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Luchadoras mexicanas, un desafío al “statu quo” dentro y fuera de ring

Fotografía del 25 de junio de 2016 de la luchadora Princesa Sugehit en Ciudad de México (México). Con vestuarios fantasiosos, piruetas imposibles y cuerpos esculpidos, las luchadoras de lucha libre mexicana combaten encarnizadamente para el título mientras buscan un fin común, acabar con el machismo y el "statu quo" dentro y fuera del cuadrilátero. "Creo que la misoginia nunca se va a acabar, desgraciadamente no toda la gente tiene ese panorama o esa mente abierta para aceptar que la lucha libre femenil ya no es solamente un relleno a la lucha" masculina, dice a Efe Zeuxis, que a sus 27 años lleva once en este mundo. EFE/Mario Guzmán

Fotografía del 25 de junio de 2016 de la luchadora Princesa Sugehit en Ciudad de México (México). Con vestuarios fantasiosos, piruetas imposibles y cuerpos esculpidos, las luchadoras de lucha libre mexicana combaten encarnizadamente para el título mientras buscan un fin común, acabar con el machismo y el “statu quo” dentro y fuera del cuadrilátero. “Creo que la misoginia nunca se va a acabar, desgraciadamente no toda la gente tiene ese panorama o esa mente abierta para aceptar que la lucha libre femenil ya no es solamente un relleno a la lucha” masculina, dice a Efe Zeuxis, que a sus 27 años lleva once en este mundo. EFE/Mario Guzmán

(Mario Guzmán / EFE)
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Con vestuarios fantasiosos, piruetas imposibles y cuerpos esculpidos, las damas de la lucha libre mexicana combaten encarnizadamente para el título mientras buscan un fin común: acabar con el machismo y el “statu quo” dentro y fuera del cuadrilátero.

“Creo que la misoginia nunca se va a acabar, desgraciadamente no toda la gente tiene ese panorama o esa mente abierta para aceptar que la lucha libre femenil ya no es solamente un relleno a la lucha” masculina, dice Zeuxis, que a sus 27 años lleva 11 en este mundo.

Enfundada en una especie de bikini y tras una máscara de cuero con ribetes rosas y plateados, Zeuxis, que no quiere desvelar su nombre real, representa a la perfección la luchadora de lucha libre contemporánea.

Está preparada, es paramédico y tiene estudios en Bellas Artes, entró a este mundo por vocación y defiende su anonimato.

“El día que no porte la máscara te podré dar mi nombre, te podré decir quién soy en la vida real, pero por el momento soy Zeuxis y esto es lo que me avala”, explica esta luchadora del bando de las “rudas”, las bravas y aguerridas enemigas de las “técnicas”.

Minutos después, encima del ring del Arena México, y ante centenares de aficionados, mostrará sus dotes marciales, y de show woman, en una lucha de infarto contra varias rivales, entre ellas Princesa Sugehit.

Oriunda de Monterrey (norte), Sugehit es hija de un soldador y una ama de casa, tiene 36 años y lleva 20 en esta vida de focos y golpes.

Un mundo que le ha dado todo. “Me gustó lo que había más allá de la lucha libre. Los viajes, el dinero y la fama”, remarca detrás de un antifaz y un vestido negro que emulan a Cat Woman.

“Te va gustando el que te reconozcan y más cuando eres mujer, porque es muy difícil y el machismo siempre ha existido”, subraya esta luchadora que se entrega “al 1.000 %” y ha peleado en todo México y otros países como Estados Unidos o Japón, donde también hay una gran afición.

La discriminación tiene raíces históricas. La lucha libre femenina arrancó en 1935 en México, cuando se popularizó enormemente este deporte hoy completamente entretejido en la cultura popular.

Estas primeras heroínas enfrentaron numerosas críticas, y en los años 50 y se vetó por ley la lucha femenil en la capital.

Se alargó durante 35 años, hasta 1986, pero no fue hasta el 2005 que regresó con fuerza a la Arena México, considerada la catedral de este deporte.

Desde entonces, maroma (acrobacia) a maroma las mujeres se han ganado un lugar en la máxima liga, que organiza el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) y tiene a 200 luchadores en plantilla.

“¿Dónde quedaron las chichis (tetas)?”, grita un espectador a otra de las luchadoras, y parte de la grada estalla en carcajadas.

Paradójicamente, estas luchadoras desafían también el ideal de belleza actual. En lugar de piel y hueso, exhiben músculo y carne.

Continúa el combate, y Sugehit salta entre las cuerdas de cabeza y derriba a Zeuxis, su gran rival.

Sugehit forma equipo con la dulce Joana Jiménez, Silueta, natal de Guadalajara (oeste) y quien combina este trabajo con su esposo e hija.

“Es un poquito pesado porque tienes que salir y mi familia se queda en Guadalajara. Me han tocado nueve giras a Japón, a veces de tres meses. En este tiempo sí los extraño bastante”, remarca.

Como sus otras dos compañeras, su pasión en el ring viene avalada por las lesiones.

Silueta lleva un injerto en la rodilla, Zeuxis se rompió el tobillo hace un año y Sugehit tiene varias cicatrices en la frente.

Todas ellas piensan en retirarse, pero abandonar el cuadrilátero y este mundo de superheroínas de cómic no es del todo fácil.

Silueta se da unos cinco años más, luego quiere dedicarse a la educación física. Pero antes anhela otro campeonato y “la cabellera o la máscara” de alguna de ellas.

“Tengo más de la mitad de mi vida en la lucha libre, creo que ya le he dado mucho tiempo y mucho espacio. Yo creo que más adelante tengo que darle espacio a una familia, a un hogar”, repasa Sugehit.

Mientras, compiten en un ring que a ratos parece la arena de un circo o una coreografía guerrera.

Sin embargo, toda referencia al teatro inherente en esta retahíla de golpes a diestra y siniestra, alaridos y muecas de dolor es negada por estas tres artistas del ring.

Para Silueta es pura “competitividad”, pues “hay muchas” que pelean en circuitos más pequeños y buscan entrar en la CMLL.

“Las mejores estamos aquí. Aquí hay compañerismo, pero también ese celo de ser la mejor para defender mi lugar”, resume con un rayo de orgullo.

Aunque Sugehit y Zeuxis presumen también de “doble vida”, de quitarse la máscara y ser personas corrientes, a juzgar por sus palabras su pasión es y será la lucha.

“(Cuando me pongo la máscara) se transforma la persona y puedo ser esa niña malcriada que siempre quise ser”, revela Zeuxis, una jugadora empedernida de vídeojuegos con el pelo azulado y un lateral rapado.

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