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En los días lluviosos bajan los clientes, pero los comerciantes ponen buena cara

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Con la sequía de los últimos años, se esperaban las lluvias como ‘agua de mayo’. Las precipitaciones, sin embargo, no generan el mismo impacto en toda la población, eso obliga a sectores afectados a buscarle el lado amable al clima, a pesar de sufrir pérdidas económicas.

“No puedo estar acostado todo el día, cuando llueve tengo que buscar otra cosa que vender”, aseguró un comerciante en el centro de Los Ángeles, mientras esperaba a clientes que compraran sus paletas y helados, productos que son desplazados por café, chocolate, atole o champurrado.

Las principales arterias de la ciudad se quedan vacías con las lluvias, sostiene Rudy Galicia. Desde que llegó al Sur de California, a principios de los ’90, ofrece perfumes a los transeúntes que pasan frente a la estación del Metro, en la área del parque MacArthur. Al día vende un promedio de 7 frascos.

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“En un día regular gano un promedio de 30 dólares, si llueve no gano nada”, valoró sin quejarse, destacando que incluso los comerciantes no llegan al parque. “El flujo de clientes baja un 25% y algunos vendedores se quedan en casa; yo saco mi manta o plástico, pero siempre vengo”.

Con los días buenos, Galicia se repone y afirma que saca los 700 dólares para la renta.

Según la investigación “Trabajadores con Esperanza, Trabajos Marginales: La Fuerza Laboral Informal en Los Ángeles”, la comunidad inmigrante constituye el 61% del trabajo informal en Estados Unidos, donde el promedio de ganancia es de $12,000 dólares anuales.

“Hay que luchar por la vida, si no trabajamos no comemos”, manifestó Evarista Moreno al tiempo que bajaba cajas de cartón de su vehículo, productos que recolecta para vivir desde 1985.

Cada mañana, esta mujer oriunda de Guerrero, México sale a buscar el cartón a supermercados y tiendas. A sus 74 años de edad, este trabajo lo realiza solitaria. “Antes me ayudaban mis hijos, pero hoy no tengo a nadie”, comentó la inmigrante quien no se inhibe al trabajo fuerte.

“Ando por toda la ciudad, hay que ir a donde están los cartones. Cuando llueve me pongo una capa impermeable y botas de hule”, aclaró. “Hay que hacer la lucha, el gobierno no nos da nada, ni Medical me da”, cuestionó al tiempo que terminaba de descargar lo recolectado.

En otro vecindario de la ciudad, Carmen Estrada se colocaba unos guantes en sus manos y le daba vuelta a dos pedazos de carne.

“¿Salsita picante?”, le preguntó a una cliente.

“Sin chile”, respondió.

La comerciante controlaba la carne y movía de forma simultánea unos pastelitos de carne y verduras en el sartén.

“¿Cómo lo va a querer?”, le dijo a otro cliente, después de poner la carne y frijoles en el plato, el cual iba acompañado de crema, un huevo duro y tortillas. Una asistente cobró los 6 dólares por la comida y ahora había que preparar el siguiente pedido.

¿Cómo le impacta las lluvias a su negocio? Se le preguntó.

“Afecta porque se invierte dinero y la gente no sale, perdemos porque no hay con quien vender”, manifestó la oriunda de El Salvador, detallando que gasta entre 150 y 200 dólares diarios en productos.

“Nos impacta porque nos mojamos la espalda”, indicó entre risas, aseverando que aunque truene ella no deja de salir a la calle, porque es el sostén para hijos y nietos en su tierra natal. “Dios las echa y ya, a la hora que quiera”, concluyó poniéndole buena cara a los tiempos lluviosos.

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