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Cuatro de cada 10 estudiantes de UC no tienen acceso a comida de calidad

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Chris Tafoya, estudiante de UC Irvine, admite que a menudo tiene hambre y que no come los alimentos nutritivos que debería.

En sus peores días, este nativo de Los Ángeles de apenas 20 años de edad simplemente se va a dormir temprano para tranquilizar las punzadas que le ocasiona el hambre. Otras veces come fideos instantáneos en el desayuno, almuerzo y cena. No importa que cada porción esté llena de sodio y grasa; por menos de 50 centavos cada una son una opción asequible para Tafoya, quien es reacio a pedir ayuda a sus familiares, todos ellos de bajos ingresos. “Cup of Noodles me salvó el día”, dice.

La experiencia de este alumno refleja los resultados de un nuevo estudio publicado el lunes pasado, que encontró que cuatro de cada 10 estudiantes de la Universidad de California no cuentan con una fuente constante de alimentos nutritivos de alta calidad.

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Los sorprendentes resultados de la encuesta -realizada entre casi 9,000 estudiantes, un número que la ubica como el mayor sondeo a nivel nacional que haya observado la seguridad alimenticia dentro de las universidades- halló que el 19% de los encuestados a veces pasaban hambre. Un 23% adicional tenía la posibilidad de comer, pero carecía del acceso constante a una dieta de buena calidad, variada y nutritiva.

Janet Napolitano, presidente de UC, conjuntamente con el lanzamiento de la encuesta anunció una iniciativa de $ 3.3 millones para ampliar la lucha contra la desnutrición dentro del campus. Cada escuela recibirá $151,000, además de los $75,000 que cada una ya recibió el año pasado para construir el plan sistemático más completo para abordar el problema, según afirman sus funcionarios.

En todo el país, tres millones de estudiantes universitarios carecen de acceso constante a alimentos nutritivos, según un informe de 2014 de Feeding America, una red nacional de bancos de alimentos. El sistema de la Universidad Estatal de California, que consta de 23 campus, también está abordando la cuestión; presentó recientemente un análisis de casi 1,300 estudiantes, docentes y personal, que estima que aproximadamente uno de cada cuatro alumnos ha sufrido de escasez de alimentos de calidad nutritiva.

“La seguridad alimenticia es una cuestión crítica, no sólo en los planteles universitarios, sino en nuestro país y en el mundo”, aseguró Napolitano en un comunicado. “Realizamos este estudio y estamos actuando conforme sus conclusiones, porque la universidad es seria y busca abordar soluciones reales, a largo plazo, para mejorar el bienestar de nuestros estudiantes”.

La encuesta también mostró que el 57% de los estudiantes en todo el sistema UC, compuesto por 10 planteles, experimentaron dificultades alimenticias por primera vez durante su estancia en la universidad. Esta afirmación refuerza el postulado de que algunos estudiantes pueden tener problemas porque no entienden cómo administrar su dinero o cocinar dentro de un presupuesto fijo; habilidades que probablemente nunca habían aprendido en su casa o en la preparatoria.

Entre otras conclusiones, se halló que:

• Casi la mitad de los estudiantes informaron tener problemas para alimentarse, en comparación con el 25% de los alumnos de posgrado.

• Casi un tercio de quienes necesitan ayuda dijeron tener dificultades para estudiar a causa del hambre, y no tener dinero para comprar comida.

• Un cuarto de ellos señaló que debía elegir entre pagar por sus alimentos o hacer frente a los gastos de educación y vivienda.

• Los estudiantes sin un acceso constante a alimentos de calidad reportaron promedios de calificaciones más bajos, con una media de 3.1, en comparación con el 3.4 de los estudiantes sin ese tipo de problemas.

Estas últimas acciones son parte de la Global Food Initiative (Iniciativa global de alimentos) de UC, puesta en marcha en 2014 para organizar la investigación de la universidad para ayudar a las comunidades aquí y en el exterior a ganar un mayor acceso a la alimentación saludable y sostenible. Se han formado grupos de trabajo en todo el sistema y en cada campus, para compartir información y planear estrategias para abordar los problemas.

Muchos campus han organizado comedores, fondos de emergencia y programas de “Erradicación del hambre” que permiten a los estudiantes donar sus dólares extra en planes de comida para los necesitados. Otras acciones incluyen ayudar a registrar a estudiantes para CalFresh, el programa estatal de apoyo para la nutrición, y la ampliación de las campañas de concienciación pública sobre los recursos alimenticios. Varios planteles también están trabajando para ayudar a los estudiantes en el largo plazo.

