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Pidió la muerte de su esposo y un juez determinó que ella tenía el derecho

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Después de 16 años de conocerlo, Ana se casó con Fernando Romero planeando tener hijos, un hogar estable y un futuro feliz; pero poco tiempo después tendría que pedir la muerte del amor de su vida.

“Yo siempre le decía que quería hacerme viejita a su lado”, manifestó Ana.

Llegó el día de la boda, las fotos reflejaron risas, miradas de amor y caricias tímidas ante los presentes.

Tres años dentro del matrimonio, todo parecía marchar como Ana lo había soñado. Hasta que un 13 de mayo del 2015, mientras ella estaba embarazada de su segunda hija, Fernando repentinamente se enfermó y sufrió un daño cerebral severo por falta de oxígeno.

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La tragedia dejó al joven padre, de 35 años de edad, en un estado vegetativo permanente, sin posibilidad de recuperación.

Para la Mujer todo el futuro planeado con su esposo se había desmoronado, después de pedirle a los expertos una y otra vez que le hicieran estudios a Fernando, para saber si había esperanzas.

“Él era el amor de mi vida. El padre de mis hijos… Pesaba 210 libras cuando nos casamos. Tras todo lo ocurrido llegó a pesar 98 libras”, explicó.

Después de que Fernando sufriera numerosos episodios de infección y neumonía, por más de año y medio, Ana aceptó a regañadientes su muerte asistida y ordenó que él recibiera cuidados paliativos en el hogar.

“Mi esposo era una persona muy tímida. No le gustaba que los extraños lo tocaran, ni mucho menos que lo vieran desnudo. En el estado en el que se encontraba, necesitaba cuidado las 24 horas al día, cambio de pañales, servicio para alimentación y baños”, dice Ana.

“Como su esposa, yo lo conocía bien. Sabía que a él no le hubiera gustado esa vida si se le puede llamar así”, agregó.

Antes de poder trasladar a Fernando al hogar junto con sus hijas, un 9 de diciembre del 2016, su hermana y sus padres presentaron dos demandas contra Ana.

El primer juicio buscó anular la autoridad de toma de decisiones de la salud de Ana, y la segunda demanda instó a la corte a designar a su hermana como representante de la salud de Fernando, para mantenerlo con soporte vital artificial.

La hermana y los padres de Fernando afirmaron que, debido a que se había criado como católico devoto, no hubiera querido que le quitaran el tubo de alimentación.

Para angustia de Ana, insistieron en que estaba mostrando signos de conciencia, a pesar de que un médico que habían contratado para examinarlo, había llegado a la conclusión de que estaba permanentemente inconsciente, haciéndolo incapaz de hablar o de comprender y responder preguntas verbales.

“Para ver si me equivocaba, llevé a nuestro hija recién nacida al hospital para visitar a su padre, esperando que la reconociera. Estaba tan triste cuando no lo hizo”, dijo Ana.

Fernando falleció el 3 de junio del 2017 por causas naturales, dentro de una batalla legal familiar por su vida o su descanso.

Quince meses después de que la familia de Fernando demandó a su esposa, un juez dictaminó que Ana tenía el derecho legal de pedir asistencia para su muerte.

Jonathan Patterson, uno de los abogados que llevó el caso de Ana, dijo que el caso fue difícil, porque al fin dos familias se dividieron porque y no hubo directiva de qué hacer con su vida en un caso como estos.

“El mensaje para la comunidad es que necesitamos hablar del tema, especialmente las minorías, que dejan estas conversaciones en el olvido. La gente que nos ama necesita saber qué hacer”, dijo el jurista.

“Y finalmente la gente que está más cerca de nosotros sabe lo que nos conviene, a pesar de que otros familiares puedan opinar diferente”, dijo Patterson.

Ana resalta que una vez que su esposo murió, ella pudo haber dejado su caso atrás, pero no lo hizo por defender su derecho.

“Espero que algún día su familia comprendan mi lucha. Me casé con mi marido prometiendo estar con él en las buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad… Mi hija más pequeña tiene dos años, y la mayor tiene cuatro”, dice Ana.

“Pedir su muerte asistida fue la decisión más difícil que tuve que tomar. No era justo para él vivir así”, concluyó.

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