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Felicitaciones por tu graduación. Ahora renuncia a tus sueños

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En las próximas semanas, en innumerables discursos de graduación que se escucharán en las escuelas preparatorias y colegios, se animará a los graduados a que persigan sus sueños, luchen por sus pasiones y a que no se conformen con menos de lo que quieren, lo cual es un consejo espantoso.

Hace unos años, Stephen Colbert, comediante y presentador de televisión, ofreció una sabia sugerencia durante un discurso de graduación en su alma mater, Northwestern University. Recordando que una vez aspiró a interpretar a Shakespeare en la calle mientras vivía en un sencillo y desolado apartamento, señaló que no estaba arrepentido de que las cosas hubieran resultado de forma distinta. “Si todo nos hubiéramos quedado atorados con nuestro primer sueño”, señaló Colbert, “el mundo estaría infestado de vaqueros y princesas”.

Los sueños de segunda o tercera prioridad, con los que los que estudiantes llegan al campus de la universidad, rara vez son mucho mejores que el primero. En algunos casos, esto es obvio para casi todos, excepto para el soñador: quien estudia medicina quiere curar el cáncer pero cae dormido en su clase de bioquímica; la aspirante a diva ignora su pésima calificación en música (tanto como su ‘A’ en física).

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Pero incluso cuando la pasión de un joven de 18 o 22 años por una vocación en particular se basa en logros impresionantes y seria reflexión, es como otras relaciones a esa edad. Renunciar inmediatamente podría ser un error, pero casarse con la idea es un error más grande todavía. Es mejor permanecer abierto a otras ideas y a nuevas posibilidades de profesión.

Uno de nosotros fue editor de su periódico de la escuela, presidente de una asociación regional para los aspirantes a periodistas y fundador de una revista noticiosa nacional antes de estudiar periodismo. Durante su año penúltimo año en la universidad, estando ya bien encaminado en su sueño de ser un periodista de carrera, un profesor de sociología reconoció que él tenía además otros intereses y talentos. Después de una serie de conversaciones con el profesor y disfrutando de varios cursos fuera de su facultad, decidió asistir a la escuela de posgrado en sociología.

Otro de nosotros ingresó a la universidad después de un viaje educativo que podría describirse como poco centrado y sin incidentes. Pero después de estar sentado en dos clases de poesía, con un profesor brillante que hizo que el tema pareciera ser lo más importante en el mundo, decidió que quería ser profesor. Después de considerar seriamente hacer el posgrado en historia del arte, su amor por las políticas públicas lo llevó, en el último minuto, a la economía.

Incluso en la escuela de postgrado -y ni que decir en la universidad- ninguno de nosotros imaginaba terminar en nuestras posiciones actuales. ¿Quién sueña con convertirse en presidente de una universidad? Pero, después de muchos años como profesores de tiempo completo e investigadores, se presentaron atractivas oportunidades y nos atrajo lo que algunos profesores llaman ‘el lado oscuro’, el mundo de la administración universitaria.

Los estudiantes universitarios nunca consideran muchas vocaciones potencialmente gratificantes, porque no son lo suficientemente atractivas para llamar su atención, o porque todavía no existen. Cualquier aspirante a Steve Jobs haría bien en recordar que en 1972, cuando el creador de Apple se graduó de la preparatoria, no aspiraba a ser la cabeza de una empresa que fabrica teléfonos de bolsillo que conectan con algo que se llama internet.

Los jóvenes también deberían tomar nota de una cita de Jobs recordada a menudo, que dice que si él no se hubiera sentado en un curso de caligrafía en la universidad, la Mac no tendría su extraordinaria tipografía. Centrarse en una profesión en particular durante la universidad podría aumentar las probabilidades de anotarse un gol en el mercado del primer trabajo o en en el juego de admisiones al posgrado, pero reduce la capacidad para responder a las muchas sorpresas que saldrán al paso a lo largo de una vida laboral y personal.

Los próximos a graduarse que no tienen ni la más remota idea qué quieren ser cuando sean grandes, no necesitan preocuparse. Y los que creen que ya saben cuál es su plan de vida a los 22 años, harían bien en reconocer que aún están en desarrollo como seres humanos y que sus visiones sobre lo que sería una vida satisfactoria pronto podría ser muy diferente a lo que imaginan hoy.

Una palabra para los padres que se encuentran en las gradas escuchando trivialidades acerca de ‘perseguir’ los sueños: ustedes no dejaron que sus bebés crecieran para ser vaqueros. ¿Por qué querrían que la ambición de sus hijos en este momento sea realmente la última?

Barry Glassner es presidente y profesor de Sociología en Lewis & Clark College. Morton Schapiro es presidente y profesor de economía en Northwestern University.

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Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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