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Demasiadas tormentas: después de Harvey e Irma, ¿puede la mermada FEMA rescatar a Puerto Rico?

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Mientras crecen las advertencias de una potencial crisis humanitaria en el territorio insular del Caribe, que alberga a 3.4 millones de ciudadanos estadounidenses, las iniciativas federales de socorro se aceleraron este miércoles, incluso ante mayores críticas. Entre las prioridades más urgentes figuran las entregas de alimentos y agua para las comunidades rurales aisladas, y la distribución de combustible para generadores de equipos hospitalarios y sistemas de saneamiento.

Mordisqueando escasas provisiones de alimento, con falta crucial de medicamentos, casas semidestruídas y sofocantes sólo con agua contaminada para bañarse y prácticamente nada de líquido para beber: para muchos en Puerto Rico, las secuelas del huracán María han sido aún más angustiosas que la poderosa tormenta misma.

En medio de las crecientes advertencias de una posible crisis humanitaria en el territorio insular del Caribe que alberga a 3.4 millones de ciudadanos estadounidenses, los esfuerzos federales de socorro aumentaron este miércoles, incluso ante el incremento de críticas. Entre las prioridades más urgentes figuraban las entregas de alimentos y agua para las comunidades rurales aisladas y azotadas por tormentas, y la distribución de gasóleo para generadores de equipos hospitalarios y sistemas de saneamiento.

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Alrededor del 97% de los habitantes de la isla todavía carecían de energía este miércoles, informó el gobernador Ricardo Rossello, y cerca de la mitad permanecen sin agua corriente. En su página de Facebook, Rossello publicó una foto de una intersección de calles en la ciudad costera sureste de Humacao, donde alguien había pintado un enorme letrero con las palabras: ‘SOS. ¡Necesitamos agua y comida!”.

Los funcionarios locales, cada vez más desesperados, han exigido más ayuda del gobierno federal y una entrega más rápida de ésta. “Van muy despacio, la asistencia no llega a la gente lo suficientemente rápido. Creo que estamos perdiendo mucho tiempo en trivialidades jurisdiccionales”, expuso la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, en una entrevista concedida este miércoles. “La gente está muriendo”, dijo. “No tenemos tiempo para eso”.

La Casa Blanca combatió duramente las quejas de que la respuesta del gobierno federal en Puerto Rico fue menos robusta que en Texas y Florida, también azotados por huracanes. “Hemos recibido grandes elogios en Texas y en Florida”, afirmó Trump ante periodistas esta semana. “Y también lo haremos en Puerto Rico”.

Los funcionarios federales han citado desafíos logísticos y geográficos que se interponen para ayudar a un territorio isleño a 1,000 millas de los Estados Unidos, y no descartaron la dificultad de intentar montar operaciones contra desastres simultáneas en dos estados y dos territorios de los Estados Unidos.

“Creo que los últimos 35 días han sido una prueba de agallas para los estadounidenses, que no tenemos una verdadera cultura de preparación en este país”, señaló el administrador de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, Brock Long.

El miércoles, las críticas al esfuerzo federal se habían intensificado y partieron incluso de algunos de los miembros del partido de Trump. El senador John McCain (R-Ariz.) tuiteó que era “inaceptable” que el Departamento de Seguridad Nacional denegara una solicitud de descartar restricciones de envío para ayudar a suministrar combustible y provisiones a Puerto Rico.

La administración argumentó que renunciar a la Ley Jones, que limita el transporte marítimo entre costas a buques de bandera estadounidense, no haría nada para aliviar el mayor cuello de botella: los puertos dañados.

Después de que los huracanes consecutivos Harvey e Irma devastaran a Texas y Florida, respectivamente, Trump fue rápido para trazar la destrucción vía Twitter y realizó visitas a esos estados en cuestión de días. Pero hasta este lunes por la noche permaneció en silencio sobre Puerto Rico y las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. En lugar de ello, dedicó un tuit enojado tras otro a los jugadores de fútbol profesionales que se arrodillan durante el himno nacional.

Ese contraste fue notoriamente señalado por los partidarios de Puerto Rico en el Congreso y otros lugares. “La vida de nuestros compatriotas estadounidenses está en juego”, tuiteó al presidente la representante Nydia Velázquez (D-N.Y.), este miércoles. “Puerto Rico debe recibir todos los recursos que necesita para enfrentar esta crisis”.

