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Su propósito es ayudar; primero en las fuerzas armadas y ahora en un hospital

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Después de servir casi cinco años en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Raúl Portillo decidió continuar dando su vida por la nación, pero ya no con el uniforme verde de camuflaje sino con el uniforme de enfermero.

Este mes, el oriundo de El Salvador resalta de las filas de su clase 2017 para graduarse de la Universidad Estatal de California en Long Beach con una licenciatura de ciencia en enfermería; un logro que llega tras varias luchas difíciles con una enfermedad, su ingreso a este país como indocumentado y su nueva misión a una edad adulta.

Desde pequeño, Portillo padeció de un cáncer del tejido linfático, que se encuentra en los ganglios linfáticos, el bazo, el hígado, la médula ósea y otros sitios del cuerpo. La enfermedad casi lo mata de no ser por los tratamientos y el buen trato que le daban las enfermeras a su alrededor allá en El Salvador.

“Ellas me ayudaron a aliviar el miedo y toda la incomodidad de estar en un hospital”, dice Portillo, ahora de 37 años de edad.

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Incluso su madre, que a menudo se sentía indefensa y frustrada por la enfermedad de su hijo, esta sacó fuerza del personal de enfermería, sostiene Portillo.

A eso de los ocho años de edad, Portillo y su familia decidieron mudarse a Estados Unidos para seguir tratando su condición, ya que en su país natal los expertos lo habían desahuciado.

Sin embargo, había otra lucha que vencer. El niño y su madre eran indocumentados y el viaje era largo.

“Veníamos aquí ilegalmente y solo teníamos que esperar”. Finalmente, con un pasaporte falso y un agente fronterizo “dispuesto” a ayudar, la madre e hijo ingresaron al país después de dos meses de viaje.

Milagrosamente, los doctores en Estados Unidos no le detectaron ningún signo de linfoma de Hodgkin.

“Realmente no sabía qué pensar”, dice Portillo. “No puedo decir si me curó la quimioterapia o los médicos. Siento que hubo muchos factores que contribuyeron a mi sanación”, sostiene.

Debido a que sus padres habían estado viviendo en Los Ángeles y trabajando en el campo, la familia sometió una petición bajo un programa de amnistía disponible a finales de 1980, la cual les permitió permanecer en Estados Unidos.

Recordando todos esos episodios dolorosos de su enfermedad, una vez que cumplió la mayoría de edad, Portillo se integró a las filas de la Infantería de Marina con la meta de servir a la nación.

“He estado aquí tanto tiempo que no me siento como un extranjero. Amo a este país tanto como a cualquier otra persona ciudadana”, agrega Portillo, quien en el 2002 se convirtió en ciudadano americano.

Después de servir cuatro años y medio en el ejército, trabajar en un banco y buscar una licencia como contratista, Portillo sintió que era hora de hacer algo más por la comunidad en la unidad de cuidados intensivos y oncología pediátrica.

Este sueño tampoco fue fácil para el veterano, escoger la carrera en medio de otros planes, a una edad adulta y “entre su desorganización” personal, le impedía mantener el ritmo de sus tareas, estudiar y concentrarse. Asimismo, el estrés no le permitía aprender al ritmo que los demás.

Portillo comparte ese mensaje porque sostiene que “muchos estudiantes sienten que están solos en tener este tipo de problemas, pero sí puedo compartir lo que he pasado yo mismo, entonces otros estudiantes pueden saber que no son los únicos”.

Gracias al gran apoyo de las profesoras de enfermería Wendy Dugan y Dianne Leever, Portillo admite que ambas le ayudaron a aprovechar su formación militar y aplicarla a sus estudios, lo que le permitió no darse por vencido y finalmente graduarse.

“Siento que tengo que estar haciendo una conexión con la gente y la enfermería me da la oportunidad de experimentar esto todos los días”, dice Portillo.

Hoy en día, Portillo realiza trabajos clínicos en el Miller Children’s Hospital en Long Beach, el Centro Médico Memorial de Long Beach y el Centro Médico St. Mary Medical Center y el Long Beach Senior Center.

“Entre más hago mi trabajo, más me doy cuenta que disfruto hacerlo… Estoy 100 por ciento seguro de haber tomado la decisión correcta”, agrega Portillo.

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