sencillas, sus aspiraciones apuntan hacia la meta mayor de integrarse a su nuevo entorno en el barrio neoyorquino de Queens, tan distinto de la Cuba que dejó atrás, pero que continúa viva en la nostalgia de sus padres.

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Justo cuando sus sueños comienzan a realizarse, un accidente automovilístico la deja enyesada en cama durante meses. Así, su lenta recuperación le permite leer, reflexionar y recoger historias que cuestionan la buena o mala suerte que se puede sentir en un momento.

Behar es antropóloga de profesión y fue la primera mujer latina en obtener la Beca de Genio de la Fundación MacArthur.

“Creo que la costumbre de escuchar las historias de los otros fue un importante entrenamiento para mí como escritora”, indicó Behar a Efe.

“A la vez, la antropología me mantenía en el mundo de historias reales y escribir la novela me dio la libertad de poder crear personajes y situaciones basadas en mi imaginación”, agregó.

Aunque gran parte de la historia de Ruthie está basada en la vida de Behar, como lo explica en la nota del autor, su sentido estético la guió para crear situaciones y personajes que complementaran la trama y le añadieran textura.

Escrita en un lenguaje sencillo, ya que está orientada para lectores jóvenes, la novela es igualmente lírica en la evocación de aromas, sabores, sonidos y paisajes.

El barrio de Queens en Nueva York donde vive la familia es sumamente diverso, con familias judías, indias, mexicanas, árabes, europeas y afroamericanas.

Según Behar, fue precisamente en la descripción del barrio que salió a relucir su profesión de antropóloga.

“La antropología fue una base importante para el libro”, explicó. “Es muy multicultural la manera en que represento mi barrio, como si fuera un pueblito”.

La joven protagonista encuentra en la diversidad algo que enriquece su vida sin restarle a su sentido de identidad.

Tras el accidente, su amigo Ramu, de familia india, le regala una cadena con la imagen de Shiva, dios hindú y “señor de la danza”, para que la ayude a recuperarse.

Ruthie pide a Shiva que la ayude, así como le pide a su Dios fortaleza y, más adelante, apoyo al espíritu de Frida Kahlo.

De igual manera, su mamá le cuenta que en Cuba su vieja niñera, al enterarse de su accidente, fue al santuario de San Lázaro para rezar por ella.

“Es un santo poderoso”, le dice su mamá. “En Cuba también lo llamamos por su nombre africano, Babalú-Ayé”.

Ruthie le pregunta si esas oraciones van a servirle de algo si ella es judía.

“Claro que sí, mi niña. Creo que debemos aceptar todo lo que se hace de buena fe y con un buen corazón”.

La trama no protege a los jóvenes lectores de los dolores y desilusiones de la vida, lo cual constituye uno de los mayores logros de la novela.

Durante su larga convalecencia, Ruthie experimenta sensaciones de pérdida, rabia y eventual resignación y renovación.

Aunque todos le recuerdan lo afortunada que es de haber sobrevivido cuando otros murieron, Ruthie solo siente el dolor de la pierna destrozada, la restricción total de movimiento, la pérdida de privacidad y la vergüenza de ni siquiera poder ir al baño por su cuenta.

Siente rabia hacia los responsables del accidente, envidia a sus amigas que juegan rayuela en la calle y siente culpabilidad al ver a su madre atada a su cuidado día y noche.

Behar describe la frustración de la madre de Ruthie, humanizando la figura materna que hubiese sido fácil de idealizar bajo las circunstancias.

También vemos en este personaje una profunda tristeza y el vano esfuerzo por recrear un poco de la isla caribeña en Queens, donde la brisa del mar es inimaginable.

En conclusión, Behar ha escrito una novela sobre el exilio cubano a Estados Unidos rica en textura, contexto y diversidad que deleita con veracidad, ternura y esperanza.

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