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Sufren de cáncer... y de largas esperas

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Con 83 años a cuestas, doña Ángela Castillo llegó al Instituto Nacional de Cancerología (INCan) a las 6 de la mañana y salió a las 2 de la madrugada del día siguiente, tiempo invertido en realizarse análisis de laboratorio, consulta y tratamiento de quimioterapia.

Esa tarde, en la sala de espera, su hija Verónica dice: “Espero que hoy no pase lo mismo. Antes hacíamos el mismo proceso y salíamos a más tardar a las 19:00 horas”.

Pacientes del Instituto acusan que desde hace dos meses empezó a retrasarse la atención y que ahora se está volviendo hábito esperar más de 12 horas para recibir tratamiento.

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La moderna sala de espera de quimioterapia luce repleta. Las sillas están permanentemente ocupadas y sólo a los enfermos muy débiles les permiten acostarse en las bancas y ocupar dos lugares.

Abelardo Meneses, director del INCan, descarta que el recorte aplicado al Sector Salud esté impactando en la atención.

En abril, el Instituto anunció que el recorte a la Secretaría de Salud, anunciado por Hacienda, implicaría para el INCan una pérdida de 200 millones de pesos, el equivalente al 10 por ciento del presupuesto para 2015.

Meneses explicó que la incorporación de varios tipos de cáncer al Seguro Popular elevó la demanda de 192 mil a 207 mil pacientes en el último año, lo que ha permitido mayor adherencia al tratamiento de las personas que antes no podían pagarlo.

12 horas de espera

Desde hace 7 años, Carmen Rosas acude al Instituto Nacional de Cancerología (INCan) para recibir quimioterapia. Pedece cáncer de mama, y en todo este tiempo, dice, nunca había esperado tanto por el servicio.

La moderna sala de quimioterapia del nuevo edificio del INCan luce repleta todos los días. Por momentos también se llenan los pasillos.

Los pacientes señalan que desde hace dos meses empezó a atrasarse la atención y ahora esperan hasta 12 horas para recibir el tratamiento. Eso sin contar el tiempo que invirtieron en los estudios de laboratorio y después para recoger el medicamento.

Algunos refieren que por primera vez, en lo que llevan de tratamiento, les han diferido sus quimioterapias para otros días.

“Antes hacíamos el mismo proceso y salíamos a más tardar a las 19:00 horas, pero el último mes hemos salido hasta las dos de la mañana”, cuenta Verónica, quien acompaña a su mamá, Ángela Castillo, de 83 años.

Para cumplir con el tratamiento, ambas mujeres salen de su casa, en Atizapán, Estado de México, a las 4:30 horas.

Luego de que le realizan los exámenes de laboratorio a doña Ángela, esperan dos horas, y si los análisis salieron bien tramitan su receta. En este procedimiento invierten alrededor de dos horas más.

Después deben esperar la aplicación de las quimioterapias del turno vespertino, que comienza pasadas las 15:30 horas.

De la última quimioterapia salieron a las 2 de la madrugada.

Los pacientes comprenden que en la aplicación de la quimioterapia se presentan para muchos reacciones adversas, como náusea, mareos, alergias, y se debe reducir la aplicación, lo que implica alargar el proceso, que puede llevar así hasta seis horas.

Mientras tanto, las sillas en la sala de espera están permanentemente ocupadas.

Carmen es una joven madre que viene desde Querétaro para recibir tratamiento para su cáncer de mama que hizo metástasis en el hígado.
No puede darse el lujo de suspender el tratamiento. Su esposo padece cáncer de cerebro en etapa terminal y tiene una hija, Mariana, de ocho años, a quien quiere enseñarle “que vale la pena vivir la vida”.

A pesar de su condición, Carmen trabaja dos días a la semana para mantener a su hija.

“Ningún tratamiento lo veo como un sacrificio. Menos porque le quiero mostrar a Mariana lo importante que es valorar y luchar por la vida”, comenta.

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