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Veraneo en Egipto: arenas blancas y cócteles de autor, pero poco espacio para el público

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Kiki’s Beach Bar ofrece brisas frescas y cócteles de autor a $14. Pero buena suerte para ingresar, a menos que sea famoso o, mejor aún, que conozca a alguien que trabaje en la puerta.

La exclusividad, por supuesto, es un atractivo para la alta sociedad de El Cairo, que los jueves por la tarde en esta época del año desciende al norte hasta las aguas claras y frescas de Sahel (“la costa”), dejando los carros tirados por burros y los bares de shisha de la capital muy atrás. Alrededor de la medianoche, Kiki’s y otros establecimientos de elite de la orilla norte, como Lemon Tree y Sachi by the Sea, comienzan a llenarse de hombres con camisas de lino y mujeres con brillantes blusas y extensiones de pestañas.

En la costa norte, la franja mediterránea desde Alejandría hasta la frontera con Libia, han proliferado los bares elegantes con el rápido desarrollo de centros turísticos cada vez más nuevos, incluso cuando los ciudadanos comunes luchan por hacer frente al alto costo del agua, el gas y la electricidad. Si las crisis económicas como la “Primavera árabe” o el golpe militar en 2013, hundieron a casi un tercio de los 95 millones de habitantes de este país en la pobreza, ello no se ve en Sahel, donde los locales nocturnos de moda rebasan de recién graduados de universidades occidentales, engalanados en conjuntos inspirados en Ibiza y Miami Beach.

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En todo El Cairo y por la carretera de la costa norte, vallas publicitarias enormes de nuevos desarrollos exclusivos, como Fouka Bay y La Vista, exhiben impecables chalets en arenas blancas vacías, contra el mar turquesa característico de este tramo principal de 300 millas de la costa sur del Mediterráneo.

En realidad, poco del litoral ha quedado intacto. “No creo que haya un solo tramo de costa inalterado”, consideró David Sims, un economista y planificador urbano con sede en El Cairo, que describe la zona como “el mercado inmobiliario más popular de Egipto”, gracias al notable ritmo de construcción de alta densidad, que ha prácticamente ha acabado con las 45 playas públicas o espacios abiertos.

Los fines de semana estivales por la tarde, dentro de Marina, el complejo más antiguo y grande -aunque no el más lujoso- en Sahel, las mujeres jóvenes en pantalones cortos reparten volantes de fiestas a los conductores. Por supuesto, esas opciones son únicamente para aquellos que pueden pagar el costo del ingreso. La entrada individual cuesta entre $30 y más de $50 en los clubes “decentes”, especialmente si hay música en vivo o un deejay conocido, relató Mohamed Rashed, un periodista de Scoop Empire, un sitio web de “destino urbano”, residente de El Cairo.

El valor es más de lo que el egipcio promedio gana en una semana. Algunos clubes requieren reservaciones anticipadas o ‘revisan’ a los posibles clientes a través de Facebook u otros métodos darwinianos.

“En Egipto hay dos tipos de personas ricas”, señaló Rashed. “Hay personas ricas que simplemente tienen dinero, que fueron a universidades buenas y privadas, y también están los súper ricos”. Los viernes, los miembros de la última categoría comienzan a llegar varias horas antes del atardecer a Rituals, un sitio tematizado al estilo nirvana, donde se puede degustar sushi mientras se descansa debajo de una sombrilla de cáñamo, en una lujosa cama blanca de felpa a solo unos pies de las olas.

Durante décadas, la tradición ha dictado que cualquiera que pueda permitirse escapar del calor y el tráfico de El Cairo se dirige a las costas mediterráneas en el verano. Durante la monarquía egipcia, todo el gobierno se trasladaba a Alejandría durante julio y agosto.

Pero no fue sino hasta 1992 que Marina, el original mega resort de lujo de la Costa norte, surgió en un tramo de siete millas de tierras estatales que alguna vez albergaba un antiguo puerto comercial grecorromano. Con miles de viviendas, el complejo incorporó un campo de golf, lagunas artificiales e incluso una zona llamada “minister’s row”, en una isla privada, donde los pesos pesados de la era de Hosni Mubarak aún veranean hasta hoy.

No obstante, la mayor parte del conjunto faraónico hace tiempo que abandonó Marina -ahora considerado para la clase media- en busca de nuevas direcciones más prestigiosas, al oeste. “Es moda”, afirmó encogiéndose de hombros Manal Hussein, una exviceministra de finanzas que ahora es presidenta de Orascom Hotels and Development, una de las firmas más grandes de Egipto.

