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Trump se encontró con su contraparte perfecta: Michael Avenatti, el combativo abogado de Stormy Daniels

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Michael Avenatti, quien ganó reciente fama como abogado de la estrella porno Stormy Daniels, tiene unas cuantas cosas en común con el presidente Trump. Es audaz; es diestro con los medios, disfruta de vivir a lo grande; le gusta crear antagonismo con los oponentes.

En resumen, Trump pudo haber encontrado su contraparte en este abogado de Newport Beach, cuya clienta -ahora la stripper más conocida de los Estados Unidos-, está demandando al presidente para que liberarse de un acuerdo que le impide dar detalles de la relación de una noche que, según ella, mantuvo con Trump en 2006.

Con la misma fanfarronería con que el joven Trump se abrió paso en la prensa sensacionalista de Nueva York hace décadas, Avenatti pasó semanas recorriendo los estudios de televisión de Manhattan para burlarse del primer mandatario y su consejero Michael Cohen.

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La belicosidad de Avenatti lo convierte en una figura con talento nato para los canales de noticias por cable. “Espera un minuto, no he terminado, no he terminado, no he terminado”, le espetó al portavoz de Cohen, David Schwartz, en CNN.

Sus alusiones ocasionales a un juicio político subrayan el alto riesgo de la demanda para Trump. “Para abordar el rumor: NO tenemos un vestido al estilo ‘Monica Lewinsky’”, anunció en Twitter.

Avenatti ha moldeado la narrativa del escándalo mejor que nadie, y la ha mantenido en las noticias. Además, ha sido más astuto que las fuerzas de Trump en repetidas veces; lo más sorprendente de ello fue lograr que Daniels aparezca en “60 Minutes”.

Avenatti -cuya historia profesional, como la de Trump, es despareja- ya había aparecido dos veces en “60 Minutes”, en ambas interpretando para el canal el papel de un persistente abogado del consumidor que hostiga a grandes compañías por sus malas prácticas.

“Entre los abogados litigantes, Avenatti es considerado extraordinariamente tenaz y agresivo”, aseguró Brian Kabateck, presidente entrante del Colegio de Abogados de Los Ángeles. “Él puede ser el contrapunto perfecto para Trump”, consideró, “porque lo entiende y está en su cabeza”.

Louise Sunshine, una excabildera de Nueva York que trabajó estrechamente con Trump al principio de su carrera, coincidió en que Avenatti es un adversario molesto. “Creo que descifró bastante bien a Donald”, afirmó.

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Nacido en Sacramento, Avenatti, de 47 años, creció principalmente en Chesterfield, Missouri, un suburbio de St. Louis, donde desarrolló su amor por los autos deportivos y los Cardinals.

Estudió ciencias políticas en la Universidad de Pensilvania y obtuvo una licenciatura en derecho como estudiante nocturno en la Universidad George Washington. A lo largo del camino, trabajó en investigaciones opuestas para campañas tanto demócratas como republicanas.

En 2000, se mudó a Los Ángeles para ejercer como abogado; pasó tres años en O’Melveny & Myers, luego se trasladó a una empresa más pequeña.

Avenatti se orientó hacia casos de celebridades; trabajó para Don Henley y Glenn Frey, de los Eagles, cuando Don Felder, compañero de banda de ambos, los demandó alegando que había sido estafado con las ganancias de álbumes y conciertos. También manejó demandas contra la heredera Paris Hilton y el actor Jim Carrey.

En 2007, junto con dos socios inició una firma de demandantes en Newport Beach: Eagan, O’Malley & Avenatti.

Pronto se enfrentó a Service Corp. International, una empresa de cementerios acusada de profanar tumbas en el Valle de San Fernando. Obtuvo un acuerdo por $80 millones además de su primera aparición en “60 Minutes”, el buque insignia de CBS News.

Su mayor victoria, ahora en apelación, fue un veredicto por jurado de $454 millones, en 2017, contra los fabricantes de batas quirúrgicas Halyard Health y Kimberly-Clark. Si bien se suponía que las prendas protegían a médicos y enfermeras de virus transmitidos por la sangre, como el Ébola y el VIH, en algunos casos permitían filtraciones.

