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Migrantes encuentran con prótesis manera de seguir sueños rotos por La Bestia

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EFE

En un taller del sur de México, Eber mira el proceso de fabricación de una prótesis. Por su cabeza todavía rondan las dudas: ¿Se adaptará bien? ¿de qué color será? En unas semanas, este hondureño recibirá la que será su nueva pierna, gracias a un programa de ayuda a migrantes amputados por La Bestia.

Eber sufrió una grave lesión por ese tren, que cada año utilizan miles de migrantes para atravesar México rumbo a Estados Unidos, a la altura de la ciudad de Saltillo, cuando intentaba subir. “No pude sujetarme porque iba muy rápido, y caí a la vía”, relata a Efe.

Ahora, este migrante es uno de los participantes de un programa impulsado por Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que desde Tapachula, en el estado de Chiapas -fronterizo con Guatemala-, proporciona rehabilitación y prótesis a estas personas.

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Tanto el hondureño como Faraón, un mexicano que se cayó cuando ya iba subido a La Bestia, sufrieron amputaciones por encima de la rodilla. Todavía tienen que esperar unos días antes de que les tomen las medidas para la prótesis, porque antes de que esto ocurra tienen que trabajar la debilidad muscular de su muñón.

Faraón, quien tuvo su percance a finales de octubre, acude dos veces por semana a rehabilitación, donde con una terapeuta realiza sesiones de ejercicio de aproximadamente media hora: “De primera vez sí era doloroso, pero ahorita casi no; ya va agarrando fuerza y mejorando”.

El proceso lo está afrontando con el apoyo de su familia, dado que vive en la misma Chiapas, y espera que en los próximos días el doctor le dé la autorización para comenzar con la fabricación de la prótesis, lo que le facilitará tener un trabajo.

“Si me puedo sostener bien con eso (la prótesis) puedo poner un negocio, algo para sobrevivir”, asegura Faraón, quien ha sido deportado de Estados Unidos.

Después de que termine la rehabilitación, Eber, de 24 años, espera seguir su plan de ir a Monterrey, en el norte de México, para encontrar un empleo, gracias a su visa humanitaria.

“Quisiera ir a Honduras, pero nada más para ir a ver a mi familia y luego regresar”, aclara el migrante, quien en su país trabajaba en el campo, donde ganaba “lo mínimo” en las temporadas de cosecha.

En internet, Eber ha investigado sobre los distintos tipos de prótesis. Le llamó la atención una biónica, que “es muy cara, pero dicen que es muy funcional”, y con la que se pueden realizar actividades como “meterte al agua, correr” e ir en bicicleta.

Sabe que es una posibilidad que podría darse “más adelante”; por el momento, transmite sus inquietudes a Jorge Luis Antonio Álvarez, dueño de Ortopedia Orthimex, donde se fabrican las prótesis del programa del CICR.

El material que se emplea es polipropileno, “un material ligero, muy manejable y resistente para el uso de las prótesis”, que facilita que los pacientes tengan un mayor dinamismo para caminar, explica a Efe Álvarez.

A partir de que se toman las medidas de los migrantes, se elabora la prótesis y se hacen pruebas de alineación para que quede estable.

Cuando todo está listo, los pacientes pasan nuevamente a rehabilitación, donde aprenden procesos como caminar, subir escaleras o rampas, y por último se da el “acabado final” a la prótesis; es decir, se pone una pantorrilla para que quede más estética y no se vean las uniones.

El coordinador adjunto de Salud de la coordinación regional del CICR en México y Centroamérica, Filippo Gatti, relata a Efe que estos programas de rehabilitación física y prótesis también se aplican en otros lugares como Afganistán o Siria, donde hay multitud de víctimas por conflictos armados.

En México, el programa se implantó para atender a la población migrante que no cuenta con acceso a los servicios de asistencia médica durante la ruta migratoria. Aunque por ley se debería brindar atención a todas las personas, en ocasiones “en la realidad no es así”, asegura.

El año pasado atendieron a cerca de un centenar de personas, y uno de los retos del programa en estos momentos es favorecer la reinserción de las personas que han sufrido amputaciones, en su mayoría provenientes del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala).

Parte de ellos “son padres de familia o quieren tener una familia, y no saben cómo seguir porque como discapacitados no se ven en grado de mantener una”, indica Gatti, quien añade que, además, la reinserción permitiría que dichas personas pudieran contar con sus propios recursos para atender cualquier problema que tuvieran con la prótesis.

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