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Una bebé de 10 meses murió en la bruma del conflicto en Gaza

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Un chico flaco llamado Ammar, quien tiene 12 años pero parece mucho más pequeño, pasó el lunes 14 de mayo jugando con la hija de su hermana, Layla, de 10 meses de edad, en el estrecho departamento donde ambos vivían, en la Franja de Gaza.

Cuando la bebé de ojos azules le pareció hambrienta, el niño compartió un trozo de pan con ella. Pensó que su hermana estaría junto con otros parientes en las masivas protestas palestinas que exigen el derecho a volver a su patria ancestral. El niño decidió entonces ir a buscarlos.

Llevó a Layla consigo hasta un autobús, que partía de una mezquita cercana, hacia el campamento donde la familia se había ubicado, sobre la frontera oriental de Gaza, durante las semanas de manifestaciones.

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Cuando Ammar Rezeq llegó al campamento, se encontró con miles de personas; muchas de ellas amenazaban con derribar las barreras de seguridad y entrar en Israel. Las fuerzas israelíes los contenían con lluvias de disparos y gases lacrimógenos. El niño se dirigió hacia una barrera de seguridad, donde sus parientes generalmente se reunían.

De repente, se vio rodeado por nubes de humo blanco y acre; su sobrina comenzó a toser.

“Me puse una bufanda en la boca mientras intentaba encontrar a mi familia”, recordó Ammar.

Finalmente, halló a su madre y a una de las tías de Layla. Las mujeres se sorprendieron al verlo aparecer a través de la bruma, con la bebé en sus brazos. La madre de la niña no había acudido a las protestas ese día y se había quedado en casa para tomar una siesta, le dijeron.

La tía tomó a la bebé de los brazos de Ammar y los tres corrieron hacia el autobús. Las manos de la niña comenzaron a ponerse azules.

Todos creyeron que se había quedado dormida en el vehículo, pero cuando no se despertaba, persuadieron al conductor para que los llevara a un hospital.

Ammar vio como los médicos intentaban desesperadamente revivir a la bebé. “Pensé que se despertaría”, expresó, con lágrimas en los ojos.

Para el martes, Layla Ghandour había llegado a las noticias internacionales como un símbolo de la causa palestina. El Ministerio de Salud de Gaza agregó su nombre a una lista de mártires de protesta, la más pequeña de las más de 60 personas que fallecieron en la jornada más sangrienta de las manifestaciones.

Un vocero del ejército israelí, Ofir Gendelman, desafió el relato de la familia: “Tenemos pruebas que ponen en duda la veracidad de los informes sobre la muerte de una niña en la Franja de Gaza”. No dio más detalles.

Un médico del hospital donde se atendió a Layla aseveró que la bebé tenía un problema cardíaco preexistente, que le causó la muerte. El galeno pidió hablar en condición de anonimato porque no estaba autorizado a discutir el historial médico de la niña.

La familia de Layla y el Ministerio de Salud reconocieron el problema preexistente, pero dijeron que el gas lacrimógeno fue un factor que contribuyó con su muerte.

Los enfrentamientos continuaron el martes, cuando funcionarios palestinos informaron al menos otras dos víctimas mortales cerca de la frontera de Gaza con Israel, elevando el número de muertos en dos días a 64.

El ejército de Israel también indicó que estallaron enfrentamientos dispersos en Cisjordania; precisando la participación de 1,300 palestinos en “disturbios violentos” en 18 localidades, donde manifestantes quemaron neumáticos y lanzaron piedras y bombas incendiarias contra las fuerzas de seguridad, ese mismo martes.

Los últimos decesos ocurrieron mientras los palestinos recordaban lo que llaman el Día de la Nakba (catástrofe), que evoca su desplazamiento masivo, hace 70 años, durante las hostilidades que rodearon la creación del Estado de Israel.

Los funcionarios israelíes sostienen que se abrió fuego en respuesta a una amenaza mortal planteada por los palestinos, que intentaban romper la valla fronteriza con Gaza. El ejército detalló que al menos 24 de los fallecidos el lunes eran militantes, y que tras el enfrentamiento de ese día, su avión impactó contra más de una docena de sitios en Gaza que fueron descritos como “objetivos terroristas”.

