Anuncio

El futuro sin remesas: al deportado Daniel Torres le dijeron que si regresa será encarcelado

Share

La última semana de noviembre, cuando Donald Trump ya había ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el hidalguense Daniel Torres fue deportado, y lo primero que hizo fue tocar la puerta de la alcaldía de su pueblo, para pedir ayuda económica.

Padre de tres hijos, Daniel esperó en una de las 10 sillas, algunas ya rotas, que están colocadas afuera de la oficina de la alcaldesa de Tasquillo, Miriam Ramírez. Quería que le ayudaran con dinero o material para construir su casa. El hombre, de 43 años de edad, ya había hecho cuentas: sabía que tardaría mucho más en ahorrar lo necesario en moneda mexicana, que cuando le pagaban en dólares en el condado de Texas.

Anuncio

“Allá ganaba unos mil dólares por semana. La diferencia es que aquí gano de mil 800 a 2 mil pesos. Vienen siendo unos 100 dólares ... la décima parte...”, relata en el patio de la casa que cuida, perteneciente a un dueño que también migró a Estados Unidos a trabajar.

Torres, de oficio albañil, relata que al llegar a Pachuca solicitó apoyo económico en un módulo de atención a migrantes, porque otros mexicanos le habían dicho que el gobierno federal ayudaría a los repatriados para emprender negocios. A él le interesaba instalar un criadero de puercos, pero no recibió ayuda. En el módulo le dijeron que ya no había fondos y le recomendaron volver tres meses después.

Fue entonces cuando tocó la puerta del ayuntamiento, donde consiguió una tonelada de cemento para continuar la construcción de su casa. Una tonelada que equivale a 20 bultos de cemento, que se cotizan en 2 mil pesos, equivalentes a lo que él ganaba en un día de trabajo en Texas.

Daniel Torres usa la cabeza a rape, se delinea una barba “de candado”, lleva gafas oscuras que, para conversar, se coloca sobre su nuca. En su aspecto de rapero chicano se reflejan las dos décadas que pasó en Estados Unidos, desde que se fue por primera vez a los 13 años de edad.

Torres ha vivido la mitad de su vida fuera de México. En ese periodo se trajo a México una camioneta, que aún conserva, y herramienta que ha tenido que vender de forma paulatina para mitigar las temporadas sin empleo.

Cuando lo deportaron, Daniel Torres fue registrado, por lo que si vuelve a ingresar a Estados Unidos podría ser encarcelado. Por eso decidió radicar en Tasquillo con sus tres hijos -dos estadounidenses por nacimiento- y su esposa, quien se empleó como trabajadora doméstica para contribuir con el ingreso familiar. A ambos les preocupa que no les alcance para los gastos familiares ahora que su hijo mayor ingresará a la Preparatoria.

Tasquillo es uno de los municipios hidalguenses con alto grado de migración internacional. Es el que tiene más viviendas que reciben remesas (28.21 por ciento). Las autoridades municipales calculan que la población que ha migrado hacia Estados Unidos ronda el 50 por ciento. La Conapo señala que, de 2005 a 2010, fue el municipio con más viviendas de las que emigró al menos un integrante (el 20.64).

Daniel Torres dice que el municipio no tendría problemas con los deportados si estos ya cuentan con una casa construida y traen a México sus ahorros para invertir. El problema sería encontrar trabajo, en un territorio sin suficientes fuentes de empleo.

“Los que no tienen y que se han ido años... que se fueron sin nada y regresan sin nada... Es volver a empezar...”, sentencia.

De 1990 a 2015, la población de todo el estado de Hidalgo creció 47 por ciento, de 1.9 a 2.8 millones de personas, pero en Tasquillo aumentó sólo 8 por ciento: de 15 mil 90 a 16 mil 403.

La presencia masculina también se ha ido reduciendo. En 1960, había 106.7 hombres por cada 100 mujeres. Para 2015: bajó a 84.9 hombres por cada 100 mujeres.

Éste es el sexto municipio hidalguense con más remesas por habitante, detrás de otros más grandes como Ixmiquilpan, Atotonilco el Grande, Zimapán, Actopan y Huasca de Ocampo. Los 13 millones de dólares que recibió Tasquillo en remesas durante 2016 representan sólo el 0.96 por ciento del total en Hidalgo, donde la capital Pachuca concentra el 16.2 por ciento.

Pero esos 13 millones de dólares (266 millones de pesos) equivalen a cinco veces el presupuesto asignado a Tasquillo para 2017, que apenas llega a 50.4 millones de pesos.

Incertidumbre

Tasquillo celebró su 190 aniversario el pasado 15 de febrero, en medio de la pesadumbre por las amenazas de Donald Trump: aumentar las deportaciones, construir un muro que impida la migración y obstaculizar el envío de remesas.

La alcaldesa del municipio, Miriam Ramírez, reconoce que una ola de deportaciones pondría en problemas al pueblo que ella gobierna desde septiembre pasado.

“No estamos preparados como tal. Pudiéramos estar preparados para una contingencia de un incendio o una catástrofe natural, pero para poderle dar empleo o educación, o las necesidades básicas a las familias o en lo individual, no, es muy complicado. Los presupuestos están ya especificados. Nuestras familias de Tasquillo viven mejor gracias a esas remesas”, explica en su oficina.

