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Paraguay: Miles esperan misa papal en santuario de Caacupé

Un grupo de personas cantan mientras esperan para asistir a la misa que oficiará el papa Francisco en Caacupé, Paraguay, el 10 de julio de 2015. (Foto AP/Jorge Saenz)
(Jorge Saenz / AP)
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Cuando Marta Noella era una niña, cuenta, recibía frecuentes golpizas de su estricto padre. A los 14 años estaba tan deprimida que planeó suicidarse arrojándose ante un auto, recuerda.

Lo que sucedió después lo atribuye a un milagro de la virgen de Caacupé, cuyo santuario es el lugar de peregrinación más importante de Paraguay y será el escenario de una misa oficiada por el papa Francisco el sábado.

“Sentí la presencia de Dios y ahí decidí que quería vivir”, dijo Noella, una universitaria de 23 años que pasó la noche en pie cerca de la basílica con la esperanza de poder ver a Francisco a su llegada al templo.

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El santuario de Caacupé, que alberga una pequeña estatua de madera de la virgen María, ocupa un lugar importante en el corazón del pontífice. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, el entonces monseñor Jorge Bergoglio solía visitar el barrio marginal Villa 21 donde viven muchos inmigrantes paraguayos, para acompañarlos en sus procesiones religiosas y celebrar bautismos en su iglesia, Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé. El sábado oficiará una misa en el templo original a la que se espera que acudan miles de fieles.

El viernes por la noche, decenas de miles de personas habían llegado ya al lugar. Muchos llevaban sillas y mantas, ocupando parte de la plaza y la calle por la que llegará Francisco. Grupos de jóvenes coreaban “¡Papa Francisco, Paraguay está contigo!” mientras otros más mayores se arrodillaban cada tanto sobre el concreto para orar. Durante los esporádicos chaparrones, los fieles hicieron uso de ponchos de plástico y paraguas, compartiendo dulces y tomando mate para mantenerse calientes.

María Luisa González, de 54 años, rezaba sentada junto a su marido. Relató cómo, cuando tenía ocho años, sufrió un dolor de estómago terrible que la acompañó durante semanas. El día que sus padres decidieron llevarla al médico, vio una pintura de la virgen de Caacupé colgando en el carro de un vendedor ambulante.

“Me sentí tanto mejor que no fuimos a la cita”, explicó. “Después de eso creí en los milagros de la virgen. Desde que tenía 15 años, todos los años vengo para dar las gracias”.

La leyenda cuenta que la imagen de la virgen fue tallada por un hombre guaraní llamado José, que según muchos relatos fue uno de los primeros en convertirse al cristianismo a principios del siglo XVII. La orden de los jesuitas, a la que pertenece Francisco, y los franciscanos evangelizaron la región y crearon asentamientos que dieron a los indígenas de la zona una autonomía poco habitual.

Según la tradición, José llevaba un cargamento de madera de regreso a su aldea cuando vio a un grupo rival que luchaba contra la llegada del cristianismo y mataba a conversos. Se escondió detrás de un árbol y rezó a la virgen, prometiendo tallar una estatua con su imagen si no era descubierto. Su historia es considerada la primera de los muchos milagros en el que se convertiría en el centro religioso de este pobre país con 6,8 millones de habitantes enclavado entre Bolivia, Argentina y Brasil.

Aunque el cristianismo está amenazado por el laicismo y los evangélicos en gran parte del hemisferio, Paraguay sigue siendo abrumadoramente católico. El 89% de la población del país profesa el catolicismo, según el Centro de Investigación Pew.

Las raíces indígenas del país siguen siendo muy potentes. Incluso los paraguayos más adinerados descendientes de linajes europeos se enorgullecen de hablar guaraní, y es probable que Francisco emule a Juan Pablo II, que utilizó esa lengua para saludar a los fieles en 1988, en la última visita papal a la nación sudamericana.

Durante años, Francisco ha tenido una debilidad confesa por Paraguay. Ese afecto se hizo evidente el viernes por la tarde a su llegada a Asunción, en el último tramo de su viaje por tres de los países más pobres del continente, que incluyó visitas a Ecuador y a la vecina Bolivia.

El pontífice elogió las mujeres paraguayas por su importancia en la recuperación del país tras una guerra regional en la década de 1860 que acabó con más de la mitad de la población, la mayoría hombres. Alentó los pasos dados por la nación hacia una democracia estable y el crecimiento económico tras la violenta dictadura de Alfredo Stroessner entre 1954 y 1989. Además pidió que no cesen los esfuerzos para atajar la corrupción.

Se espera que su mensaje del sábado sea más pastoral, uniéndose a los miles de peregrinos que viajan a Caacupé cada año para rezar ante la virgen. Allí podría toparse con algunas caras conocidas: Unos 200 residentes de Villa 21 realizaron un viaje de dos días en autocar para saludar a su ex sacerdote en un templo muy importante para ambos.

“Hay niños, adultos, familias”, dijo el organizador del viaje, el sacerdote Lorenzo de Vedia, en Buenos Aires a principios de esta semana. “El papa es muy querido aquí, para la gente de la villa es uno de ellos porque hemos compartido primera comuniones, confirmaciones, bautismos”.

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, confirmó que Francisco insistió en ir a Caacupé “porque tiene una conexión personal con la Virgen de Caacupé, gracias a su labor pastoral” en Buenos Aires.

Para los fieles que desafiaban el frío de la noche paraguaya, la decisión del pontífice de viajar al país fue una bendición.

“Otros familiares han vivido milagros pero yo no”, dijo Arsenio Franco, un policía de 24 años. “Quiero ver al papa y espero vivir un milagro”.

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