Avenatti apareció en la apertura de un segmento de “60 Minutes”, hablando sobre el caso. Un ejecutivo de uno de los fabricantes, relató el letrado, “olvidó el undécimo mandamiento”.

“¿Cuál es?”, preguntó Anderson Cooper.

“No mentir a ’60 Minutes’”, respondió Avenatti, mientras su primer plano daba paso al célebre cronómetro.

“Es un abogado peligroso”, destacó Brian Panish, un letrado que solía trabajar con él, “porque es muy agudo, rápido y valiente”.

Avenatti también puede ser difícil con sus aliados.

Luego de algunos años de negocios florecientes, les dijo a los socios de su empresa que se iría de allí a menos que accedieran a darle una mayor parte de las ganancias, alegó John C. O’Malley en una demanda, en 2011.

Asombrado por lo que consideró “tácticas descaradas”, O’Malley protestó, pero Avenatti lo expulsó de la práctica, declaró en documentos judiciales. Un juez confirmó un laudo arbitral de $2.7 millones contra Avenatti y la empresa.

El letrado, que se negó a ser entrevistado y solicitó todas las preguntas por escrito, respondió por correo electrónico que el caso se resolvió para satisfacción de todos los involucrados. “Cualquiera puede decir cualquier cosa en una demanda”, escribió.

Con su dependencia de los casos condicionales, Avenatti vive en un ciclo de pagos con altibajos.

Él y su esposa vendieron su casa frente al mar en Laguna Beach por $12,6 millones, en 2015. Desde entonces, el abogado ha alquilado casas de lujo en Newport Beach y Los Ángeles.

En documentos judiciales recientemente presentados en su caso de divorcio, su esposa detalló vacaciones extravagantes en Francia, Italia, España, México y Japón. Avenatti colecciona obras de arte y relojes, viaja en avión privado y arrienda una Ferrari Spider, según afirma la mujer en los escritos.

Como piloto de carreras de tiempo parcial, compitió en el circuito de las 24 Horas de Le Mans.

“Una vez que has conducido a 190 millas por hora bajo la lluvia torrencial, en medio de la noche, por el Mulsanne Straight, con sports prototipos que pasan zumbando a más de 240 millas por hora... Comparado con eso, lo que hago ahora es una vuelta de calentamiento”, le dijo a Sports Illustrated, luego de que el caso de Daniels lo catapultara a la fama.

Su auto de carreras Porsche y su uniforme blanco muestran anuncios de Tully’s Coffee, la cadena de Seattle que compró en 2013 por $9 millones de dólares, en asociación con la estrella de “Grey’s Anatomy”, Patrick Dempsey, otro corredor.

La actividad paralela de Avenatti como empresario cafetero se convirtió en un cúmulo de problemas legales y financieros. Dempsey presentó una demanda y se retiró del trato, alegando que el primero había tomado prestado $2 millones contra los activos de Tully’s sin decírselo. Ambos resolvieron la disputa fuera de la corte.

Keurig Green Mountain, propietaria de la marca Tully’s, afirma que la cadena debe pagos de regalías y decidió revocar su licencia para el uso del nombre. En su respuesta judicial, Tully’s negó todo mal proceder.

Varios propietarios lo han demandado por alquileres atrasados o desalojos de sus locales Tully’s.

Luego de un cierre gradual de las tiendas Tully’s, las restantes pusieron fin a sus operaciones hace un mes cuando prácticamente se les acabó el café, según el Seattle Times, aunque una portavoz de la compañía dijo que simplemente se estaba lanzando un “proceso de cambio de imagen”.

David Nold, abogado de uno de los propietarios, comparó a Avenatti con Trump. “Sin dudas tienen un estilo de negocios muy similar”, dijo. “Facturas impagas, impuestos adeudados. Grandilocuencia hasta el extremo en lo que respecta a los hechos”.

Avenatti consideró que Nold es “una vergüenza para la profesión legal”. “Cualquier afirmación de problemas surgidos como resultado de algo que yo personalmente haya hecho o no es ridícula y sin fundamento”, escribió.

