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¿Cómo piensan las ardillas? En un laboratorio de Berkeley estudian al roedor más venerado del campus

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Hace pocos días, tres investigadores de UC Berkeley exploraron el campus cubierto de hojas, en busca de tesoros.

Estaban armados con equipos que parecían detectores de metales, pero su presa no eran monedas ni joyas perdidas. La estudiante de doctorado Mikel Delgado y su equipo buscaban avellanas que habían incorporado con microchips, para ayudarlos a responder a la pregunta: ¿Cómo deciden las ardillas dónde enterrar sus nueces?

“¡Tengo una!”, gritó Aryan Sharif, estudiante de último año que estudia ecología, mientras un número aparecía en su lector de microchip. Daniel Petrie, un asistente de investigación, con portapapeles en mano, registró que la 5D49, enterrada por una ardilla hace nueve meses, permanecía justo donde había estado, intacta.

Las ardillas son tan omnipresentes, son tan fáciles de ignorar. Pero Delgado y otras personas en el Jacobs Lab for Cognitive Biology afirman que son mucho más que roedores de ojos brillantes y cola tupida, son lo suficientemente inteligentes para merecer una investigación.

Los roedores han descubierto cómo sobrevivir durante millones de años, adaptándose en los cinco continentes a diversos terrenos, incluyendo los bosques tropicales y los desiertos semiáridos. Les gustan las nueces y las semillas, pero también comen huevos de aves, corteza de árbol, insectos y -al menos en Berkeley- papas fritas y chocolate.

Además, son ladronas implacables de las semillas de los comederos para pájaros, desafiando hábilmente los intentos para detenerlos, según consta en los innumerables videos caseros e incluso en el documental británico llamado “Daylight Robbery” (Robo a plena luz del día).

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La fundadora del laboratorio, Lucía Jacobs, pudo documentar que las ardillas recuerdan dónde escondieron sus nueces, lo cual es una proeza, considerando que los expertos estiman que cada ardilla podría esconder hasta 10,000 al año.

Los investigadores creen que estos animales utilizan marcadores para concentrar su búsqueda y probablemente usan el olfato -y la prueba y error- para encontrarlas. Cuando piensan que los competidores están espiando, incluso escenifican enterramientos falsos, cavando un agujero y fingiendo dejar caer una nuez dentro de éste mientras ocultan el botín en sus bocas.

Todo esto llevó a Delgado, una bajista de punk rock y amante de los animales de toda la vida, a estudiarlas para su doctorado de psicología en Berkeley.

El campus es un laboratorio al aire libre con cientos de ardillas zorro arborícolas, las cuales son tan populares que han inspirado una cobertura de los estudiantes de periodismo y su propia página de Facebook, Berkeley Squirrels. Un artículo del diario Daily Californian las comparó con los alumnos de primer año en cuanto a su típico aumento de peso en invierno y la búsqueda interminable de comida gratuita.

“Probablemente podrías estudiar a las ardillas durante 20 años y todavía tener algunas dudas”, agregó Delgado. “Son divertidas de estudiar. Son gregarias; molestan a los perros. Han encontrado un nicho en este entorno urbano muy antinatural y han prosperado en él”.

Para su tesis, titulada “Cache decisions, competition and cognition in the fox squirrel” (Decisiones de escondite, competencia y cognición en la ardilla zorro), Delgado está explorando el lugar donde las ardillas entierran sus nueces, el tiempo que permanecen enterradas y si son trasladadas o robadas. Su trabajo, que comenzó en 2014, es financiado por una beca de $20,000 de la Fundación Nacional de Ciencias que le permitió comprar el lector de microchip y pagar por la asistencia de investigación.

Una línea de investigación es si las ardillas que están relacionadas entierran sus botines cerca una de la otra para fomentar la supervivencia de su grupo. Otra es el efecto que robar nueces tiene sobre la memoria a largo plazo de estos animales. Delgado aún no ha llegado a conclusiones firmes, aunque los resultados de las simulaciones por computadora sugieren que las ardillas cuyas nueces son hurtadas con frecuencia pueden tener recuerdos más cortos, porque tienen menos necesidad de recordar la ubicación de sus escondites.

Mientras Delgado pasea por el campus, haciendo ruidos de chasquidos, las ardillas saltan hacia ella y se paran sobre sus patas traseras para coger las nueces que deja caer en sus patas.

