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En Santa Mónica, los padres pagan hasta $1,000 por un curso que prepara a sus hijos para kínder

KinderPrep es un programa de verano de una semana de duración en Santa Mónica. Allí asisten los niños que ingresarán al jardín de niños.

KinderPrep es un programa de verano de una semana de duración en Santa Mónica. Allí asisten los niños que ingresarán al jardín de niños.

(Katie Falkenberg / Los Angeles Times)
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Los estudiantes del programa de verano se dejan caer sobre un tapete anaranjado al mismo tiempo que escuchan a la maestra, Elizabeth Fraley, leer un libro en voz alta.

Mientras Fraley va señalando distintos animales, los niños se turnan para colocar el león y el oso polar sobre un pizarrón.

Antes hablaron de las partes del libro -la portada, la contraportada, las páginas centrales. Es Santa Monica y la gente pasa frente a ellos con sus perros.

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Kinderprep is a weeklong summer program in Santa Monica for children who are about to enter kindergarten. (Katie Falkenberg / Los Angeles Times)

Estos niños están en KinderPrep, un campamento de una semana de duración, con costo de $1,000, diseñado para preparar a los pequeños para ingresar al jardín de infantes. Los alumnos oscilan entre los tres años y medio, y los cinco años de edad.

Ese día, más temprano, los padres -y al menos una niñera- dejaron a los chicos en Colorado Center, un complejo de oficinas ventiladas, con parque propio y seguridad privada. Entre sus inquilinos figuran Hulu, HBO y Academic Achievers, empresa de consejería y tutoría privada, responsable de KinderPrep.

Ahora es común para los padres del lado oeste de Los Ángeles inscribir a sus hijos en estos programas de tutoría temprana. Algunos de los niños del grupo también están inscritos en sesiones individuales, que cuestan entre $120 y $200 la hora. Estas iniciativas realmente ayudan mucho a los estudiantes, aseguró Fraley, directora de KinderPrep.

“Cuando ingresan al jardín de infantes no es broma. Es como ir al primer grado”.

Los padres compiten por una vacante en jardines de niños muy codiciados dentro de las escuelas privadas de élite, que cobran más de $25,000 al año. “Es todo muy competitivo”, afirmó Jenni Silberstein, mientras observa cómo su hija de 5 años, Lily Joyner, se concentra en su ejercicio de escritura. “Esto es algo que hacen más los padres de escuelas privadas”, expresó Silberstein, una psicoterapeuta.

Lily comenzará el jardín de infantes en Kenter Canyon Elementary, una escuela pública del Distrito Escolar Unificado de Los Angeles en Brentwood, pero sus otros dos hijos mayores asisten a una escuela privada, y Silberstein cuenta que Lily constantemente les pide que le enseñen a leer.

El día de campo había comenzado en el área verde del complejo, en donde los niños debieron abrir sus carpetas personales. Cada uno tenía fotos de su familia, pedidas con anticipación a los padres. Fraley pegó las fotos de los niños en un cuaderno, dejando suficiente espacio para que pudieran escribir.

Quienes aún no sabían escribir recibieron la ayuda de tres instructores, quienes señalaban con marcador amarillo lo que los niños querían decir, y luego les mostraban cómo dibujar cada letra con tinta más oscura.

Después llegó el momento del círculo. Los niños dejaron sus mesas para pasar al tapete, en donde están rodeados de animales de peluche. Fraley repasó con ellos los meses del año, y esto los llevó a hablar sobre las fechas de sus cumpleaños. La maestra aplaude rítmicamente para captar la atención de los chicos; la estrategia funciona, todos se tranquilizan. Entonces, al unísono aplauden en la misma secuencia.

A continuación, llegó el momento de practicar cómo caminar en línea hasta la cafetería. Allí, cada instructor se sentó con cuatro niños a leer un libro acerca de los números. Uno de los grupos dibujó juguetes, literas y otras cosas que se pueden encontrar en una casa. Cuando ese trabajo finalizó, los niños tomaron sus carpetas y caminaron en una sola fila hacia el pasto nuevamente. Empacar sus cosas les enseña responsabilidad; formarse y caminar en una sola fila permite que se acostumbren a seguir instrucciones, detalló Fraley.

A la hora del almuerzo, los pequeños pueden tomar fruta orgánica, dulces de goma y agua de aloe vera proporcionada por el programa, aunque muchos otros llevan su propia comida, debido a ciertas restricciones en sus dietas. Fraley asegura haber visto hasta un paté.

Incluso durante el almuerzo o en el tiempo de recreo, Fraley y otros instructores observan a sus estudiantes y los impulsan a pensar más profundamente. La docente señala que quería observar cuántos “círculos de comunicación” podía terminar cada estudiante, y cuántas conversaciones podían mantener. “Yo les converso sobre lo que ellos están hablando, y añado un par de adjetivos”, explicó.

Cuando una niña comentó que pronto iría a San Diego, Fraley señaló hacia arriba y hacia abajo, y le pregunto “Entonces, ¿irás al norte o al sur?”.

Cuando los niños pintaron un arco iris, la maestra le preguntó a Lily: “¿Has visto un arco iris antes?”.

“Sí”, contestó la niña.

“¿En dónde?”.

“No recuerdo”, respondió Lily, ocupada y concentrándose en terminar un arco perfecto de color azul en su lienzo”.

Si desea leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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