El huracán María, con sus vientos apenas menores a la categoría 5, azotó la isla el 20 de septiembre, menos de dos semanas después de que Puerto Rico fuera golpeado indirectamente por el monstruoso huracán Irma. La ya debilitada red eléctrica finalmente colapsó.

Desde entonces, los suministros de socorro han comenzado a llegar al puerto, pero llevarlos donde se necesitan es difícil. Las grúas de descarga, que funcionan con generadores, se mueven sólo a media velocidad. Los contenedores de envíos, llenos de artículos de auxilio ante desastres permanecen en el puerto debido a la falta de conductores de camiones. El Departamento de Bomberos de Puerto Rico acudió a las redes sociales para solicitar que conductores licenciados de camiones y autobuses se presenten el miércoles.

Mientras tanto, la vida cotidiana se ha convertido en una lucha incesante. Los bancos de la isla siguen cerrados, por lo cual la gente no tiene dinero en efectivo. Un toque de queda impuesto desde el anochecer al amanecer ayuda a restablecer el orden, pero a veces las personas se ven obligadas a violar la norma mientras esperan en las largas líneas para comprar gasolina.

El alcalde Cruz informó que dos personas murieron porque su soporte vital dejó de funcionar cuando el generador de un hospital de San Juan se quedó sin combustible. “La gente en la calle está haciendo lo que puede para sobrevivir”, aseguró Orlando Sánchez-Matos, miembro del servicio militar estadounidense y parte de un contingente militar en San Juan que intenta construir un refugio en el barrio Hato Rey, de la capital.

Cerca de 1.5 millones de personas siguen sin agua potable, señaló el Pentágono. Cincuenta y nueve de los 69 hospitales de la isla están operativos, precisaron, pero los problemas de comunicación han obstaculizado el informe de situación. Los centros médicos, al igual que otras instituciones, empleaban mensajeros para enviar y recibir información.

El Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, de San Juan, y otros nueve fueron dañados por la tormenta pero siguen operativos, y tres puertos marítimos también permanecen abiertos, además de cinco puertos extra con uso limitado, según el Pentágono. Los militares destacaron que los esfuerzos están pasando de un rescate por mar a uno basado en tierra, concentrándose en la limpieza de las rutas y la distribución de la ayuda.

En San Juan, el centro de convenciones que sirve de cuartel general para la iniciativa de socorro luce repleto de actividad. Docenas esperan afuera para inscribirse en la asistencia de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés). En el interior, personal uniformado de FEMA, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU., la Guardia Nacional y el Departamento de Defensa corren de habitación en habitación, coordinando esfuerzos de ayuda.

Cerca de 2,200 empleados federales se encuentran en la escena, entre ellos 500 de FEMA, precisaron las autoridades. El papel de los militares también se ha profundizado; hay más de 70 efectivos y ocho helicópteros HH-60 Black Hawk de la 101ª División Aérea del Ejército desplegados a la isla, informó el Pentágono.

Más de 2,000 miembros de servicio activo de los Estados Unidos atienden las acciones de socorro en la isla, y el Pentágono espera enviar miles de soldados más en los próximos días. El brigadier general Richard Kim, comandante general del Ejército de los Estados Unidos, fue designado en la coordinación de tareas y el establecimiento de un cuartel general de comando en San Juan.

El ejército estadounidense han abierto dos aeródromos para manejar el apoyo intensificado y las flotas entrantes de aviones de carga. El Pentágono también planea enviar instalaciones médicas, equipos de comunicaciones por satélite y una unidad de asuntos civiles desde Ft. Bragg, Carolina del Norte, que se utilizará para mejorar las comunicaciones con residentes remotos utilizando altavoces, camiones, folletos y mensajes de texto para llevarle información al público.

FEMA señaló que ha estado en contacto con los 78 alcaldes, algunos de los cuales recibieron teléfonos satelitales debido a que la mayoría de los servicios de telefonía móvil no funcionan.

“Teníamos un problema real con las comunicaciones al principio”, explicó Delyris Aquino, portavoz de FEMA con sede en San Juan. “Ahora lo estamos logrando”. La funcionaria también cuestionó cualquier idea de que el territorio predominantemente hispanoparlante estuviera siendo menospreciado, y aseguró que a Puerto Rico se le brinda “la misma cantidad de ayuda que a cualquier otro territorio o estado”.