La estudiante conoce a muchas de ellas, así como las ardillas la conocen a ella. Flame, fácilmente identificada por un diente torcido, viene corriendo. Ella es “una mamá ardilla ruda”, conocida por ahuyentar a los competidores cuando se acercan demasiado a sus nueces, comenta Delgado.
Su equipo de investigación atrae a las ardillas con sus nueces y luego rocían a los animales para efecto de seguimiento con un colorante no tóxico. Cada una recibe un nombre: Flame, Autumn, Cookie, Britney Spears. El equipo recopila información entre los cambios de piel para mantener a las ardillas en línea.

Delgado le dio 350 nueces a Flame en 2014, y otras 300 a 21 ardillas el año pasado, para monitorear dónde las enterraban y lo que sucedía después. Un intento inicial para marcar las nueces falló porque los animales continuaban masticando las etiquetas. Por ello, Delgado empezó a usar microchips, cilindros delgados del largo de una uña, que deslizan dentro de los agujeros perforados en las nueces.

Para evaluar la pregunta de cómo se comportan las ardillas vinculadas entre sí, Delgado atrajo a casi dos docenas de ellas a través de un túnel forrado con cinta adhesiva de doble cara y recolectó el pelo de la cola que quedaba pegado a él. Junto con otro investigador están trabajando con el Laboratorio de Genética Evolutiva de Berkeley para analizar el ADN.

El trabajo del Laboratorio Jacobs sobre las ardillas está ayudando a los científicos a entender cómo los animales explotan los entornos complejos para sobrevivir, expresó John Koprowski, profesor de gestión y preservación de la vida silvestre de la Universidad de Arizona. “A menudo los seres humanos consideran que los animales no son tan hábiles en el manejo de los retos a los que se enfrentan, y no valoran su increíble complejidad”, manifestó. “El trabajo de Berkeley nos permite observar la psicología, las capacidades sensoriales y el aprendizaje de las ardillas para encontrar recursos y tratar con un entorno 3-D complejo”.

Delgado, de 45 años de edad, difícilmente esperaba estudiar ardillas. Es una amante de los gatos que creció en Maine, y a los 21 años abandonó la universidad allí para unirse a la escena del punk rock de San Francisco. En esa ciudad inició un grupo, los Cinnamon Imperials, comenzó a trabajar en una cooperativa de alimentos saludables y prestaba servicio en la Society for the Prevention of Cruelty to Animals (SPCA). Finalmente, la SPCA le dio trabajo como especialista en comportamiento felino que socializa a los gatos de refugio para prepararlos para su adopción.

Regresó a la escuela en Cal State East Bay, donde se especializó en psicología, y trabajó con palomas y peces cebra en un laboratorio. Para su graduación, se interesó mucho en el comportamiento animal, aunque no en el de esos animales en particular. “Amaba los pájaros y los peces, pero quería hacer algo un poco más peludo”, afirmó.

Delgado es mexicoamericana y fue reclutada para el Programa de Estudios McNair, patrocinado con fondos federales, que busca preparar a las minorías insuficientemente representadas y a universitarios de primera generación para estudios de doctorado. La especialista consideró programas con palomas en la Universidad Cornell, y con gatos en la Universidad Estatal de Washington y la Universidad de Nebraska. Pero Berkeley tenía a Jacobs, una asesora de tesis de doctorado de primera categoría, y el mejor plan financiero, un subsidio anual de $24,000 que le permitió concentrarse en su investigación sin tener que dar clases durante dos años.

Hoy en día, Delgado divide su afecto. Su oficina en Tolman Hall está decorada con artículos de ardillas -ropa interior del tamaño de una ardilla, un cascanueces de ardilla, cortadores de galleta de ardillas-. Pero también tiene dos gatos domésticos y un tatuaje en su pierna en memoria de Kittums, el gato atigrado de color gris y blanco que realizó el viaje desde Maine con ella.

En su tiempo libre, en su blog (catsandsquirrels.com) narra las hazañas de las ardillas, como robar bombillas de Navidad o quedar atascadas en alcantarillas, e informa sobre los peligros de la obesidad felina. También dirige un negocio de consultoría felina.

En camino a terminar su tesis doctoral este otoño, Delgado busca empleo en ocupaciones diferentes, entre ellas en puestos de profesorado y postdoctorales. No está segura si continuará estudiando a las ardillas, pero sí sabe, en base a sus observaciones, que ellas seguirán prosperando. “Incluso si nosotros desaparecemos, las ardillas seguirán haciendo lo que han hecho durante millones de años”, aseveró.

Traducción: Diana Cervantes

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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