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Un momento difícil para los feligreses, mientras la Iglesia Católica enfrenta nuevos escándalos de abuso

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Olivia Vela se sentó en el patio de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles mientras esperaba que comenzara la misa de las 10 de la mañana, el domingo. Después de una ausencia de varias décadas, dijo que regresó a la iglesia hace un año y medio luego de que le diagnosticaron cáncer de ovario.

Vela dijo que ahora se encuentra en recuperación y comenzó a asistir a los servicios nuevamente porque está muy agradecida de estar viva.

Pero a los 52 años de edad, esta mujer que se dedica a la enfermería, está luchando para reconciliar sus creencias con los escándalos de abuso sexual que siguen afectando a la Iglesia Católica y las últimas noticias de que el papa Francisco pudo haber sabido las acusaciones contra el cardenal estadounidense Theodore McCarrick, el ex arzobispo en Washington.

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“Estoy tratando de regresar. Estoy tratando de volver”, dijo Vela, quien parecía cansada.

Ella es sólo uno de muchos católicos a través del sur de California que han visto su fe personal puesta a prueba por los escándalos sexuales de esa institución.

En las iglesias de todo el Sur de California, muchos feligreses dijeron que la última acusación contra el papa Francisco es un problema más que se aúna a las ya graves revelaciones de un informe del gran jurado de Pensilvania sobre décadas de abuso y encubrimiento por sacerdotes depredadores y funcionarios de la iglesia.

El arzobispo José Gómez, dirigiéndose a una multitud de jóvenes este 26 de agosto, durante un evento de la JMJ en la catedral, reconoció que los escándalos estaban causando que muchos creyentes, especialmente los jóvenes, consideraran salir de la iglesia. Aseguró a los parroquianos que él y otros líderes de la iglesia estaban comprometidos con la reforma.

“Hay jóvenes que han sido lastimados por sacerdotes de la iglesia”, dijo. “Todos estamos comprometidos a proteger a nuestros jóvenes en todas nuestras iglesias, escuelas y ministerios. Pero necesitamos tu ayuda”.

Cecilia González-Andrieu, profesora de Teología en la Universidad de Loyola Marymount, dijo que en la última semana, numerosos estudiantes la han buscado en el campus y que en sus mensajes de Facebook está recibiendo solicitudes de orientación de todo el país.

Dijo que alentaba a los estudiantes a expresar sus opiniones, comprometerse con su párroco y encontrar su propio papel en “amar a nuestra iglesia pero, al mismo tiempo, hacerla responsable de sus actos”.

“Ha sido un período muy doloroso, en nuestras aulas y parroquias”, dijo. “Somos una familia que tiene el corazón destrozado en este momento, que está sufriendo”.

Melisa Cedillo fue una de las estudiantes que recurrió a González-Andrieu. El día en que el informe del gran jurado de Pennsylvania fue dado a conocer, Cedillo, una recién graduada, dijo que comenzó a escribir furiosamente una carta para enviarla a los Obispos, pidiendo reformas urgentes y advertirles que la Iglesia se estaba arriesgando a perder a los católicos más jóvenes.

“Si eres una joven católica, sin duda has visto el poder y el impacto que el movimiento ‘#MeToo’ ha tenido en otros ámbitos, pero no lo ves en tu propia iglesia”, dijo.

En su homilía del domingo, en Nuestra Madre del Buen Consejo en Los Feliz, el padre Mark Menegatti habló sobre la decepción de los sacerdotes con el liderazgo de la iglesia. Sus feligreses parecían apreciar las palabras francas.

“Quieren ser buenos católicos y hablar de esto y estar molestos por todo esto”, dijo. “Quieren saber que nosotros, como clérigos, estamos con ellos”.

Menegatti dijo que habló a los feligreses acerca de cómo, como católicos, deberían “luchar contra los problemas, por desafiante que parezcan”.

José Alvarado, de 53 años, estaba ocupado hojeando las noticias en su teléfono celular en el patio de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, antes de la misa de las 12:30. Dijo que había leído antes sobre las acusaciones contra el Papa, y que hubiera querido que el papa Francisco hubiera hablado y actuado antes contra McCarrick, quien tenía décadas de relaciones sexuales con seminaristas varones y sacerdotes jóvenes y presuntamente atacó a un monaguillo de 11 años.

“Si no se hace nada al respecto, va a seguir sucediendo”, dijo.

Alvarado también estaba disgustado por los hallazgos del informe del gran jurado de Pensilvania, que citaba más de 1,000 casos de abusos por parte de sacerdotes. Pero también dijo que creía que el papa Francisco estaba haciendo todo lo posible para mantener unida a la iglesia y que no había perdido su fe.

“Este tipo de problemas no me harán dar la espalda a la iglesia”, dijo. “Porque soy católico”.

Vela, la enfermera, dijo que se sentía menos segura de su confianza a la iglesia donde creció. Dijo que sentía que los problemas de la iglesia se derivan de su larga historia de ser una organización dominada por hombres que durante siglos ha ocultado las indiscreciones de los ellos y necesitaba un “cambio radical”.

“Simplemente no sabemos cuán profundo es el problema”, dijo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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