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Veterano de guerra es deportado a México y se encuentra “sin hogar y sin un centavo”, dice su familia

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Después de una misión de 16 meses en Afganistán y feliz de regresar al país donde fue criado y que luchó por defender, Miguel Pérez Jr., un veterano del Ejército con tarjeta de residente permanente, fue condenado por drogas y deportado a México, un país donde no ha vivido desde que era niño.

El Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos confirmó el domingo que Pérez abordó un vuelo de ICE en el Aeropuerto Internacional Gary, en Indiana y fue trasladado a Brownsville, Texas. Allí, los oficiales de ICE escoltaron a Pérez al otro lado de la frontera y lo entregaron a las autoridades mexicanas.

Pérez fue deportado sin la advertencia habitual y la oportunidad de despedirse de su familia. No tenía dinero ni ropa, a excepción de algunos artículos del centro de detención, y se quedó en Matamoros, una ciudad fronteriza en el estado de Tamaulipas, donde el Departamento de Estado de EE.UU. ha advertido a los estadounidenses que no viajen debido a los altos índices de criminalidad.

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Mientras abordaba el vuelo, Pérez dijo que los agentes de ICE se tomaron selfies “como pescadores cuando capturan un pez gordo”. Después lo acompañaron a cruzar la frontera junto a un autobús lleno de otros deportados, dijo.

“Hicieron algunas cosas horribles, y la gente debe saberlo”, dijo. “Querían estar seguros de que se estaban deshaciendo de mí”.

Los funcionarios de ICE no respondieron de inmediato a una solicitud de comentarios sobre los reclamos de Pérez.

Claudia Valenzuela, directora del proyecto de detención del Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes, dijo que no le sorprenden las afirmaciones de Pérez.

“A través de los años hemos escuchado muchas cosas y sabemos que hay un comportamiento y tácticas muy agresivas por parte de los oficiales”, dijo Valenzuela. “Pero todo este asunto de burlarse de la gente o jugar con las emociones, creo que es particularmente cruel, es algo que escuchamos cada vez con más frecuencia”.

El lunes, su madre, un ministro religioso y otro defensor volaron a Tijuana, donde se encuentra Pérez, para entregarle una maleta con ropa, zapatos, una gorra de béisbol de los Cubs de Chicago y algunas recetas médicas.

“Esta es una forma intolerable de tratar a un hombre que luchó valientemente por esta nación”, dijo Emma Lozano, ministra de la Iglesia Metodista Unida Lincoln en Chicago, que ha estado luchando en favor del caso de Pérez. “Lo han dejado sin hogar y sin un centavo en un lugar peligroso, sin comida, ni dinero, ni ropa, ni medicamentos”.

Su madre, Esperanza Montes Pérez, dijo que este resultado no es más doloroso que los últimos 16 meses, en los que vivió en una constante agonía.

“¿Quién será responsable si mi hijo pierde la vida allí?” preguntó entre lágrimas.

Criado en Chicago desde los 8 años, Pérez se alistó antes de los ataques del 11 de septiembre y se desempeñó en el servicio hasta 2004. Fue enviado a Afganistán y sirvió en el 2. ° Batallón, 3. ° Grupo de Fuerzas Especiales.

Después de su servicio militar, Pérez buscó tratamiento en el hospital Veterans Affairs, cerca de Maywood, Illinois, donde los médicos lo diagnosticaron con trastorno de estrés postraumático.

Se suponía que volvería para más exámenes para determinar si también tenía una lesión cerebral traumática.

Mientras tanto, se volvió a conectar con un amigo de la infancia que le proporcionó drogas y alcohol gratis.

El 26 de noviembre de 2008, mientras estaba con ese amigo, Pérez le entregó una maleta que contenía cocaína a un oficial encubierto. Pérez se declaró culpable del cargo de drogas y cumplió la mitad de una sentencia de 15 años de prisión.

Aunque Pérez fue condenado por entregar menos de 100 gramos de cocaína, los fiscales dijeron que fue arrestado por tratar de vender una cantidad mucho mayor y recibió una sentencia reducida luego de un acuerdo con el fiscal.

Los fiscales también señalaron que a Pérez se le dio de baja del ejército después de una infracción de drogas.

Pérez es uno de los muchos veteranos, algunos de los cuales sufrieron lesiones y traumas emocionales durante el combate, que fueron condecorados por su servicio militar y luego se enfrentaron con la posibilidad de ser deportados después de haber cometido un delito.

Como muchos otros, Pérez pensó erróneamente que se convirtió en ciudadano estadounidense cuando juró proteger a la nación. Descubrió que ese no era el caso cuando lo citaron ante un tribunal de inmigración poco antes de su liberación de una penitenciaría estatal, donde había cumplido siete años.

En lugar de regresar a su casa en Chicago, Pérez fue puesto bajo la custodia de ICE y trasladado a un centro de detención para inmigrantes en espera de su deportación.

Pérez, de 39 años, dijo el jueves en una llamada desde un centro de detención en Kankakee, Illinois, que se preocupó cuando todos sus dispositivos electrónicos se apagaron. Él había planeado hablar con su hijo de 10 años a la mañana siguiente, pero nunca tuvo la oportunidad.

Todavía no sabe lo que le dirá a su hijo cuando lo llame desde México.

Este mes, la petición de Pérez para la ciudadanía retroactiva -a la fecha en la que se unió al ejército en 2001- fue negada por los funcionarios de inmigración.

Además de la solicitud de ciudadanía, solicitó clemencia al gobernador de Illinois, Bruce Rauner, y apeló ante el Tribunal del Séptimo Circuito de Estados Unidos para obtener alivio bajo la Convención de las Naciones Unidas Contra la Tortura, una protección que se asemeja al asilo.

Debido a que los cárteles de la droga a menudo tratan de reclutar veteranos deportados por su experiencia de combate, Pérez y los defensores de los derechos humanos creen que su vida está en peligro en México.

Ambas solicitudes fueron denegadas.

“Las amenazas son reales y muy graves”, dijo Pérez.

Sus partidarios incluyen a la senadora Tammy Duckworth, una demócrata de Illinois, que hizo una apuesta arriesgada por mantenerlo en el país mediante el uso de una maniobra legal poco conocida que tiene la intención de ayudar a individuos específicos. La medida no pasó más allá de un comité.

El lunes, Montes Pérez, que es ciudadana de Estados Unidos, estaba hecha un manojo de emociones encontradas cuando se preparaba para pasar por la seguridad del aeropuerto y tomar su vuelo. Aunque ahora teme por la vida de su hijo, al otro lado de la frontera es un hombre libre por primera vez en 10 años. Ella finalmente podrá abrazarlo.

“Ahora estoy cerca de hacer eso”, dijo. “Lo amo ... soy su madre”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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