Anuncio

A los 21 años se paralizó su cuerpo, pero no sus sueños, mientras la pintura le ayudó a descubrir nuevos horizontes

Share

Jesús Montoya recuerda ser golpeado por su padre alcohólico por intentar asistir a la escuela. Entre sus memorias de niño, también ve a su madre sufrir de violencia doméstica mientras él trabaja a los siete años de edad para ayudar a la familia.

“Ese no era el mundo que yo quería ni para mí ni para mis ocho hermanitos. Yo quería estudiar, ser alguien”, dice Montoya, hijo mayor.

Mi arte es más que un escape de mi condición; es también una ventana a mundos diferentes. También me trae gran alegría saber que otras personas disfrutan de mi arte”.

— Jesús Montoya, inmigrantes y artista.

Anuncio

Dos décadas después de haber salido de su natal Michoacán rumbo a Estados Unidos, Montoya logra su meta a pesar de sufrir un grave accidente vial que paralizó su cuerpo a los 21 años de edad y que hasta ahora, a la edad de 39 años, le impide caminar y mover sus brazos.

Aprender inglés, asistir a la universidad y convertirse en pintor con la boca sin poder mover el cuerpo no fue fácil, dice Montoya.

No obstante, “si se tiene ganas, se tiene todo”, agrega.

Adolescencia en Estados Unidos

Montoya cruzó la frontera a la edad de 13 años rumbo a la casa de unos amigos. Dos semanas después de haber llegado, los jóvenes se regresaron a México y Montoya quedó solo, sin hogar, sin dinero, sin hablar el lenguaje y sin empleo.

El adolescente se refugió en el hogar del tío de un amigo hasta que unas amistades le ayudaron a sacar una identificación con la edad falsa para trabajar en el campo cortando frutas y vegetales.

“Trabajé casi cinco años de seis de la mañana a seis de la tarde. No era fácil hacer el trabajo de adultos bajo climas muy fríos o muy calientes. Sin embargo era la única forma de ganarme la vida, porque allá afuera nadie quería darme empleo”, dice Montoya.

Tiempo después, el joven descubrió que tenía unos tíos en San Diego, quienes le pidieron que viviera con ellos, pero lo tenían en su hogar como sirviente y le obligaban a hacer trabajos de construcción sin pagarle.

Aún así Montoya vivió con sus tíos varios años mientras trabajaba para ellos, para un restaurante y una panadería al mismo tiempo.

“No pensaba en asistir a la escuela. No había tiempo para eso”, dice Montoya.

Accidente vial

Para los 21 años de edad, el amor había tocado su puerta y Montoya había decido vivir con su novia que esperaba un hijo de él.

Todo parecía marchar bien para el joven hasta el día del accidente.

“Esa tarde llovía mucho. Yo tenía que ir de un trabajo a otro y manejaba por la autopista cuando de pronto vi un auto detrás de mí manejar muy rápido. Pensé que me iba a pegar y quise moverme”, dice Montoya. “No entendí como sucedió, pero el carro se resbaló, giró varias vueltas en el aire y fue a parar a un monte”, dice el inmigrante.

Tres meses después, Montoya despertó de un estado de coma en un hospital sin poder mover brazos o piernas.

“Ahí tuve que permanecer otro año y cuatro meses para rehabilitarme aunque los doctores habían advertido que no iba a poder caminar.

Dada su condición, el joven fue transferido a una casa especial para discapacitados, donde dice, vivió varios años enojado con la vida, triste de haber perdido a su familia que había tenido que mudarse a México y sin la esperanza de alcanzar el sueño americano.

“Nunca es tarde”

A los 25 años de edad y sin mucho que hacer, Montoya empezó a asistir a la escuela para aprender inglés. Para los 29 y 30 años, el joven se graduó de la preparatoria y había empezado a aprender a pintar con la boca.

“Todo esto gracias a una amiga que me había estado motivando a estudiar y ponerme nuevas metas al verme frustrado con la vida, enojado y amargado”, dice Montoya.

“Empecé a pintar a la fuerza porque pensaba que sin brazos no iba a poder. Ya me había insistido varia gente en hacerlo y siempre los rechazaba hasta que un día intenté. Desde entonces conocí la belleza de pintar; me sentía relajado, en paz con la vida y parecía que lo había hecho toda mi vida porque lo hacía muy bien para hacerlo con la boca”, dice Montoya.

“Mi arte es más que un escape de mi condición; es también una ventana a mundos diferentes. También me trae gran alegría saber que otras personas disfrutan de mi arte”, agrega el pintor.

En el 2007 Montoya fue aceptado a The Association of Mouth and Foot Painting Artists, la cual lo becó con clases de pintura y material. El arte del pintor se usa en calendarios y tarjetas para días festivos en todo el país.

Al mismo tiempo que pintaba, Montoya se registro en Grossmont College, en El Cajon, para graduarse en el 2011. Tres años después en el 2015, Montoya obtuvo una licenciatura en servicio social de la Universidad de San Diego. Y ahora, estudia su maestría en consejería en rehabilitación.

“Toma tiempo recuperarse de algo como lo que me sucedió. Toma valor afrontar obstáculos. Asimismo, toma más fuerza no darte por vencido”, dice Montoya.

Montoya visita escuelas preparatorias y universidades de San Diego para motivar a los estudiantes contando su historia.

“He descubierto que si tienes las ganas de hacer algo, eso es todo lo que necesitas para lograrlo”, agrega.

Anuncio