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La ciencia lo demuestra: las Girl Scouts realmente hacen del mundo un lugar mejor

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Durante décadas, las Girl Scouts se han comprometido a hacer del mundo un lugar mejor. Ahora, hay prueba científica de que realmente lo hacen.

Después de completar cursos de cinco largas horas de duración acerca del ahorro de energía, las Girl Scouts de nivel junior impulsaron actividades de ahorro de energía en sus hogares en un 49%, según un estudio publicado el lunes último en la revista Nature Energy.

Pero las pequeñas no pararon allí. En uno de los cursos, las niñas de cuarto y quinto grado también instaron a sus padres a aumentar sus conductas de conservación hasta en un 12%.

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El éxito de las Girl Scouts en este excepcional ensayo clínico demuestra que los niños tienen el potencial de ser agentes de cambio para sus familias enteras, concluyeron Hilary Boudet, profesora de la Escuela de Políticas Públicas de la Universidad Estatal de Oregón, y sus colegas.

Sin dudas, a todos los estadounidenses les viene muy bien esta ayuda. Según la U.S. Energy Information Administration, los hogares del país generan el 21% del uso de la energía del mundo, a pesar de que constituyen sólo el 4% de la población mundial.

El curso de conservación de energía, Girls Learning Environment and Energy, (GLEE, por sus siglas en inglés), fue desarrollado en la Universidad de Stanford y anima a las niñas a ahorrar energía con prácticas de algunas habilidades, como por ejemplo cerciorarse de que los cables de carga estén enchufados en tiras multicontacto. También, al ensayar estas habilidades con sus compañeras de Girl Scouts, las chicas reforzaron su motivación para continuar con estos consejos en el hogar.

El equipo GLEE invitó a tropas Junior Girl Scout de los condados de Santa Clara, San Mateo y Alameda a participar del programa. Quince tropas fueron asignadas aleatoriamente a un curso centrado en el ahorro de energía en el hogar, y otras 15 fueron asignadas a un curso diferente de uso de energía, relacionado con el transporte y la producción de alimentos. En conjunto, 327 Girl Scouts y 303 de sus padres experimentaron uno de los dos programas.

En ambos casos, las Scouts crearon un falso noticiario sobre la conservación de energía. Como parte de su noticiero, las chicas demostraron y filmaron ejemplos de conductas de ahorro de energía. Tomó entre ocho y 12 semanas para la mayoría de las tropas completar el entrenamiento.

El curso enfocado en la conservación de energía en el hogar fue el más eficaz de los dos, mostraron los datos de la encuesta. Para cuando las sesiones de entrenamiento terminaron, las pequeñas habían aumentado sus actividades de ahorro de energía residencial en un 49%, un cambio que los investigadores pudieron medir empleando como controladoras a las niñas del curso de alimentación y transporte.

Ocho meses después, las chicas que fueron entrenadas en técnicas de conservación residencial todavía aplicaban lo que habían aprendido, y sus conductas de ahorro de energía habían subido un 27% en comparación a antes de comenzar el curso.

Las mayores reformas en sus hogares incluyeron desactivar las tiras de enchufe múltiples en la noche, cambiar los ajustes de temperatura en los refrigeradores y utilizar agua fría en la lavadora.

Las encuestas para padres revelaron que, debido al entrenamiento recibido por sus hijas, las mamás y papás de las Girl Scouts también hacían más para ahorrar energía. Al final del curso, el comportamiento de ahorro de energía de los padres había aumentado en un 12%, en comparación con la base previa al entrenamiento. Nueve meses más tarde, sus esfuerzos de conservación todavía eran un 6% superior a lo que había sido al comienzo del estudio.

Los padres fueron más propensos a realizar mejoras mediante el ajuste de la temperatura de sus refrigeradores y calentadores de agua, y del secado de su ropa al aire libre en lugar de utilizar una secadora.

El curso para ahorrar energía mediante la modificación de comportamientos de alimentación y transporte no tuvo el mismo efecto. Cuando terminó el entrenamiento, las chicas de este grupo aumentaron sus actividades de conservación de energía en un modesto 7%. (Una vez más, los investigadores pudieron determinar esto empleando a las jóvenes del otro grupo como controladoras).

Estas chicas aprendieron que podían ahorrar energía recortando la cantidad de carnes y los alimentos procesados, con la reutilización de sus botellas de agua, comprobando la presión de los neumáticos de los automóviles de la familia y caminando o montando en bicicleta para ir a la escuela, en vez de conducir.

Pero cuando se les consultó nuevamente, más de siete meses después, el efecto se había desvanecido, hallaron los investigadores. Las encuestas para padres también demostraron que las lecciones no se habían transferido a ellos.

En conclusión, los investigadores determinaron que las Girl Scouts tenían menos poder de influir en la cantidad de carne que sus familias comen, o en sus modo de transporte.

Aun así, las intervenciones GLEE funcionaron lo suficientemente bien como para que los investigadores recomendaran extenderlos a más tropas de Scouts, y tal vez a niños en otras organizaciones juveniles. Señalaron que el curso sobre el uso doméstico de la energía impulsó a cada familia de Girl Scouts a recortar su consumo lo suficiente para evitar, en promedio, la emisión de 160 a 330 libras de dióxido de carbono por año.

Estos resultados “sugieren el gran potencial para producir impactos más generalizados y de largo alcance”, escribieron los autores del estudio.

Alice Gronhoj, estudiosa de política ambiental y del comportamiento de consumo en los niños en la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, estuvo de acuerdo en que los cursos motivaron a las familias a ahorrar energía, pero agregó que se necesita más investigación para entender qué aspectos del currículo GLEE fueron los responsables de los cambios en el comportamiento de las niñas y de sus padres.

No importa cuánto energía pudieron ahorrar las Girl Scouts, las autoridades no deberían confiar demasiado en ello, Gronhoj escribió en un ensayo que acompaña al estudio. “Esto no debería distraernos del hecho de que la responsabilidad final de reducir el consumo de energía y de la transformación de un sistema de energía no sostenible se basa en los adultos y no en los niños”, aseguró.

karen.kaplan@latimes.com

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Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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