Pronto, ella también podría vender la mansión de su familia en Marina, de 15 años de antigüedad, con seis dormitorios, piscina, jacuzzi y habitaciones de servicio, a pesar de los muchos recuerdos felices de veranos pasados allí. Asistir a las bodas y almuerzos en Sahel, que tienen lugar regularmente en su entorno actualmente, implica un viaje de 40 minutos hacia el oeste, hacia zonas inmobiliarias más exclusivas, explicó.

Cuando llega septiembre, no obstante, salones de belleza, bares e incluso tiendas de abarrotes cierran con candado cuando la temporada de verano llega a su fin. Los asistentes de bares, niñeras y otros trabajadores regresan principalmente a El Cairo junto con sus jefes, dejando la costa norte en gran parte desierta.

Esto no era lo que el gobierno originalmente tenía en mente, explica Sims en su libro de 2015 “Sueños del desierto de Egipto: ¿desarrollo o desastre?”. Con la apertura de la economía egipcia a fines de la década de 1970, afirma, El Cairo tramó un ambicioso plan para aprovechar el potencial de la región. La costa se convertiría en un imán para los turistas internacionales, y la industria y la agricultura en el interior crearía empleos para los egipcios de clase trabajadora. Pero los desarrolladores y los funcionarios descubrieron rápidamente que se podían obtener ganancias mucho más rápidas y fáciles al construir casas de verano para los ricos.

Una revista de negocios local lamentaba, en 1998, el desperdicio de la costa, que podría haber rivalizado “con la Riviera francesa, la Costa del Sol española y la Antalya turca”.

Incluso, hoy en día hay poco empleo permanente y casi ningún turismo extranjero en la costa norte, a pesar de los reclamos de marketing de los funcionarios gubernamentales y los folletos inmobiliarios que pregonan los “resorts de clase internacional”, donde las instalaciones tienen nombres como Verona y Valencia, y arquitectura de inspiración española e italiana.

Pero incluso si los turistas lograran llegar a la costa norte -los únicos aeropuertos cercanos prácticamente no tienen vuelos desde Europa- tendrían dificultades para encontrar alojamiento. Solo hay un puñado de hoteles de nivel internacional. El Alamein, donde las habitaciones estándar cuestan alrededor de $300 por noche, por ejemplo, está reservado hasta agosto para sus clientes regulares egipcios.

A pesar de tales inconvenientes, el presidente Abdel Fattah Sisi redobló la estrategia de desarrollo que creó la costa norte. Además de ofrecer 12 nuevos espacios a los desarrolladores -que se convertirán en “la Riviera del nuevo Egipto”, según el director de la Autoridad de Desarrollo Turístico-, el gobierno está trabajando arduamente en la Nueva Ciudad Alamein. La urbe planificada en la costa norte -una de tantas, incluida una nueva y controvertida capital a medio camino entre El Cairo y el Canal de Suez-, promete proporcionar aún más “viviendas costeras y de lujo”, así como universidades, hospitales, bibliotecas y mezquitas.

Sims, sin embargo, predice que las casas de vacaciones lucrativas para el mercado nacional continuarán “sobrepasando todos los esfuerzos para diversificar la costa norte”.

Egipto también planea construir una planta de energía nuclear en Dabaa, a solo unas millas de los centros turísticos.

Hubo pocas trabas, más allá de algunas protestas iniciales, cuando el proyecto se anunció, en 2015. Una polémica que sacudió brevemente Sahel el verano pasado tuvo lugar después de que se conocieran fotos tomadas en 6ix Degrees, un popular local nocturno, donde bailarinas en el escenario lucían collares de perro y más, como parte de un acto con prácticas BDSM.

“Esta imagen no fue capturada en Francia o en Estados Unidos, ¡en realidad fue en la costa norte de Egipto!”, escribió un indignado dentista egipcio en Facebook. Después de que las instantáneas se volvieran virales, el club fue clausurado por la policía, que informó que 6ix Degrees había cerrado permanentemente. Para cuando el local reabrió, el siguiente fin de semana, todos parecían haber perdido interés.

Una noticia menos sonada surgió en julio, de una de las pocas playas públicas relativamente baratas que quedan cerca de Alejandría, donde hubo un aluvión de ahogamientos mientras la gente continuaba nadando, a pesar de las advertencias oficiales sobre las condiciones peligrosas del mar. Mohamed Nuby, un residente, le dijo a un periodista: “La playa es su único resort asequible”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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