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Muchos latinos responden al llamado de la Patrulla Fronteriza en la era de Trump

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Apilados en una camioneta blanca que conduce a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México, los hombres jóvenes y una mujer contemplaban la pared y sopesaban cuán fácilmente podía vencerse.

Isaac Antonio no parecía impresionado. “Eso es fácilmente escalable”, declaró el joven, de 20 años de edad.

Su acompañante, un agente de la Patrulla Fronteriza, gritó detrás del volante: “¡Buena suerte, hermano! Estoy seguro de que puedes, pero buena suerte”.

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Mientras el debate se arremolinaba, Antonio describió las formas en que podía derrotarse al muro de 30 pies de altura, lo cual llevó a la única mujer en el grupo a preguntar con cierta sospecha: “¿Eres de México?”.

La mayoría de esta casi docena de participantes en la academia de ciudadanos de la Patrulla Fronteriza del Sector El Centro son, de hecho, descendientes de mexicanos. El estado de ánimo de la jornada era trivial, mientras aprendían más sobre una agencia a la cual esperan unirse algún día.

El presidente Trump solicitó la contratación de otros 5,000 agentes de la Patrulla Fronteriza como parte de su guerra contra la inmigración no autorizada. Si eso sucede, la academia en esta ciudad de Imperial Valley ofreció en marzo pasado un adelanto de muchos de los que podrían postularse: latinos.

Cuando la Patrulla Fronteriza fue creada, en 1924, los latinos eran una pequeña minoría. En 1989, constituían casi el 36% de la agencia. Ahora, representan un poco más del 50% de la fuerza, según datos de 2016. Y en 2018, 10 de las 11 personas que participaron en la academia de ciudadanos de la entidad fueron latinos.

Ser agente de la Patrulla Fronteriza y latino siempre fue potencialmente tenso; los inmigrantes de Latinoamérica -y especialmente de México- fueron durante mucho tiempo el foco de encendidos debates sobre la inmigración no autorizada. Sin embargo, el equilibrio nunca ha sido tan delicado como en estos tiempos, cuando el presidente Trump reserva su retórica más acalorada para los inmigrantes provenientes de México y Centroamérica, y promete construir muros enormes para mantenerlos alejados.

Jonathan Pacheco, un veterano de casi 10 años en la fuerza, afirmó que ser agente de la Patrulla Fronteriza y latino siempre le garantizó algunos momentos complicados.

“Lo entendí cuando apenas entré, el ‘¿No te sientes mal de atrapar a tu propia gente? Simplemente vienen a trabajar aquí’”, relató. “Intentaré usar un buen lenguaje porque sé que cada vez que alguien escucha algo como ‘Bueno, algunas de las personas que vienen han hecho cosas ilegales’, siempre vuelven a lo que Trump dijo durante su campaña”.

Pacheco, cuyos padres vinieron de México con visas legales antes de convertirse eventualmente en ciudadanos estadounidenses, agregó: “No quiero decir que todo lo que él dijo es cierto o falso. Pero a nivel de la Patrulla Fronteriza... muchas de estas personas que vienen aquí generalmente son detenidas por segunda o tercera vez. Muchos de ellos ya tienen antecedentes”.

Salvador Zamora, agente de patrulla jefe en funciones para el sector de El Centro, aseveró que es algo con lo que tienen que luchar los candidatos latinos al trabajo. “Sé que este es un tema delicado para muchos candidatos hispanos: ‘¿Qué digo, qué significa esto de arrestar a alguien de mi país, tal vez de la ciudad natal de mis padres?’”, explicó Zamora. “Es muy simple: es la ley. Está lo correcto y lo errado. No es contra ninguna raza, etnia o grupo de personas en particular”.

Con tantos inmigrantes que cruzan la frontera sin autorización desde México y Latinoamérica -y con muchos pueblos fronterizos que son mayoritariamente latinos- reclutar gente que tenga más probabilidades de hablar español siempre tuvo sentido, sostienen los expertos.

“Ha habido agentes latinos, concretamente mexicoamericanos, desde el comienzo de la Patrulla Fronteriza”, indicó Kelly Lytle Hernández, profesora de UCLA y autora de “Migra! A History of the U.S. Border Patrol” (¡Migra! Historia de la Patrulla Fronteriza de los EE.UU.). Por supuesto, en los años 1970 realmente eran una minoría; sin embargo, eran reclutados activamente ya en la década de 1920 por sus habilidades lingüísticas en particular”.

La mayoría de los aprendices en la academia de la Patrulla Fronteriza de El Centro este 2018, crecieron cerca de la frontera. A diferencia de muchos jóvenes latinos en áreas urbanas -y a menudo, más liberales- se refieren a aquellos que se encuentran en el país indocumentados simplemente como “ilegales”.

Algunos alumnos tienen parientes que trabajan para la Patrulla Fronteriza. El padrastro de Manuel Trujillo forma parte de la agencia. Los padres de Eduardo Segura, de 18 años, lo impulsaron a seguir los pasos de su hermana mayor, que es agente. Una de las tías de Antonio también trabaja en la fuerza.

Los abuelos maternos de Antonio son de México. Por parte de padre, su abuelo es de Filipinas y su abuela de México.

Algunas veces, Antonio ha discutido con amigos sobre su deseo de unirse a la Patrulla Fronteriza. Esos debates se volvieron más comunes e intensos desde la elección de Trump. Antonio, oriundo de El Centro, comentó que sus amigos no pueden creer que quiera arrestar a su “propia gente”.

