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La ilusión cruzó la frontera pero la lucha sigue en Ciudad Juárez

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Unas manchas rojas cubre la ilusión de Norma Laguna Cabral.

Junto a otras madres de mujeres asesinadas, Norma pasó horas pintando cruces color rosas sobre postes y semáforos en Ciudad Juárez. Tenía la ilusión de que el Papa vería las cruces, de que sabría que Juárez no es la ciudad que pinta el Gobierno, la ilusión de que el Pontífice hablaría contra los asesinos de mujeres y de que a ellas, a las madres que han perdido a sus hijas, les daría un mensaje de aliento.

Pero las cruces desaparecieron. El Papa olvidó los feminicidios y en cuestión de horas, los empleados municipales dejaron manchas rojas donde antes había cruces, cubriendo así la ilusión de Norma y de las otras madres que solo buscaban hacer visible la memoria de sus hijas.

Entonces, la ilusión dejó a México, cruzó la frontera y se fue al norte.

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A más de 700 millas de distancia, en la ciudad de Huston, Texas, esa misma ilusión vivía también en la casa de Consuelo Martínez.

Consuelo fue parte de una caravana de 50 mujeres migrantes que viajaron a Ciudad Juárez, desde diferentes partes de Estados Unidos, con el único fin de ver al papa Francisco.

“Fue una experiencia inolvidable, saqué fuerzas para seguir luchando” dice emocionada.

Mujer de origen chiapaneco, Consuelo tenía la ilusión de que el Papa hiciera visible el dolor del migrante. Una pena que ella vivió en carne propia, cuando años atrás fue deportada en dos ocasiones.

La segunda vez que la echaron de Estados Unidos, recuerda, llevaba a su bebé en brazos. El pequeño era ciudadano estadounidense y ella, una madre indocumentada, por ese motivo las autoridades se lo arrebataron.

“Lloraba en la cárcel pensando que mi hijo tendría hambre. Era un bebé y yo lo amamantaba todavía”, platica.

Ahora, otros recuerdos la hacen llorar como los recuerdos de su viaje a Juárez. Aún hoy, no puede creer que regresó a la frontera donde años atrás la expulsaron. No puede creer que vio al Papa y que el Papa se dirigió a ellos, los migrantes. Consuelo había cumplido su ilusión.

Activista por los derechos de las migrantes y las trabajadoras domésticas desde hace más de 10 años, Martínez aprovechó la oportunidad de ese viaje a Juárez para conocer la lucha de otras mujeres.

Unen esfuerzos

Antes del arribo de Francisco, las 50 madres migrantes tuvieron tiempo de conocer a las madres de los desaparecidos, a las madres de las mujeres asesinadas. Juntas llevaron los mansaje de: “Justicia ya” y “Ni una Más”.

“Sentí el dolor de esas madres, sentí como las humillan, las atacan. Pensé en esas mujeres asesinadas. Muchas sentimos su dolor y me dio pena que el Papa no dijo nada sobre las muertas de Juárez. Ellas [las madres] como nosotros los migrantes buscábamos un mensaje de aliento. Ellas necesitan paz ”, platica Consuelo sobre la experiencia.

Sin embargo, aunque el papa Francisco guardó silencio y no hizo referencia a los feminicidios, entre las mujeres surgieron alianzas y esperanzas de trabajo. En ambos lados de la frontera las activistas se pregunta ¿y ahora qué?

Para Anna Duncan, organizadora de la comunidad migrante desde hace más de diez años la respuesta es simple, “debemos trabajar más que nunca”

La próxima semana “We Belong Together”, el grupo de mujeres migrantes en el que participan Anna y Consuelo, entregarán una carta al Senado de Estados Unidos para pedir un alto a las deportaciones y hacer llegar el mensaje que Francisco dirigió a los migrantes.

“La gente siente mucha esperanza, ver que El Papa está dando prioridad a la migración global y su presencia en la frontera nos llena de energía. El Papa hizo un llamado muy claro para que se formen políticas más humanas. No vamos a parar la lucha, esto sigue y con nueva energía”, afirma.

Seguirá pintando cruces

En el lado mexicano, aún cuando el Papa no abordó el dolor de las madres víctimas de feminicidios, Imelda Marrufo está convencida de que no hay espacios para la desilusión.

La jurista y activista por los derechos de las mujeres ha trabajado casi dos décadas por el procesamiento penal del feminicidio y de la violencia de género.

En 2001 fue una de las cofundadoras de la red Mesa de Mujeres, un grupo cuya causa inicial fue el asesinato de ocho mujeres en un campo de algodón a las afueras de Juárez.

En su camioneta, Marrufo recorre Ciudad Juárez de cabo a rabo, organiza marchas, acompaña en los tribunales a las defensoras de derechos humanos que han sufrido violencia y apoya a los parientes de mujeres asesinadas durante el proceso penal y para que se haga justicia.

Gracias a la labor incansable de esta abogada, el feminicidio se reconoció por primera vez como un delito contra los derechos humanos, sin embargo, confiesa que son las madres, los familiares de las víctimas del feminicidios, quienes hacen fuerte la causa.

Historias como la de la señora Norma, que pinta cruces en memoria de su hija.

Para Norma todo cambió un domingo 15 de abril cuando 10 funcionarios del gobierno visitaron su casa para informarle que los restos de su hija Idaly Juache Laguna habían sido localizados. Para decirle, a quemaropa, que su Idaly era un cuerpo más que guardaban en el servicio forense.

Idaly tenía apenas 19 años cuando desapareció un 23 de febrero de 2010.

“Las autoridades dicen que no pasa nada, que es un Juárez nuevo, no sé qué tiene de nuevo”, explicó.

El amor por sus hijas ha superado todo miedo. Norma, dice que seguirá gritando el dolor por la ausencia de su hija, pintando cruces y llevando luz a la realidad que las autoridad busca cubrir, como lo hicieron con sus cruces.

Para el dolor de Norma no hubo mensaje papal, no hubo aliento, sin embargo el sueño de justicia no la abandona, ese no ha cruzado la frontera, está con ella, porque en Juárez después del Papa, la lucha sigue.

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