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Para los maestros veteranos, no es sorprendente que los jóvenes se alejen de la profesión

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A juzgar por mi correo electrónico, muchos maestros de las escuelas públicas de California se sienten desmoralizados y se cuestionan acerca de cómo continuar su carrera.

No todos están sorprendidos de que muy pocos estudiantes universitarios quieran estudiar docencia.

Mi columna de la semana pasada, acerca de la creciente disminución de maestros, generó una lluvia de respuestas. La mayoría de ellas provienen de maestros que actualmente ejercen la profesión o de algunos ya retirados.
El volumen y la intensidad de respuestas coincidió con lo que se debe esperar de una columna acerca de temas tan contenciosos como las armas de fuego, el aborto y los impuestos.

“Soy una maestra retirada, que años atrás alentaba a sus hijos continuar en la docencia”, escribió una mujer. “Tristemente, ahora es la última profesión que le recomiendo a mis nietos en edad universitaria”, se lee en una de ellas.

Esta exmaestra del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) pidió mantener el anonimato debido a que “todavía tengo familiares, agotados y desanimados, que se dedican a enseñar”.

La jubilada, que ahora es voluntaria en un salón de clases, compartió su experiencia acerca de un niño de 8 años de edad, quien está “confundido, aburrido, y que con frecuencia no reconoce su necesidad de ir al baño”, pero aún no recibe educación especial. Esto se debe, probablemente, a la particular escasez de maestros de ese sector.

También relató la historia de una estudiante de 7 años de edad, hija de una mujer que ‘entra y sale de rehabilitación’ y [que] ha enseñado a su hija a que nunca debe obedecer las reglas. Así que la niña se niega a trabajar, se tira al suelo y grita, intimida a sus compañeros de clase y utiliza ciertas malas palabras que harían ruborizar a un conductor de transporte de carga.

La jubilada considera que los “ataques a maestros, la falta de respeto a la profesión... no son asuntos de los políticos, sino de los padres, que o bien abandonan a sus hijos, o les dan ejemplos que son faltas de respeto y de entendimiento”.

La mujer llegó a la siguiente conclusión: “Los jóvenes hacen bien en buscar otras carreras, hasta que la sociedad observe seriamente y sea honesta de lo que han hecho de esta profesión”.
Otros correos electrónicos hicieron eco de sus sentimientos. Sólo un puñado aclamó la docencia.

“La enseñanza es una joya escondida en una carrera que sólo necesita de un ligero empujón para que los jóvenes se interesen en ella”, escribió Bob, un profesor de preparatoria retirado del Valle de San Fernando. El exmaestro recomienda “un programa de publicidad modesto y no dar tantas vueltas para obtener una credencial de maestro”.

En cuanto a la carga de trabajo nocturno que conlleva la calificación de exámenes, el exprofesor señaló: “Lo hice durante cuatro años hasta que advertí que lo único que la mayoría de los maestros llevaban encima al estacionamiento eran las llaves de su auto.

“Mi difunta esposa”, continúa, “nunca alcanzó la categoría de ser una maestra ‘llave de automóvil’. Durante 38 años ella enseñó inglés en la escuela preparatoria -además de oratoria, debate y periodismo- y siempre calificaba trabajos en la noche. Todo ello, además de completar papeleo de la escuela, guiar a los estudiantes en sus ensayos de discurso a llevar estudiantes a los torneos de debate”.

“Ella amaba a los niños y la enseñanza. Pero estaba frustrada con los administradores tímidos, las instalaciones decrépitas y las nuevas y aparentes “reformas” de cada año”, sigue. “También estaba el deprimente hecho de que muy pocos padres se presentaban a la reunión del ‘regreso a clases’ para saber cómo era la situación de sus hijos en el aula. Y cuando llamaba a los padres para prevenirlos del comportamiento de sus adolescentes en la escuela, sólo escuchaba que era una ‘mala profesora’”, culmina.
He leído varias cosas similares en los mensajes de correo electrónico. La falta de disciplina dentro del salón de clases fue la queja predominante.

“Nadie va a estudiar para ser maestro después de escuchar las historias de horror que emanan por la falta de disciplina”, informó Dave, cuya fallecida esposa se dedicaba a la enseñanza. “Un día llegó a casa y dijo que ‘ya no era divertido enseñar’”. Pero la gota que derramó el vaso, cuenta el email, “fue un chico que obstinadamente se negó a dejar de jugar con su teléfono inteligente dentro de la clase. La maestra envió al estudiante a la oficina del director, pero en breve regresó con una nota de readmisión y haciendo una mueca. Mi esposa prefirió retirarse”, cuenta.

Esta situación puede empeorar. “A mi esposa, un estudiante le robó su bolso después de clase, mientras que otro niño la distraía para que le diera asesoramiento académico”, dice otro correo.

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Gary, que enseña en una escuela rural cerca de Modesto, escribió: “La pobre y poca disciplina se ve reforzada por la administración. Si un niño se metió en problemas y es hijo de una persona políticamente importante en la comunidad, la administración mira al otro lado y dice que los estudiantes sabían que ‘se trataba de un juego’”.

El sueldo no parece ser la máxima prioridad para las personas que enviaron estos correos electrónicos. El salario promedio para un maestro que recién comienza es de $40,000 a $44,000, según el distrito, de acuerdo con el departamento de educación del estado. El máximo puede llegar entre $89,000 y $92,000. Ése es el quinto mayor pago en la nación. Sin embargo, el costo de vida en California es también alto.
Los maestros tienen vacaciones de verano. “Los estudiantes universitarios no entienden que contar con entre cuatro y seis semanas de descanso en el verano es IMPAGABLE”, escribió Gale, una enfermera que ha intentado que sus hijos estudien docencia. “Pero ellos se ríen de mí”, dice.

California tiene el promedio de clases más grandes de la nación. A menudo, los profesores deben pagar por sus propios suministros. Las pensiones son buenas -un promedio de $38,000 a los 61 años, después de haber ensenado durante más de dos décadas y media- pero en California, ellos no pueden complementar su retiro con la Seguridad Social.

En la última década se ha producido un descenso del 70% en las personas que se preparan para ser maestros en este estado. En 2015 se emitieron 15,000 nuevas credenciales, pero el superintendente estatal de Instrucción Pública, Tom Torlakson, afirmó que se necesitan 22,000 maestros. “Es un problema grave”, señaló, “y sólo estamos viendo la punta del iceberg”.

En la actualidad, es claro que menos jóvenes optan por esta profesión. Los ‘baby boomers’, además, se están retirando.

Torlakson y algunos legisladores están en busca de lograr algunos cambios, como el entrenamiento temprano de docentes, incluso durante la escuela preparatoria. También más tutoría y condonar los préstamos estudiantiles.

Pero, sobre todo, más maestros y maestros jubilados necesitan sentirse nuevamente orgullosos de su profesión. Luego se les podrá ‘vender’ la docencia a los jóvenes.

george.skelton@latimes.com

Twitter: @LATimesSkelton

Traducción: Diana Cervantes

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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