Él responde diciendo: “Estoy protegiendo a mi gente. Mi gente está aquí”. Pero sabe que el tema puede ser complicado.

En el 2017, vio a dos inmigrantes que saltaban una valla fronteriza. Cuando un agente de inmigraciones fue en su dirección, uno de los amigos de Antonio gritó una advertencia en español. En ese momento, Antonio confesó haber pensado: “Corre”.

“Sé que a veces la mayoría de ellos solo quiere venir aquí para tener un futuro mejor”, expresó. Pero Antonio sueña con ser agente de la Patrulla Fronteriza y no duda de que haría su trabajo. “Arrestas a personas… ¿y qué si fuera mi tío? Si fuera mi tío...”, dijo antes de hacer una pausa, “lo arrestaría. Aunque no podría, físicamente, hacerlo. Me gustaría que otro agente lo hiciera”.

José Ávalos, uno de los aprendices, no habría nacido en los Estados Unidos si su madre, Fanny Posada, no hubiera cruzado la frontera sin permiso en 1987. La mujer se marchó de México para mantener a su joven familia. Posada dejó al hermano mayor de Ávalos con su madre y tomó un autobús desde la Ciudad de México a Tijuana.

Después, caminó por el desierto durante horas junto con otras 40 personas, liderada por un guía que recibiría el pago de una tía si lograba que Posada ingresara en California. Cuando el hombre vio que se acercaban luces de un automóvil, entró en pánico y bajó corriendo una colina, dejando que Posada y el resto se las arreglaran solos.

Posada tiene vívidos recuerdos de un helicóptero volando sobre su cabeza y un agente de la Patrulla Fronteriza empuñando una pistola a lo lejos. La mujer se escondió en un arbusto hasta que todo quedó en silencio. Eventualmente llegó a una tienda en California y el dueño llamó al número escrito en su brazo para que su tía fuera a buscarla.

En su primer año en el país obtuvo un permiso de trabajo, después de laborar en un viñedo de Lodi.

Catorce años después, en 2001, Posada quiso unirse a la Patrulla Fronteriza, alentada por su vecino de al lado, que era agente y quien también la incitó a obtener su diploma de educación general (GED) y su residencia. Como Posada no tenía dinero para solicitar su ciudadanía, el agente le escribió un cheque. “Mereces esto, tus hijos se merecen esto”, le dijo. El hombre, ahora retirado, se negó a ser entrevistado.

Posada dijo que el hecho de haber nacido en México influyó en una pregunta que le formularon durante su entrevista con la Patrulla Fronteriza. Los agentes le consultaron cómo podían estar seguros de que no dejaría en libertad a los inmigrantes. “Me están pagando y tengo que hacer mi trabajo”, respondió ella. “Pero no voy a ser mala con ellos, y voy a tratar de decirles cómo pueden intentarlo legalmente. Intentaré compartir eso con ellos, porque sé que son buenas personas, solo buscan empleo. Ahora, si encuentro a alguien con drogas, probablemente no sea tan agradable”.

Finalmente, Posada no se unió a la Patrulla Fronteriza porque no tenía a nadie que cuidara de sus hijos mientras asistía a la academia. En lugar de ello, comenzó a trabajar para la ciudad de Brawley, donde permanece hace 17 años.

En septiembre de 2017, Ávalos, de 28 años de edad, se inscribió para convertirse en agente. Quería un empleo que pudiera proporcionar una buena vida para él y su esposa. Al igual que su madre, se sintió inspirado por su vecino, el agente de la Patrulla Fronteriza. Tomó la prueba de polígrafo y espera que la promesa de Trump de contratar más personal signifique el pronto inicio de su carrera.

“La gente podría decir: ‘Oh, no te importa tu cultura’”, expuso Ávalos. “Me encanta todo sobre mi cultura, pero nací aquí y me considero estadounidense”.

Un sábado de marzo, los alumnos se pararon sobre un camino en Calexico, bajo un cielo sombrío. El tráfico en la ciudad mexicana de Mexicali, mucho más grande, era visible desde una valla baliza de 18 pies.

Formaron un semicírculo alrededor del agente Juan González, mientras señalaba sus huellas en la tierra, identificándolas por su forma de nidos de abeja o waflera. Esas huellas pueden ayudar a los agentes a ubicar a personas que saltaron la cerca, indicando el patrón por la radio al agente en la siguiente senda.

Michael Araujo, uno de los aprendices, tiene tíos que cruzaron sin autorización y luego arreglaron sus papeles. El padre de su amigo cercano fue deportado y vive en el lado mexicano de la frontera, donde la familia lo visita cada dos fines de semana. “Sé lo difícil que es eso, y me siento mal por esas situaciones en las que una familia está separada”, expresó Araujo, de 19 años. “En la mayoría de los casos, cuando te registras para esto te das cuenta de que lo más probable es que no permitas que alguien visite a sus familiares; quizás ya tengan parientes aquí. Es un gran conflicto interno, pero hay que hacerlo”.

Al igual que ocurre con muchos otros aprendices, según Araujo la razón primordial de querer unirse a la Patrulla Fronteriza es sencilla: es un trabajo en un condado con la segunda tasa de desempleo más alta en todo el estado, que llega al 17%. La Patrulla Fronteriza es uno de los principales empleadores en el condado de Imperial.

Con el salario de un agente, “aquí en el Valle Imperial, serán de clase media alta”, le dijo González al grupo.

“Todo el mundo está interesado si es de la zona”, aseguró Araujo. “Saben que es uno de los pocos lugares donde se puede obtener un buen trabajo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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