Pero un exfuncionario de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional cuestionó la adecuación de los preparativos para la enorme tormenta. “Los funcionarios vieron que el huracán iba a impactar directamente; hay mucha ayuda que recién ahora está entrando en Puerto Rico y que deberían haber enviado antes”, advirtió Gregory Gottlieb, quien anteriormente fue administrador asistente interino de ayuda humanitaria en la agencia. También sugirió que los funcionarios podrían hacer un mejor trabajo de coordinación de las operaciones de socorro. “Se están entregando cosas, pero el desafío es enviarlas donde corresponde. Los funcionarios todavía no tienen comunicación con algunas partes de la isla”.

En Río Grande, ubicada al este de la capital de Puerto Rico, la comida de FEMA finalmente fue entregada por primera vez una semana después de que la segunda tormenta dejara un rastro de devastación en la isla. La gente racionaba los alimentos; algunas las madres se saltaban sus comidas para cederlas a sus hijos. El agua disminuía y la gente pasó estos días en casas sin techos.

Al mediodía, 400 familias de Río Grande se habían alineado para recibir dotaciones de agua y una sola caja de comida, cada una con dos latas de pasta, pop tarts y otros bocadillos.

Cuando Blanca Díaz, de 77 años, llegó al frente de la línea, devoró la pasta fría. No había comido en dos días, dijo, porque le dio todo lo que tenía a su bisnieta de 8 años, Kelly Calmona, que vive con ella, ahora en un refugio.

En las empobrecidas Estancias del Sol de Río Grande, un barrio de laderas con vistas al enorme Bosque Nacional El Yunque, las casas de madera se apilan. Las familias viven sin techos, se bañan con agua de la piscina y observan cómo disminuyen sus reservas de los tanques de agua. “Esta situación podría convertirse en una epidemia. La basura no está siendo recogida, la gente abandona sus casas “, expuso María Cortés, una extrabajadora de la ciudad que cuida de su madre, de 85 años, y de su hermano discapacitado, de 49, en una casa de las casas dañadas por la tormenta .

Cortés, de 59 años de edad, intentó conseguir una lona para cubrir el techo roto. Los funcionarios de la ciudad le dieron una lista de números para llamar, pero su teléfono se averió durante la tormenta y la red no funciona en todo su vecindario, que seguía sin electricidad y agua este miércoles.

En la calle, la madre soltera Omayra Cruz, de 44 años, regresó de la distribución de alimentos con una caja que compartiría con su hijo de 4 años, Nene. Pero los dos siguen viviendo sin techo, durmiendo bajo las estrellas junto a un chiquero y una foto de La Última Cena. Su tanque de agua tiene unas pocas pulgadas restantes. “Estamos desesperados, desesperados”, afirmó.

El alcalde Ángel “Bori” González destacó que al menos 6,000 viviendas en la ciudad -de 54,000 habitantes- habían sufrido daños por la tormenta. El hospital debió cerrar el miércoles cuando el generador se averió.

González tuvo la suerte de conseguir un teléfono satelital, pero hay un problema, dijo: los funcionarios de FEMA no devuelven sus llamadas. “Vimos por televisión cómo FEMA respondió inmediatamente a Texas y a Florida”, expresó Josué Medina, un intérprete que acompañaba al alcalde el miércoles. “Todavía están teniendo en cuenta qué recursos se necesitan aquí, y ya han pasado siete días”.

En tanto, los trabajadores humanitarios y familiares ansiosos por ayudar se abrían paso por la isla lo más rápido que podían. El miércoles por la tarde, un barco con centenares de parientes y trabajadores humanitarios llegó a la capital, San Juan. Con los vuelos restringidos, los familiares y asistentes humanitarios se apilaron en el barco, que había partido de Miami el lunes. “La gente se reunió en la parte superior de la embarcación cuando ésta atracó y comenzó a aplaudir al capitán”, relató Damon Taugher, director de programas estadounidenses de Direct Relief, un grupo humanitario de ayuda con sede en California, que se encontraba en la nave. “Hay cierta ansiedad acerca de cómo serán las cosas”, dijo, “pero el estado de ánimo general es positivo, y la gente es resistente”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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