UC Berkeley lanzó una clase, la primavera pasada, sobre cómo cocinar alimentos saludables con un presupuesto de estudiante universitario, y traerá “cocinas móviles” a los dormitorios para enseñar a más estudiantes a hacerlo. Las clases de cocina se extenderán en todo el sistema universitario, junto con programas de administración del dinero, informó Rubén Canedo, miembro de los comités de seguridad alimentaria en Berkeley y en todo el sistema de UC.

“Los bancos de alimentos son un apoyo de emergencia, pero no resuelven el problema del hambre y la desnutrición entre nuestros estudiantes”, resaltó Canedo. “Nuestro compromiso no sólo es para abordar este reto, sino para crear un modelo institucional que haga algo al respecto”. También añadió que Berkeley tiene como objetivo llevar este trabajo un paso más adelante al abordar el vínculo entre el hambre y otras necesidades básicas, especialmente de vivienda, y dijo que el aumento de la matrícula desde 2008 y el alto precio de la vivienda en las cercanías de la mayoría de los planteles de la UC ha exacerbado el problema.

Dominick Suvonnasupa, originario de Tailandia y reciente graduado de UC San Diego, manifestó que su presupuesto es de sólo $650 al mes para la vivienda en un mercado que demanda de cientos más. Como resultado, tuvo mucho menos dinero para comida y las redujo a dos por día.

Suvonnasupa, así como Tafoya de UC Irvine, hablaron de la vergüenza que sentían y de su renuencia a buscar ayuda. No fue hasta que Tafoya sacó una C en Estadística -su primer grado bajo en un curso universitario- que se dio cuenta de que necesitaba asistencia. “Soy de una familia de latinos, y si eres hombre, manejas tus asuntos y no pides ayuda”, afirmó. “Pero una vez que esto comenzó a afectar a mis calificaciones, pensé ‘no seré un tonto’”.

Tafoya visitó el banco de alimentos del campus y fue grato recibir una bolsa llena de conservas de frutas y verduras, harina, bocadillos de frutas y otros productos. “Significó mucho saber que afuera hay ayuda, si sólo dejas tu orgullo de lado”, expresó.

En UCLA, los estudiantes abrieron un “banco de alimentos” en 2009 y han puesto en marcha diversos proyectos, entre ellos un plan para comprar a granel y luego vender alimentos orgánicos a precios más bajos, y una asociación con una organización sin fines de lucro para recoger productos sin usar de los mercados de agricultores y satisfacer con ellos las necesidades del campus.

El banco de comida, ubicado en el Centro de Actividades para Estudiantes, ofrece alimentos como sopa de tallarines con pollo, mantequilla de maní, salsa de tomate y frijoles.

Gabriel Brenner, un estudiante de arte de 21 años de edad, se detuvo el lunes a recoger un frasco de crema de cacahuate. Durante unos dos meses, en su penúltimo año de universidad, Brenner iba al banco de alimentos cinco días a la semana. Para este alumno, no es sorpresivo que más del 40% de los estudiantes de UC hayan experimentado deficiencias alimentarias. Casi la misma proporción de alumnos en todo el sistema universitario provienen de hogares de bajos ingresos y son los primeros en sus familias en asistir a la universidad.

“Es reconfortante saber que hay otras personas que están pasando por lo mismo por lo que yo tengo que pasar con relativa frecuencia”, afirmó, “pero [es] también una decepción porque no deberíamos pasar por eso, especialmente cuando viene a una escuela de renombre mundial como UCLA”.

Rosalva Isidoro, de 22 años, estudiante de último año de la carrera de Inglés y voluntaria en el banco de alimentos, señaló que a veces hay hasta 15 estudiantes haciendo fila para recibir alimentos. Ella misma ha tenido que recoger avena, fruta y pan, y algunas veces pollo enlatado. “Sin este recurso, estaría batallando financieramente”, aseguró. “Además, mi salud no sería igual. Estaría más estresada”.

El banco de alimentos de UCLA mantiene transacciones anónimas y no hace preguntas. Pero la gratitud de los visitantes se hace evidente en un cuaderno guardado en el mismo banco. “Gracias por ayudarme a alimentar a mi hija en un momento tan difícil”, señala una nota. “¡Mucho amor para ustedes!”.

Teresa.watanabe@latimes.com | @TeresaWatanabe

Shane.newell@latimes.com | @journoshane

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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