Al justificar el uso de la fuerza letal, Israel citó las bombas incendiarias que lanzaron los manifestantes y las cometas en llamas que volaban sobre la frontera. Según el ejército, al menos 400 manifestantes se reunieron el martes en el lado de Gaza, y varios palestinos fueron detenidos mientras trataban de abrir una brecha en el vallado.

A nivel internacional, las críticas a Israel van en aumento. En Ginebra, Rupert Colville, vocero de los derechos humanos de las Naciones Unidas (ONU), denunció la “atroz violencia mortal” de las fuerzas israelíes. Irlanda convocó al embajador israelí para instar a la moderación.

Turquía declaró tres días de duelo oficial, bajando banderas a media asta en tributo a los palestinos asesinados. Como Turquía expulsó temporalmente al embajador israelí en señal de protesta, Israel pidió el martes el retiro provisional del cónsul general turco en Jerusalén.

Pero en las Naciones Unidas, la embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley, defendió incondicionalmente a Israel y le dijo al Consejo de Seguridad que ningún miembro “actuaría con más moderación de la que ha tenido Israel” en el enfrentamiento en curso en la frontera con Gaza.

Sin embargo, el jefe político de Hamas, Ismail Haniyeh, denunció la “masacre” en Gaza y prometió ampliar el enfrentamiento con Israel.

El martes 15 de mayo, miles de palestinos organizaron iracundas procesiones fúnebres, después de las oraciones del mediodía. Entre sus muertos había ocho niños, señalaron, además de un oficial de policía de Hamas y un doble amputado que fue fotografiado durante las protestas usando una honda en su silla de ruedas.

Cientos de dolientes marcharon por Layla. Su padre, Anwar Ghandour, solía ganarse la vida en túneles a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto, contrabandeando alimentos, medicinas, armas, combustible y otros bienes. Los túneles se construyeron después de que el grupo militante islamista Hamas tomó Gaza, en 2007, e Israel -en un intento por protegerse- impuso un embargo opresivo.

Pero Egipto destruyó la mayoría de estos pasajes después de que el presidente Abdel Fattah Sisi tomara el poder de su predecesor islamista, Mohamed Morsi.

El padre de Layla no ha podido encontrar trabajo desde entonces (el desempleo es casi del 50% en Gaza) y lucha por mantener a su familia. Hace un año, junto con su esposa perdieron a un bebé con la misma afección cardíaca que afligía a Layla. Los familiares dijeron que no podían comprar los medicamentos recomendados.

En ese momento, la pareja vivía en un apartamento de tres habitaciones, junto con otros nueve parientes. El mobiliario era escaso, porque la familia lo vendía para comprar comida y otras necesidades. El moho cubría los pasillos y el olor a aguas residuales resultaba abrumador.

La madre de Layla, Mariam Ghandour, de 18 años, relató que a menudo discutía con su esposo porque no podía afrontar los alquilarles de una casa o proporcionar alimentos y pañales a sus hijos. Cuando murió el bebé, la mujer regresó con su madre y su abuela.

La abuela los apoyaba con un estipendio otorgado por la Autoridad Palestina a las familias de los asesinados en las guerras con los israelíes; dos de sus hijos habían muerto en conflictos previos. Catorce personas vivían de este dinero, relató.

No había electricidad en el apartamento del padre cuando llevó el cuerpo de Layla, desde el hospital. Los vecinos le facilitaron a la familia dos cubos de agua para lavar a la pequeña, porque las tuberías se habían secado. Las mujeres colocaron a la bebé en un recipiente de plástico rosa y le echaron agua suavemente sobre la cabeza, a la luz de un teléfono celular.

La madre luego envolvió a Layla con una mortaja blanca y una bandera palestina, roja, verde, blanca y negra.

“Oh, mi hermosa hija, te he perdido”, sollozó, sosteniendo el pequeño cuerpo con fuerza contra su pecho. “Ella es todo lo que tengo”.

Poco antes de que sonara la llamada a las oraciones, el padre llevó a Layla a la mezquita para orar por su cuerpo. Él y otros parientes se turnaron para llevarla en la marcha desde la mezquita hasta un cementerio cercano, donde las tiendas estaban cerradas porque Hamas había convocado a una huelga general.

Mientras los dolientes bajaban el cuerpo al suelo arenoso, un gemido resonó entre las antiguas lápidas.

“Quiero verla por última vez”, suplicó su madre.

“Fue la voluntad de Dios”, le respondieron los hombres, ahuyentándola de allí. “Ten fe en Dios”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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