El ayuntamiento prepara algunos proyectos, como la habilitación de tierras para la agricultura. Sin embargo, la alcaldesa asegura que la solución de fondo debería provenir de una estrategia integral y no sólo de los esfuerzos aislados que hagan las autoridades municipales.

La funcionaria sabe que regalar cemento a los deportados que lleguen a solicitar apoyo a la alcaldía es una medida insuficiente. Además de que no alcanzaría para todos.

“Todos tenemos que contribuir con algunas estrategias para poder contrarrestar esa oleada de migración que pudiera darse a nuestros municipios. Hacemos un llamado a los diputados, nuestros senadores, que pudiéramos juntos elaborar estrategias, sobre todo de empleo, para que quienes regresan a nuestro estado puedan tener las oportunidades básicas como familias”, demanda.

Nostalgia

En el centro de Tasquillo, justo a lado del palacio municipal, una casa de cambio se anuncia con un letrero rojo: compra-venta de dólares.

En un municipio en el que más de la mitad de la población es pobre -55.6 por ciento-, y 13.3 por ciento vive en pobreza extrema, la migración y el intercambio del billete verde es fundamental.

Lo sabe Juan José Arteaga, el bolero de 38 años que se fue durante 10 años para poder construir la casa donde vive con sus tres hijos.

Lo sabe el maestro jubilado que lee el periódico en una banca y recuerda sus años de migrante para “tener una base” y no empezar de cero en el territorio donde nació.

Lo sabe también la señora Cristina, dependiente de una cocina económica, cuyo marido trabajó en Estados Unidos durante una década, hasta que ya no pudo entrar al territorio estadounidense como cada febrero.

Todos tienen una historia qué contar sobre migrantes.

La hija mayor de cuatro hermanos cuyo padre está vetado por 99 años para entrar a Estados Unidos y aún no supera su depresión. O el joven de 31 años que debe dejar pasar al menos una década para no ser encarcelado en un nuevo intento.

También lo sabe la abuela de dos niñas -que esperaba emocionada la presentación de la Orquesta Sinfónica de Hidalgo para celebrar el 190 aniversario de Tasquillo-, mientras relata que su hija carece de documentos que le permitan seguir viviendo en territorio estadounidense y en cualquier momento tendría que volver. Lo que le preocupa es qué pasará con sus dos nietas, estadounidenses de nacimiento.

La migración aquí es un tema de varias generaciones. Un estilo de vida, cada vez más en riesgo, y ahora en amenaza plena por las políticas de Trump.

Resignación

En este municipio la migración internacional comenzó con el programa bracero en la década de los 40. Para los años 80, la salida hacia Estados Unidos se volvió masiva.

En 1987, siguiendo los pasos de su hermano mayor, Rogelio Martínez Ramírez, entonces de 17 años de edad, salió de la comunidad de Caltimacán, una de las 32 de Tasquillo, donde trabajaba como jornalero.

Como contratista en Estados Unidos, llegó a ganar 10 mil dólares mensuales.

“Mis padres tuvieron varios hijos, éramos 11. Mi hermano mayor emigró a los 13 años de edad. Él nos sacó adelante. De ahí me fui yo y mis otros hermanos. Tengo cuatro hermanos allá. Todos ilegales que en cualquier momento los pueden echar para acá”, dice.

Caltimacán está a seis kilómetros de la cabecera municipal. Un letrero en ñhañhu y en castellano anuncia su ubicación.

En ñañhu, Tasquillo significa “Lugar de Cabras”, y es en comunidades como Caltimacán, con tierra rocosa, semiárida y poco fértil para la agricultura, donde la traducción cobra sentido.

El agua ya no abunda, como en otras zonas de Tasquillo donde hay algunos balnearios. La vegetación se achaparra. Ya no hay nogales de alturas superiores a los 20 metros. Destacan los magueyes, los cactus de garambullos y los árboles de mezquite, cuya flor sirve en la región para remediar los dolores de estómago y, sobre todo, para dar nombre a esta región semiárida del norte del estado de Hidalgo: el Valle del Mezquital.

En Caltimacán, prácticamente todas las familias tienen a alguien que ha cruzado la frontera norte para levantar a sus familias, primero, y, después, a la comunidad entera.

Las casas ya no son de pencas u órganos huecos tipo bambú. Los dólares de la migración se notan en los negocios de la zona y las grandes casas de tabique rojo y techos a dos aguas, cuyos dueños habitan sólo temporalmente, cuando no están en Estados Unidos.

Rogelio señala el espacio donde antes había puro monte y que él habilitó para construir una casa de dos niveles. La comunidad, con las remesas, llevó luz eléctrica, abrió un camino por donde circulan los autos e instaló redes de drenaje y agua potable.

En un panteón construido por ellos mismos, descansan los restos de muchos migrantes fallecidos.

Rogelio, ahora deportado, augura un futuro más difícil si se viene una ola de deportaciones. El desarrollo, que ellos mismos han impulsado en su tierra, podría venirse abajo.

“De por sí no hay trabajo. Si echan a toda esa gente que está allá, yo creo que va a haber más delincuencia, más robos. Las familias de aquí dependen de las remesas”, lamenta.

Con resignación, Rogelio anuncia: “Ya estamos esperando a muchos paisanos que van a estar llegando poco a poco...”.

Anuncio