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Crónica: En Tlapa, Guerrero, realizan una operación fuga... pero a punta de pedradas

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Durante un escape en la Colonia El Tepeyac, los federales retenidos echaron mano de sus armas de fuego.

En medio de la campal que sostenían sus compañeros contra colonos e integrantes del Movimiento Popular Guerrerense (MPG), los uniformados que llevaban más de cinco horas retenidos en la Iglesia entraron en pánico cuando un grupo de vecinos intentó prender fuego al templo.

“Rompieron el pacto, vamos a romperles su pinche madre, a quemar la Iglesia”, gritó uno que era parte de la turba enardecida, en medio de las penumbras debido a que había sido desactivada la energía eléctrica en la zona.

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El pacto era soltar a los federales a cambio de que la corporación dejara libres a ocho personas detenidas horas antes en esa colonia.

Pero el diálogo ya se había roto.

Los federales encerrados en la parroquia luchaban por romper las cadenas y las trabas que los colonos habían colocado en la puerta principal. Una mano de los oficiales fue macheteada por uno de los encapuchados que pedía a gritos gasolina para quemar vivos a los federales.

“Puerco, vas a chillar en la hoguera”, advirtió otro de los embozados.

Al mismo tiempo sus compañeros luchaban para llegar a la Iglesia, para intentar derribar la puerta y liberar a los desesperados uniformados.

Antonio Vivar Díaz, un pasante de la Universidad Pedagógica Nacional y quien ya había sido descalabrado el jueves pasado en un enfrentamiento con un grupo de choque partidista en el centro de Tlapa, era un de los más activos en la trifulca.

El joven, de 28 años, no dejó de aventar rocas a la puerta de la Iglesia.

Los federales retenidos lograron abrir la puerta y salieron realizando disparos a diestra y siniestra, se constató con testigos.

Pero uno de los disparos dio en el pecho de Vivar.

El activista se llevó la mano a la herida de la que brotó sangre a chorros, mientras cayó de rodillas.

Los amigos de Vivar lo voltearon bocarriba para reanimarlo, pero el joven ya están en agonía.

En dos minutos falleció.

En la huida de los retenidos otros federales arremetieron contra quien fuera.

Otros jóvenes además de recibir toletazos, fueron blanco de escudazos en la espalda y patadas en la cara.

Justo a un costado de la Iglesia de la Virgen del Tepeyac un federal tomó vuelo para impactar con su rodillera, el rostro de uno de los pobladores.

La operación fuga había sido exitosa para los federales que emplearon una estrategia de pinza para replegar a los habitantes de El Tepeyac a base de lacrimógenos y con la oscuridad de aliada.

La ‘negociación’

La batalla tomó forma desde el diálogo infructuoso, pero también estratégico.

Por un lado Juan Salmerón, quien se identificó como delegado de la colonia, se dijo negociador, pero también tuvo sus momentos amenazantes. Al final corrió cuando ingresó la caballería al rescate de sus compañeros.

Por el otro, un mando federal de apellido Castillejos, de la Unidad de Intervención de la Policía Federal, experta en manejo de crisis.

Se identificó como el jefe a cargo, escuchó propuestas, a todas dijo que sí, pero no cuándo iba a cumplirlas ni cómo. Lo que ganó es tiempo y apostó al desgaste de la turba, o a un descuido.

Una señora que se dijo vecina siempre estuvo entre ambos. Chaparrita pero echada para adelante.

“Mire, comandante o lo que sea, le voy a decir una cosa, no saben con quién se están metiendo, se van o no hay diálogo”, amenazó la mujer.

El mando se colocó unos lentes para sol, hizo que escuchaba a la vecina, pero su mirada exploró los rostros de quienes lo increpaban.

El vocero, de camisa azul, que no dejaba de atender su celular, subía su tono.

“¿Tiene una propuesta o no?, a ver trate de calmarlos, estamos tratando de controlar a nuestra gente y no lo agradece”, presumió el portavoz de los colonos.

La advertencia era una monserga para el federal, que tragaba saliva para no reventar.

Se replegó poco a poco, conforme los inconformes caminaban hacia ellos, pues en ese momento tenían el mando gracias a los 20 federales retenidos.

Ese retroceso duró casi cuatro horas, hasta el atardecer.

La irrupción se ordenó después de las 20:35 horas para la extracción de los federales retenidos en una operación que implicó acorralar a los encapuchados a base de gas lacrimógeno.

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