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Una boda real del siglo XXI: el príncipe Harry se casó con Meghan Markle en medio de un llamado a la justicia social

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Hasta que apareció Meghan Markle, era poco probable que alguien asociara las palabras “boda real” con la frase “llamado a la justicia social”.

Pero esa fue la conclusión inevitable del sábado 19 de mayo, cuando Markle, una actriz estadounidense birracial criada en Los Ángeles -glamorosa y con los ojos húmedos, extraordinariamente sosegada- intercambió sus votos matrimoniales con el príncipe Harry, un veterano de la guerra en Afganistán que es sexto en línea al trono británico.

Sí, estuvieron todos los símbolos tradicionales de las nupcias reales en lo que podría ser la monarquía más famosa del mundo: el carruaje del siglo XIX tirado por caballos, una suntuosa tiara desempolvada para la ocasión y la preciosa catedral gótica contenida dentro de los muros y torres del castillo medieval de Windsor, que durante siglos fue sede de la realeza británica.

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Ante suspiros de placer de algunos observadores reales, el día de la boda se reveló un misterio bien guardado: los títulos de los recién casados serán el duque y la duquesa de Sussex, luego de que la abuela de Harry, la reina Isabel II, le legara un ducado, tal como hizo con su hermano mayor después de su matrimonio.

Y, también con la bendición de la reina, a Harry se le permitió usar su barba rojiza con el uniforme militar de gala -de otra manera, el vello facial hubiera estado mal visto-. Otras noticias cruciales para la moda giraron en torno al elegante vestido de seda con cuello bote de Meghan: fue creado por la diseñadora británica Clare Waight Keller, para Givenchy.

Hubo fuertes chispas románticas y de cuento de hadas a la vista de una audiencia compuesta por millones de personas en todo el mundo: un sotto-voce “Te ves increíble”, pronunciado por el novio a su amada en el altar; la pareja con las manos tomadas y mirando profundamente a los ojos del otro mientras avanzaba la ceremonia; el emblemático beso en los escalones bañados por el sol de la capilla, con el voluminoso velo de la novia y la larga cola cuidadosamente acomodados.

Cuando las festividades del día dieron lugar al crepúsculo, la energía cambió claramente en dirección a la mística de Hollywood. Harry, con esmoquin, escoltó a Meghan -vestida entonces con un vestido sin hombros- a una recepción vespertina en un Jaguar E clásico, eléctrico y convertible, con su fecha de boda como placa de licencia.

Esa fue solo una de las formas en que la pareja marcó que la suya sería una unión real de estilo más moderno.

Al ingresar mediante matrimonio a la Casa de Windsor, Markle (36), una divorciada que es tres años mayor que Harry (33), proporcionó una sacudida vigorizante no solo para la familia real, sino al universo de Twitter, que repentinamente se dio cuenta -a altas horas de la madrugada en la mayor parte de EE.UU.- que quizás la ocasión no era un ceremonia real estándar y seria.

Esa toma de conciencia llegó cuando el reverendo Michael Bruce Curry, el primer afroamericano en dirigir la Iglesia Episcopal -prima estadounidense de la Iglesia de Inglaterra-, subió al púlpito para brindar un emotivo discurso de boda, probablemente diferente de cualquier otro que se haya oído jamás entre los muros de la venerada capilla.

Hablando con la clásica cadencia de los predicadores afroamericanos -y de hecho, invocando específicamente al reverendo Martin Luther King Jr.- Curry transformó un predecible panegírico al amor romántico en un poderoso llamado a la justicia y la igualdad. Al hacerlo, lo convirtió en un agudo comentario para estos tiempos cargados, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos.

“No es solo acerca de una pareja joven con la cual nos regocijamos; es más que eso”, dijo mientras la cámara captaba ocasionalmente las reacciones de algunos parientes reales del novio. Citando la fe de King en “el poder redentor del amor”, Curry exhortó a los asistentes a la boda y a la audiencia mundial: “Cuando el amor es el camino, hay espacio suficiente para todos los hijos de Dios. Cuando el amor es el camino es cuando nos tratamos unos a otros como si fuéramos, realmente, una familia”.

Desde el comienzo de esta particular historia de amor, Harry parecía haber buscado una compañera de vida fuera del rango normal de expectativas para un miembro superior de la familia real, incluso para alguien con muy pocas posibilidades de ascender al trono (como lo han señalado muchos comentaristas, Harry solo se convertiría en rey si algún destino cruel -al estilo Game of Thrones- no solo le sucediera a su abuela, la reina (de 92 años) y a su padre, el príncipe Carlos (de 69 años), sino también a su hermano mayor William, de 35 años de edad, y los tres hijos pequeños de este, dos de los cuales desempeñaron un papel prominente y adorable en las nupcias del sábado).

