Anuncio

Una pequeña tintorería unifica a una comunidad alrededor de la Copa del Mundo

Share

En medio del ruido de una secadora y el vapor humeante de las planchas se escucha un tipo diferente de sonido.
No es el ruido del sofocante trabajo, sino del deporte, de la pasión, de la luz.

Proviene de un televisor de 42 pulgadas que está encima de un gabinete. Está colocado entre la estrecha puerta delantera y una concurrida calle de Pasadena, atrayendo a decenas de clientes que entran sonrientes.

Es una tintorería que transmite un juego de fútbol.

“¿Vienes a dejar ropa o a recoger?”

Salah dejó de hablar ¡para ver el disparo a gol!

Cada cuatro años, durante los últimos 40 años, el personal de Champion Cleaners ha celebrado la Copa del Mundo entusiasmando a sus vecinos mientras planchan sus camisas.

En una tradición iniciada por el propietario original Koko Kederian. Durante las horas de trabajo, cada juego de la Copa del Mundo se muestra en un televisor que es transportado desde la casa de su hijo, Joah Kederian.

Anuncio

“Mira, mientras reviso ese dobladillo”.

¡Gueye, driblea, tira, y anota!

Su personal de nueve personas es muy diverso, hablan ocho idiomas diferentes y se trasladan desde sus estaciones de trabajo a la televisión para celebrar los goles de cada equipo.

Sus clientes, un grupo igualmente diverso que promedia unas 300 visitas al día, hacen una pausa para mirar, animar y lanzar porras a sus países favoritos mientras dejan la ropa sucia o recogen sus trajes.

Hay ropa para lavado, planchado, envuelta en plástico, trajes, camisas que los clientes, por estar tan absortos en los partidos, dejan en los ganchos y no las llevan a casa.

Es extraño. Es apasionante. Es bonito

“¡Es Estados Unidos!”, dice Koko, de 68 años, que fue un destacado futbolista en Líbano. “La Copa del Mundo es una oportunidad para mostrarle a Estados Unidos exactamente quiénes somos. Somos de todas partes’’.

El anciano Kederian usa la fiesta del Mundial que dura un mes, para darle brillo al crisol de su vida. Desde que llegó aquí desde su país devastado por la guerra en 1975, con un dólar en el bolsillo, el amor de Kederian por el “sueño americano” se ha vuelto tal que limpia las banderas estadounidenses de forma gratuita y ofrece grandes descuentos al Departamento de Policía de Pasadena y a cualquier persona con uniforme militar. Sin embargo, también aprecia las raíces de toda la gente y celebra la capacidad que tiene la Copa del Mundo de permitir que todos regresen al menos espiritualmente, a su hogar.

“Aquí puedes ser quien eres”, dice. “La Copa del Mundo es un regalo”.

Pasar unos minutos en esta tintorería te ayuda a comprender por qué la ausencia de la selección de EE.UU. en la Copa del Mundo no disminuye el interés por este extraordinario evento. La audiencia es más grande que nunca. El entusiasmo es tan poderoso como siempre.

La escena se repite en todo Los Ángeles, los deportes atraen la atención en lugares cuyo negocio no es el deporte, los televisores se montan en todas partes, desde taquerías hasta restaurantes chinos e incluso en el abarrotado mostrador de las gasolineras. Algunas personas hablan de Ronaldo, otras hablan de Harry Kane y, por supuesto, nunca se sabe cuándo escucharás a toda una cuadra cantando “Cielito Lindo”.

Puede que no haya un equipo estadounidense participando, pero como dice Kederian, Estados Unidos está involucrado y Champion Cleaners está muy animado.

“No traigo esa televisión aquí para ver otra cosa”, dice Joah. “No hay ningún deporte que signifique tanto para personas tan diferentes”.

En ese martes por la mañana, entra un hombre con un montón de pantalones que muestra su amor por la Inglaterra de sus abuelos.
“Este evento nos une de muchas maneras”, dice George Strong. “Cuando ese televisor está encendido, realmente paso más tiempo aquí de lo que debería”.

Poco después llega una mujer con un montón de ropa y alienta a la selección de México, el país de origen de sus padres. Ella no está sóla, El Tri es el claro favorito de los angelinos que aún celebran la sorprendente victoria inicial de México contra Alemania, el campeón defensor.

“Es la única vez que el mundo se junta, y sucede aquí”, dice María Quispe, quien grita “México”, mientras se aleja del televisor y sale por la puerta.

Ahora viene una mujer que, después de recoger su ropa recién almidonada, señala que le va a Alemania, ya que ahí nació su madre.

“El fútbol es el deporte anti-Trump”, dice Melissa Meister. “En este caso, todos importamos, no importa de dónde vengamos. La selección de Estados Unidos no está en el Mundial, pero todos tenemos un segundo equipo”.

Un cliente que se queda para ver el final de la victoria de 3-1 de Rusia sobre Egipto reconoció que su preferencia no tiene nada que ver con sus antepasados.

“Se trata de Islandia”, dice Justin Christman. “A todos nos gusta Islandia”.

Koko también está a favor de Islandia. Por supuesto.

“Mi papá le va a los que no son favoritos”, dice Joah, un ex jugador de fútbol colegial que abandonó el deporte para unirse a las operaciones diarias de Champion. “Nuestro negocio tiene que ver con todos ellos”.

Cuando Koko llegó a Estados Unidos, se vio obligado a renunciar a una prometedora carrera futbolística que incluía un período en el equipo nacional de Líbano. Él estaba en la ruina. Tenía que encontrar un trabajo. Comenzó como diseñador de calzado, pero luego vio las posibilidades económicas en el negocio de la limpieza en seco a pesar de que nunca había lavado una toalla o doblado una camisa. Pidió prestado el dinero para comprar Champion, ahí aprendió el negocio y hoy su tienda se ha convertido en el equivalente de un bar, un lugar amigable con unos 5,000 clientes en total.

“Ellos conocen a todos por su nombre. Todos los conocen. Son realmente grandes representantes de la comunidad “, dice Quispe, un diseñador de interiores.

Koko ha recompensado a la comunidad contratando trabajadores de todos los rincones del mundo, desde Armenia hasta Corea del Sur y Rusia, desde José Velázquez a Luis Díaz y Verónica Ramírez, varios de ellos que han trabajado aquí por más de 15 años, todo esto llevó a que la Copa del Mundo se volviera toda una tradición.

“Hay aplausos para todos los equipos”, dice Joah. “Creo que se podría decir que animamos a todo el mundo”.

Cuando finaliza el juego final del día, los vítores se detienen. Joah apaga el televisor y casi religiosamente coloca el control remoto en un estante detrás de una pequeña estatua de una iglesia armenia y frente a diminutas banderas estadounidenses y de California. La pantalla permanecerá en negro hasta que comiencen los juegos del día siguiente.

Anuncio