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La ciudad de México canta o grita, dependiendo de tu estado de ánimo

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Todas las ciudades son ruidosas, pero la Ciudad de México es algo de otro nivel. Sus diversos sonidos incluyen los altavoces de los carritos de venta de tamales y el grito de “gaaaaassssss” del hombre que vende tanques en la calle.

La prensa esperaba silenciosa dentro del palacio presidencial mexicano. Fue en 2016, unos meses antes de que Donald Trump fuera elegido presidente, y el entonces candidato republicano estaba por aparecer en una muy esperada conferencia de prensa junto al presidente mexicano Enrique Peña Nieto.

Las cámaras rodaban y el silencio invadía la habitación cuando, de repente, se escuchó un estribillo familiar: ¡Tamales oaxaqueños, ricos los tamales!

Era el tono de llamada de alguien en su teléfono celular, y la misma grabación sonaba cada noche en los carritos de venta de tamales de la Ciudad de México. La multitud se moría de la risa: el paisaje sonoro de la Ciudad de México hacía presencia incluso en esta seria esfera diplomática.

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Esta aglomerada metrópolis tiene muchas características distintivas: tráfico, el olor pecaminoso de los tacos que se fríen en los puestos callejeros, las explosiones violetas de las jacarandas que florecen cada primavera. Pero pocos son tan llamativos como su banda sonora.

Todas las ciudades son ruidosas. Pero la Ciudad de México lo lleva a otro nivel. Por ejemplo, las campanas que suenan incesantemente cada día, lo que indica que el camión de la basura ha llegado al vecindario y que es hora de sacar los botes a la calle. O el silbido de la flauta del afilador de cuchillos que pasa con su carrito.

Hay un grito gutural de “gaaaaassssss” del hombre que vende tanques en las calles, y el ensordecedor chiflido de vapor que anuncia la llegada del camotero, que vende batatas dulces rociadas con canela y leche condensada. El silbido ensordecedor de su carro es una tortura para los peatones que pasan -aunque algunos residentes pueden fingir ignorarlo- y un llamado para los hambrientos, con gente persiguiéndolo para intercambiar un puñado de pesos por un dulce.

En esta ciudad de 21 millones de habitantes, se realizan incontables transacciones en la calle. Los vendedores e incluso el gobierno, usan sonidos para tratar de romper el alboroto, a pesar de que contribuyen a ello. El paisaje sonoro puede parecer pandemonio para los visitantes, pero cada nota tiene un significado.

Algunos sonidos se han vuelto icónicos, como la voz emitida por los camiones de reciclaje que rodean lentamente la ciudad, buscando colchones, electrodomésticos y otros artículos domésticos demasiado voluminosos para el camión de basura. Los camioneros solían señalar su presencia a través de altavoces, hasta que uno de ellos pensó en grabar a su hija haciendo el anuncio.

La grabación se extendió y ahora se escucha en todo el país y en algunos vecindarios de inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos.

La súplica quejumbrosa de la joven por “colchones, tambores, refrigeradores” ya ha sido remezclada en una canción de baile electrónica que se ha convertido en una pieza favorita del público en las fiestas nocturnas.

Y luego está la canción de sirenas del vendedor de tamales. Todas las tardes, al anochecer, los vendedores recorren las calles con tamales de mole rojos y verdes, envueltos en hojas de plátano; un bocadillo característico del estado de Oaxaca. Cada uno de ellos reproduce la misma grabación en un altavoz, de un hombre de voz nasal que saca cada sílaba cuando anuncia que han llegado los deliciosos tamales calientes: “Ya lle-ga-ron-sus-ri-cos-ta-ma-les ¡Oaxaqueños!”

Más allá de esos sonidos, la Ciudad de México también se caracteriza por el zumbido constante de la música: las cumbias que suenan en los taxis, los artistas ambulantes con sus canciones de rock de los 70 y los mariachis vagando por las calles, buscando la próxima mesa de borrachos sentimentales para serenatas. Aquí se comprueba que no todas las personas quieren escuchar el reggaetón “Despacito” que se repite en la tienda debajo de su apartamento.

Algunos han pedido a las autoridades de la ciudad que regulen mejor esta especie de caos. Otros dicen que es parte del ADN de la Ciudad de México, tanto como el tequila que fluye aquí los sábados por la noche.

Dicho esto, los residentes se unen en oposición a un solo sonido. Es el zumbido escalofriante y grave de la alarma contra terremotos, que se escucha desde los altavoces en el momento en que se detecta un temblor en la región. La alarma, que brinda a los residentes unos preciosos segundos para luchar por su seguridad, es potencialmente salvadora de vidas. Pero es uno de los sonidos más terroríficos de la Tierra.

Aunque ha pasado casi un año desde que un terremoto de magnitud 7.1 mató a más de 360 personas en la ciudad de México y sus alrededores, las conversaciones aún se detienen e incluso los perros se sobresaltan al escuchar una lejana sirena de ambulancia, que puede confundirse con la alarma de terremoto. Como era de esperarse, algunos músicos con humor negro y la inclinación mexicana por la creación de memes, han remezclado la alarma en una canción de baile e incluso una cumbia.

Los eventos más trascendentales de la ciudad están marcados con sonidos: desfiles liderados por bandas de música, festivales religiosos celebrados con el estallido de los fuegos artificiales. También lo son los momentos más mundanos. Al igual que las campanas de las iglesias, la llamada del vendedor de tamales señala el final de la jornada laboral, mientras que el timbre de la mañana del camión de basura marca su inicio.

Se dice que los chilangos, como se conoce a los nativos de la ciudad de México, a veces hablan cantadito.

A diferencia del Caribe, donde el español se habla a fuego rápido y los extremos de las frases a veces se omiten por completo, las palabras en la Ciudad de México se expresan amorosamente, las vocales se acentúan y cada oración rebosa de vida.

La ciudad canta también. A menos que estés de mal humor, en cuyo caso a veces parece gritar.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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