Harry salió con una serie de elegantes rubias británicas -al menos dos de ellas observaron cómo la pareja recitaba sus votos el sábado, en un gesto totalmente moderno para tratar respetuosa y cordialmente con las exparejas- pero terminó flechado por Markle, quien llegó a su vida a través de un amigo mutuo, que pensó que simplemente podrían llevarse bien. Y así fue.

Volviendo a la ceremonia, esta se desarrolló prácticamente como podría esperarse en sus momentos iniciales. Parientes reales, amigos de la novia y el novio, y celebridades tanto británicas como estadounidenses -Elton John, Oprah Winfrey, Serena Williams, Idris Elba, George y Amal Clooney, David y Victoria Beckham, miembros del elenco del drama televisivo “Suits”, donde trabajó Markle- mezclados en un ambiente de cóctel -sin cócteles-, en la nave de la capilla.

La madre de la novia, Doria Ragland, una trabajadora social de 61 años y profesora de yoga de Los Ángeles, fue acompañada a la capilla después -en un quiebre de la tradición- de acompañar a su hija en automóvil hacia el castillo, desde el cercano hotel de lujo donde habían pasado la noche.

Harry llegó a la capilla junto con su hermano y padrino, William, ambos resplandecientes en trajes de etiqueta militares hechos a medida para los Blues and Royals, un regimiento de caballería británico.

La vista de los dos príncipes recorriendo en tándem una corta distancia a lo largo de la entrada del castillo despertó, para muchos británicos, el recuerdo de dos niños de 15 y 12 años respectivamente, que hace 21 años caminaban detrás del ataúd de su madre, la princesa Diana. Tanto Harry como William han hablado de su pesar por el hecho de que Diana, quien murió a los 36 años, no vivió para verlos llegar a la adultez y conocer a sus respectivas novias.

Diana fue, de hecho, una presencia espiritual en la boda, pero solo sutil y nostálgica, considerando las sensibilidades del divorcio que a menudo persisten para los hijos durante la adultez.

El príncipe Carlos, cuya separación de 1996 con Diana fue interminable, estremecedoramente pública y muy agria, intervino a petición de la novia en la víspera de la boda, para acompañar a Markle por el pasillo después de que el propio padre de la joven, Thomas Markle, se excusara de participar (su decisión fue una mezcla ambigua de problemas de salud y un escándalo -impulsado por los tabloides- con tomas al estilo paparazzi de su preparación para viajar a Inglaterra).

Según la prensa británica, Harry respondió con un “Gracias, papá” cuando Charles le entregó a Markle en el altar.

La hermana de Diana, Lady Jane Fellowes, quien en gran medida rehuye la atención pública desde la muerte de su hermana, brindó la única lectura durante la ceremonia: un pasaje del bíblico Cantar de los Cantares, que según la prensa británica resuena particularmente para los dolientes hijos de Diana. “Ponme como un sello en tu corazón, como un sello en tu brazo”, Lady Jane recitó en voz baja. “Porque el amor es tan fuerte como la muerte; la pasión, feroz como la tumba”.

Otro recordatorio de Diana fue la presencia en la boda de Elton John, quien en el funeral de la princesa cantó memorablemente su canción “Candle in the Wind” con una nueva letra, y luego se negó a volver a interpretarla jamás.

El Palacio de Kensington informó que Sir Elton actuó en una recepción posterior a la boda, en reconocimiento de la “estrecha relación” que mantiene con el príncipe y su familia. El sitio web de chismes de celebridades TMZ publicó que la canción elegida fue su éxito “Your Song”, editado en 1970.

Entre la multitud -decenas de miles de personas- reunida en el exterior de los confines del castillo, algunos sintieron un orgullo especial sobre la herencia birracial de Markle, y se emocionaron al verla mientras la pareja pasó en un carruaje tirado por caballos.

Ruth Maunze, una partera de 48 años que se mudó a Gran Bretaña desde su Zimbabwe natal, viajó a Windsor con su amiga Beauty Nxumalo, de 55 años, originaria de Swazilandia. Cuando escucharon los acordes de “Stand by Me”, del cantante de soul estadounidense Ben E. King, interpretada por un coro de gospel y tocada en la capilla -un contrapunto deslumbrante al programa más tradicional de Händel, himnos anglicanos y música coral inglesa-, ambas mujeres cantaron. “Sentí un escalofrío en mi espina dorsal”, expresó Maunze. “Finalmente, el amor lo puede todo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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