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Niños viajan a Washington para orar con el Papa por los migrantes

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“Mi papá es mi corazón, si lo deportan, me quitan mi felicidad”, dice Evelyn Calderón, una niña de nueve años de edad, quien ha dejado atrás los juegos de muñecas por vivir preocupada sobre el estatus migratorio de su padre y una posible separación familiar.

Evelyn y otros cinco niños menores de 12 años de edad con el mismo problema, viajarán a Washington con la esperanza de encontrarse con el Papa Francisco para pedirle su intervención ante el Congreso.

Se estima que en Estados Unidos hay alrededor de 5.5 millones de niños con al menos un padre indocumentado, 4.5 millones de estos menores nacieron en este país, lo que hace de su niñez una pesadilla al pensar que en cualquier momento pueden ser separados de sus padres, dicen activistas.

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Los niños de Ventura y Los Ángeles suplican que el Sumo Pontífice les pida a los políticos una reforma migratoria justa y el desbloqueo de DAPA, la acción ejecutiva que les permitiría a los padres de hijos nacidos en este país, obtener la residencia.

La pesadilla de Evelyn

“Todas las noches le pido a Dios que no se lleve la migra a mi papi”, dice la niña de padres mexicanos.

“Quiero crecer a lado de mis dos padres. Pero mientras mi mamá me cuida en la casa, mi papá es el único que trabaja. Sin él no habría comida en la mesa, no dinero para la renta y estaríamos desprotegidos. No habría abrazos cuando llega del trabajo”, dice Evelyn.

Graciela Mendoza, madre de Evelyn es residente permanente. La señora explica que su esposo tiene más de 20 años viviendo como indocumentado en el país, por lo que su pequeña hija entiende que en cualquier momento pueden deportarlo.

“Estoy estudiando para hacer ciudadana. No es fácil vivir con una familia ‘mixta’; con aquel temor a la separación y al sufrimiento que esto le pueda ocasionar a tus hijos”, dice Mendoza, de 52 años de edad.

“Evelyn es la ‘niña de papi’, él es su amor y sufre mucho por nuestra situación en una edad donde no debería de preocuparse por eso”, agrega Mendoza.

El viaje a Washington

Cada uno de los seis niños, que viaja con una Delegación de Grupos Católicos Pro-inmigrantes, representa a los indocumentados más vulnerables en el país; tal como los campesinos, los indígenas, la comunidad del centro y sur de América, dice Gloria Saucedo, directora de Hermandad Mexicana Transnacional.

“Viajamos a Washington porque sabemos que el Papa tiene un poder moral y político muy importante. Es un Papa que hasta el momento ha abogado por otras causas muy fuertes a nivel global y queremos que esta sea una de ellas”, sostiene Saucedo.

La iglesia católica en Estados Unidos cuenta con 78.8 millones de creyentes, una de las religiones más numerosas dentro del país con el 25% de población, señala la activista, “por este motivo debe de haber unión porque la vida de estos niños está en nuestras manos”

Los efectos de la deportación

Y es que a corto plazo los niños sufren de traumas por vivir las deportaciones o pensar en estas continuamente, tal es el caso de Angelita Zamorano, una pequeña de 12 años de edad, cuyos padres son indocumentados.

“Mi papá es de Chile y mi mamá de El Salvador. Los dos son indocumentados y yo nací aquí. Quiero ser feliz pero el pensar en lo que nos puede suceder me pone muy triste”, dice Angelita, quien viaja con la delegación.

“Pienso en aquel momento que me separen de mis padres, sé que me dará depresión. Por ahora estoy con ellos y así me gustaría que fuera siempre. Por eso le pido al Papa que ayude a todos los niños como yo”, añade la pequeña de Pacoima.

Es un hecho que los niños que sufren de la separación familiar se traumatizan y emocionalmente padecen de estrés, depresión, ansiedad, falta de concentración y hasta falta de hambre o sueño, dice Saucedo.

Por otra parte, “los niños que tiene que regresar a su país de origen sufren de discriminación, falta de educación adecuada, servicios de salud y depresión porque no se pueden acoplar a un lugar donde nunca han vivido”, agrega.

La delegación que cuenta con 18 adultos sale el 21 de septiembre a Washington para luego dirigirse a Nueva York y Filadelfia.

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