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Sobrevivió al abuso sexual y al cáncer para entregarse al servicio de la niñez

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Los traumas la marcaron a temprana edad y una enfermedad letal, como el cáncer, la golpeó después. Esas adversidades, lejos de estropear su futuro le sirvieron de motivación, porque se dio cuenta que su servicio puede hacer la diferencia en quienes la rodean.

“No puedes poner el dedo para acusar”, explicó Ruby Guillén, al referirse al abuso sexual que sufrió en su infancia. “Sé que todo lo que haga hoy va a afectar a otros, por eso tomé la decisión de ayudar a otras personas”.

Esa visión de la vida, indicó, la aplica en cada jornada laboral, que comienza a las las 4 pm y se extiende hasta la madrugada. “Algunas veces termino a las 4, 5 ó 6 de la mañana”, aseguró.

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En este turno lleva 11 años y como trabajadora social, en el Departamento de Niños y Familia del Condado de Los Ángeles (DCFS), se desplaza a cualquiera de las 88 ciudades que están en esta jurisdicción.

“Recibimos casos todas las noches, a veces uno o dos”, aseveró. Al recibir una denuncia, tiene que acudir a hospitales, estaciones de policía o departamentos de bomberos, agencias que por lo general realizan estos reportes.

Mientras describe sus responsabilidades, al tener que ir en auxilio de niños que son víctimas de abusos físicos, sicológicos y sexuales, ella va desgranando su propia historia.

“Recuerdo los detalles”, manifestó Guillén, de 49 años de edad, remontándose a su infancia. “Tenía dos años”, agregó, haciendo una pausa en su narración. Sin una pizca de malestar, apunta que todo comenzó con un miembro de su familia. “Era mi abuelo”, señaló.

“Te estoy enseñando como te quiero, pero es un secreto, no puedes hablar con nadie”, rememoró sobre las argucias posteriores, utilizando los dulces, chocolates y juguetes para que callara. El abuso sexual se alargó hasta los 12 años cuando el abuelo murió.

Ese silencio se convirtió en una válvula de presión. Y cuando cumplió 15 años, en vez de hablar de lo ocurrido intentó suicidarse. Tomó un cuchillo, se hizo una cortadura en la mano y en el estómago.

Ante las agencias de la ley, terminó confesando el trasfondo del problema y, como consecuencia, fue separada de sus progenitores. De esa manera fue que llegó a manos de los hogares de crianza del condado. “Mi papá y mi mamá no podían protegerme”, aseguró.

Esa ruptura, al final, le dio una luz de esperanza. En 1997 obtuvo su licenciatura en Trabajo Social, graduada de la Universidad Estatal de California en Long Beach. Este título le sirvió para ingresar al DCFS, convencida de aportar al cambio de la niñez en riesgo.

Cuatro años después de obtener su maestría, esta trabajadora social vio como su vida se le iba como arena entre sus manos. Sin muchos rodeos, el médico le dio el diagnóstico. Tenía cáncer cervical. “Me dijo que iba a morir dentro de seis meses”, afirmó.

Los exámenes médicos se transformaron en una rutina. Cada tres meses iba a observación. Ese tratamiento duró cinco años. Ahora, cuando observa la cicatriz de la cirugía en su estómago, solo le sirve para valorar la vida.

“Todos los problemas que tuve no son nada”, dijo la trabajadora social que casi llega a los 19 años en esta labor.

De esa forma, Guillén también ha utilizado su tiempo libre para crear Humanistic Technologies Inc (HTI), compañía que ha desarrollado 12 aplicaciones móviles, que tienen el objetivo de garantizar la seguridad infantil y prevenir el acoso escolar, entre otros asuntos.

“Tuve la oportunidad para echarle la culpa a todo mundo”, reflexionó en referencia a lo que ha vivido; sin embargo, ella decidió darle vuelta a la página. “Es mi responsabilidad como voy a manejar mi vida y yo hago todo lo posible por ayudar”, subrayó.

Desde 1984, por declaración de la Casa Blanca, marzo es el Mes del Trabajador Social. En el condado de L.A. hay 3,825 trabajadores en ese rubro. La asociación nacional cuenta con 132,000 miembros, a quienes se les reconoce por la entrega al servicio de los desprotegidos.

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