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Tibia respuesta al movimiento ‘Un día sin inmigrantes’ en Los Ángeles [VIDEO]

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En Los Ángeles, donde los inmigrantes son parte de la vida diaria, el mensaje de “Un día sin inmigrantes” resonó, pero la participación fue tibia comparada con lugares como Detroit, Washington DC y algunas ciudades de Texas.

Muchas organizaciones inmigrantes dijeron que no habían sido informadas sobre la protesta y estaban ocupadas manejando las necesidades de las familias amenazadas por los planes del presidente Donald Trump. Muchos inmigrantes dijeron que simplemente no podían permitirse saltarse un día de trabajo.

Fue un movimiento sin el rostro visible de alguna organización defensora de los derechos de los inmigrantes. Una acción que surgió de forma anónima en las redes sociales el llamado a “Un día sin inmigrantes”.

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En apenas dos horas, Sol Mejía recibió en su teléfono la llamada de tres clientes preguntándole a qué hora iba abrir hoy su negocio donde renta desde mesas y sillas hasta hinchables para fiestas. El celular anunciado en el camión estacionado afuera de su tienda en Bell Gardens no dejaba de sonar, pero su respuesta siempre era la misma: “hoy no vamos abrir”.

Mejías’ Party Supplies es uno de los negocios latinos que hoy se sumaron a la movilización de “Un día sin inmigrantes” promovida en las redes sociales pero sin que nadie se haya responsabilizado de su convocatoria.

El boca a boca y lo leído en las redes fue suficiente para que muchos cerraran hoy sus puertas y, con ese gesto, mandarle un mensaje al presidente Donald Trump contra las políticas que muchos califican como discriminatorias y racistas.

“Ese señor tiene que entender que este país sin latinos no es nada. Somos los que más trabajamos, hasta cuando estamos enfermos”, dijo Sol, quien ayer le puso gasolina a su coche “para no tener que gastar hoy”.

Algunos mensajes en las redes sociales promueven que faltando este día al trabajo se habrá conseguido mucho más de lo que se pierde, pero ninguna organización pro inmigrante ha respaldado esta convocatoria.

Y aunque el impacto pudiera ser simbólico a nivel económico, a nivel social ha despertado la solidaridad de un pueblo que siente las arremetidas de la administración del presidente Donald Trump, según algunos expertos.

“Este movimiento social contemporáneo es similar a los “Indignados” de España (M-15 de 2011-2015) o al Movimiento de Ocupación (Occupy Movement, 2011) en Estados Unidos que no tenían cabeza visible, pero sí una estructura, con apoyo de sindicatos y algunas organizaciones que se sumaron a la causa en aquellos tiempos”, analizó Octavio Pescador, investigador y fundador del Instituto Paulo Freyre de UCLA.

“En este caso, las organizaciones pro-inmigrantes han aprovechado la idea y aunque no tienen que saber quién convoca, se suman a ella para encontrar los mecanismos y tratar de apelar al coro de quienes se sienten atacados y a los que están en los banquillos [del poder]”.

El restaurante Honduras Kitchen sí se sumó al paro. En su página de internet y en la puerta del establecimiento en Huntington Park hay un aviso que dice que hoy está cerrado en apoyo al día sin inmigrantes.

Desde Washington, DC a Filadelfia, y desde Austin, Texas a Los Ángeles, y otras ciudades de Estados Unidos, los inmigrantes documentados e indocumentados se quedaron en casa para participar en el boicot contra la represión del presidente Trump contra la inmigración, que incluye planes de construir un muro en la frontera con México y la prohibición de entrada al país de siete naciones de mayoría musulmana.

Pescador consideró que el llamado a “Un día sin inmigrantes” es clave en la actualidad histórica de esta población.

“Recordemos que el triunfo de Cesar Chávez se logró no porque todos los latinos estuvieran de su lado al principio, sino porque a su mensaje se le fueron sumando las mujeres, los blancos y llevó toda su lucha hacia un movimiento nacional”, dijo el catedrático de UCLA. “Sentó las bases de una conciencia colectiva para transformar las injusticias y, en estos momentos, las redes sociales están jugando un papel muy importante en alcanzar la solidaridad”.

Sin embargo, celebrar el poder de convocatoria de las redes sociales como Facebook y Twitter que alienta a todos los migrantes al paro, no es un tema que se daba seguir exclusivamente con pasión, algunos aconsejan también precaución o a cambio, invitan a unirse a la marcha que este sábado partirá de Pershing Square hasta el Ayuntamiento de Los Ángeles.

“Celebro que a alguien se le haya ocurrido llamar a ‘Un día sin inmigrantes”, expresó Enrique Ulloa, profesor de una primaria del LAUSD, “Pero también hay que tener cuidado porque la gente puede caer en el engaño y terminar perdiendo por hacer caso a todo lo que ahí se publica”.

Ulloa, de 50 años de edad, quien fue traído por sus padres de El Paraíso, Zacatecas, a la edad de 7 años, decidió no trabajar este jueves 16 de febrero, en respaldo a su comunidad.

La marcha cuenta con el apoyo de activistas y organizaciones, y se ha diseñado con el fin de enviar un mensaje a Trump de que los latinos tienen mucho que decir en este país.

Voces que optan por laboral

Pero otros locales, como Pieloon en Downey, donde el dueño es mexicano, sirvieron como cada día desayunos desde tempranas horas de la mañana.

“El propósito es bueno, pero no todos podemos faltar al trabajo, porque si yo hoy no vengo, es un día que no me pagan”, comentó Marcela Rojas, mesera del restaurante.

Pero su vecino de negocios, Alex Núñez, no lo ve de la misma manera porque dice que no se puede permitir cerrar su taller mecánico.

“¿Acaso Trump va a venir a pagar los 200 o 300 dólares que puedo hacer en el día?”, dijo Alex incidiendo en que “un día sin latinos no sirve de nada”.

“Tendría que ser una semana entera, o dos, donde todos cerremos. Pero todos. Y el que abra, que le den una multa, pero así no vamos a conseguir nada”, agregó.

Cecilia Martínez, una madre soltera de 36 años de edad, tampoco se incorporó al movimiento de protesta.

“Desafortunadamente yo no me pude sumar al paro, pero aun así me duele que nos quieran tratar como criminales”, opinó.

Cecilia, quien labora empacando alimentos en un banco de comida para ancianos, escuelas e iglesias de Los Ángeles, contó que sus papás la trajeron a ella y a sus hermanos Javier y Juan desde Zamora, Michoacán, cuan eran niños. Hoy, todos son ciudadanos estadounidenses.

“Nosotros no somos malos; tratamos de hacer lo mejor en la vida para nuestras familias”, dijo. “Trabajamos y pagamos impuestos; no entiendo por qué nos odian”.

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