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Cómo Peter Pan se adelantó por décadas a los descubrimientos de la neurociencia

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Hace un par de años, la neuropsicóloga de la Universidad de Cambridge Rosalind Ridley, estaba revisando la biblioteca de una amiga y se encontró con las historias originales de Peter Pan, de J. M. Barrie.

Fue solo entonces que Ridley se percató de que no era simplemente un encantador cuento de hadas y animales parlantes.

Dentro de las fantasiosas aventuras de Peter, Barrie había ocultado algunas profundas percepciones sobre la mente humana y, en particular, la forma como se desarrolla durante la niñez.

“Eso me enganchó y entre más leía, más descubrí”, dice Ridley.

Y fue la inspiración para un nuevo estudio suyo que explora las agudas observaciones del autor sobre los recuerdos, los sueños y el rompecabezas de la consciencia.

De hecho, Ridley argumenta que las aventuras de Peter apuntan hacia teorías científicas que surgieron mucho tiempo después de la creación del personaje ficticio.

Arte y ciencia

Peter Pan apareció por primera vez en 1902 en la novela para adultos de Barrie “El pequeño pájaro blanco”.

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Luego pasó al primer plano en la obra de teatro y novela para niños “Peter y Wendy”, de 1911.

Ya para entonces Barrie era un escritor establecido, que se codeaba con personajes de la época como el psicólogo pionero estadounidense William James, hermano del escritor Henry James.

Esos contactos le pudieron permitir conocer las principales teorías científicas del momento que enriquecieron su, ya de por sí, fértil imaginación.

Todo parece seguir una tradición de gran polinización cruzada entras las artes y las ciencias, especialmente en la literatura infantil.

Como “Los Niños del Agua”, de Charles Kingsley, escrita, en parte, como respuesta a la Teoría de la Evolución de Darwin, o “Alicia en el País de las Maravillas” , una juguetona exploración de las matemáticas y la lógica.

Y Ridley enfatiza que Barrie no solo tomó prestadas ideas de otros, sino que embelleció sus teorías y ofreció nuevas percepciones completamente propias.

Mapeando la mente

Analicemos el siguiente episodio en el comienzo de las aventuras de Peter y Wendy:

“La señora Darling oyó hablar de Peter por primera vez cuando estaba ordenando la mente de sus hijos. Toda buena madre tiene la costumbre de rebuscar en la mente de sus hijos, cuando éstos ya se han dormido, para volver a colocar en su sitio las cosas que se han desperdigado durante el día… Cuando se despiertan en la mañana, las travesuras y maldades de la noche anterior están dobladas cuidadosamente y colocadas en el fondo de sus mentes y, en la parte de arriba, bien aireados y extendidos, están sus pensamientos más bonitos, listos para ser usados”.

Como destaca Ridley, eso insinúa una sagaz comprensión del rol del sueño en el mantenimiento de la memoria.

Por primera vez planteada a finales del siglo XIX, esa idea es ahora objeto de considerable estudio científico.

Los escáneres cerebrales de personas dormidas muestran el paso de señales eléctricas de “onda lenta” entre el hipocampo (región que participa en la formación de la memoria) y la neocorteza sobre la superficie del cerebro, donde los recuerdos son almacenados a largo plazo.

A medida que archiva los recuerdos, el cerebro parece integrar nuestras memorias más recientes con registros de acontecimientos más lejanos, forjando una historia coherente de nuestras vidas.

Al igual que la señora Darling dobla “las maldades”, ese proceso también calma algunos de los sentimientos más desagradables acumulados durante un día estresante, ayudándonos a poner las malas experiencias en perspectiva.

Quizás es por esa razón que los trastornos del sueño son muchas veces asociados con enfermedades mentales.

Zona crepuscular

Barry es también extraordinariamente elocuente sobre la transición entre la vigilia y el sueño.

La mayor parte de la trama de Peter y Wendy ocurre en el Nunca Jamás, isla fantástica a la que los niños pueden llegar a través de su imaginación y que es más accesible dentro de esa zona crepuscular.

“Cuando se juega en ella durante el día con las sillas y el mantel”, escribe Barrie, “no da ningún miedo, pero en los dos minutos antes de quedarse uno dormido se hace casi realidad”.

Esas muy vívidas imágenes son conocidas como “imaginación hipnagógica” y pueden resultar de un aumento en la actividad de regiones cerebrales responsables por el procesamiento visual, mientras el cerebro se “apaga” para dormir.

Muchas de las experiencias infantiles pueden haber sido inspiradas por los propios trastornos del sueño de Barrie.

El autor sufría de “parálisis del sueño”, estado en el que uno se siente despierto, pero incapaz de moverse y que suele estar acompañado de extrañas alucinaciones.

Doble representación

Sin embargo, quizás sus más sofisticadas observaciones giran en torno a las acaloradas discusiones que provocó la teoría de la selección de Darwin.

Los científicos debatían cómo se diferenciaban nuestras mentes a la de otros animales y las razones por las que desarrollamos nuestra avanzadas habilidades.

La respuesta de Barrie puede encontrarse en la novela “Peter Pan en los jardines de Kensington” (1906), que cuenta la vida de Peter antes de conocer a Wendy.

Allí conocemos a Solomon Cow, un cuervo que parece poder planificar el futuro llenando una media con nueces, migas y cortezas de pan, como una especie de “fondo de jubilación”.

Eso se conoce como “representación secundaria”, pues implica imaginarse posibilidades distantes del aquí y ahora.

La distinción es más obvia cuando Peter pide a los pájaros que le construyan un bote.

Mientras Solomon puede ver rápidamente que podrían usar un nido cubierto de lodo para hacerlo impermeable, las otras aves se quedan perplejas.

No pueden imaginarse el nido en una nueva situación, para un nuevo propósito.

Así podemos ver como la representación secundaria enriquece nuestro comportamiento, permitiéndonos ser más inventivos y flexibles ante nuevas circunstancias.

Y se creía que era una capacidad exclusivamente humana, pero recientes hallazgos sugieren que puede hallarse en ciertos animales, incluyendo córvidos como Solomon.

Un estudio de la Universidad de Oxford, por ejemplo, encontró que los cuervos de Nueva Caledonia doblan pedazos de alambre para hacer un gancho, con el fin de alcanzar alimentos de difícil acceso.

De nuevo Barrie estaba adelantado a su tiempo, imaginando una superposición de esas destrezas entre los humanos y otras especies.

Curiosamente, el propio Peter parecía tener problemas con esas habilidades: lucía incapaz, por ejemplo, de tener miedo. Pensaba que la muerte era simplemente una aventura.

“Para tener miedo, tienes que imaginarte alternativas al presente”, explica Ridley.

Y también le costaba formar una “teoría de la mente”, la capacidad de entender que el punto de vista de otra persona puede ser muy distinto al nuestro.

Todo eso refleja algunas ideas centrales en el desarrollo psicológico moderno, surgidas a medida que los científicos llegaron a entender la formación de complicados procesos de pensamiento en nuestros primeros años.

“Es impresionante”, dice Ridley. “La estructura moderna de cómo hacemos representaciones está en los libros de Barrie”.

Como escribió la amiga del escritor, Cythia Asquith, a raíz de su muerte: “Tenía la tendencia de deambular en una fascinante zona que bordeaba la fantasía y la realidad. La frontera entre esos mundos nunca estuvo muy clara”.

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