También afirmó que liquidó sus intereses en Tully’s hace mucho tiempo y que ahora es únicamente asesor externo.

Sin embargo, en los documentos civiles y de bancarrota, Avenatti reclamó una participación sustancial en la cadena de café en abril de 2017, y en julio del mismo año se identificó como presidente, asesor general y miembro de la junta directiva de Global Baristas US, la compañía que maneja Tully’s.

Tanto en Tully’s como en el bufete Eagan Avenatti, los impuestos impagos han sido un problema para el letrado.

El Servicio de Impuestos Internos (IRS) impuso un derecho de retención de $5 millones sobre Global Baristas US en junio de 2017, y señaló inicialmente a Avenatti como responsable del pago.

La firma, que había retenido los impuestos de la nómina de los empleados, finalmente no remitió el dinero al IRS, precisó el gobierno. El estado de Washington ha presentado gravámenes similares contra la compañía por más de $800,000.

Cuando Eagan Avenatti resurgió en marzo de 2018 de una bancarrota involuntaria del Capítulo 11 -desencadenada por un proveedor impago-, Avenatti personalmente aceptó pagar al IRS $2.4 millones en impuestos atrasados, multas e intereses, según muestran los registros de la corte.

Casi $1.3 millones de esa suma pertenecían a impuestos a la nómina que la empresa había retenido de los empleados, pero nunca entregado al gobierno.

Avenatti, quien era responsable de mantener el dinero en fideicomiso para el IRS, pagó hasta ahora $1.5 millones, detalló Thom Mrozek, vocero del fiscal de los EE.UU. en Los Ángeles.

El letrado atribuyó la falta de pago de los impuestos de Eagan Avenatti y la compañía de café a “las empresas de nómina, que no hicieron su trabajo”.

También agregó que los reportes del Times eran inexactos, pero expresó que no tenía el tiempo ni la energía para responder otras preguntas sobre sus tratos con el IRS y Tully’s.

El IRS también impuso una retención de $904,000 sobre todas las propiedades personales de Avenatti, debido a impuestos a la renta impagos de 2009 y 2010, según los registros del condado de Orange. El abogado indicó que ello “fue impuesto por error”, que no hay tributos adeudados y que el problema se resolvió hace muchos meses. El gravamen sigue en vigor, de acuerdo con la oficina del registro del condado de Orange.

Avenatti consideró que sus impuestos y su vida personal son irrelevantes para su desempeño en el caso de Daniels.

Mientras intenta resolver sus problemas financieros, su despacho legal recibe una enorme publicidad gracias al escándalo sexual. Savannah Guthrie, Wolf Blitzer y Megyn Kelly lo han interrogado por televisión. Para reforzar su caso, más bien ante el público que para el tribunal, reparte primicias a las cadenas de televisión.

Avenatti ha sido especialmente mordaz en sus ataques a Cohen, el abogado personal de Trump desde hace mucho tiempo, que instituyó la corporación fantasma que pagó a Daniels $130,000 por su silencio justo antes de las elecciones presidenciales de 2016.

En CNN, el letrado ridiculizó a Cohen por decir que le pagó a una mujer que nunca tuvo relaciones sexuales con Trump.

“Animaría a todos los estadounidenses a que mañana por la mañana llamen […] al señor Cohen y denuncien que tuvieron una aventura con el presidente. Ellos le enviarán inmediatamente un cheque por $130,000, sin más preguntas”, expresó con sarcasmo Avenatti.

En Twitter, critica con dureza tanto a Cohen como a Schwartz, abogado del primero, y finaliza sus tuits con su habitual uso de ‘basta’, en italiano.

“¿Dónde se han ido los dos genios legales de nuestro tiempo, Michael Cohen y David Schwartz?”, tuiteó el 5 de abril. “¿[Han sido] Forzados a reflexionar por el Sr. Trump, después de hacer un desastre con su caso por televisión nacional y ser la burla de cada abogado verdadero en los Estados Unidos? didtheygotolawschool (¿han ido a la escuela de derecho?) #basta”.

Trump contesta las provocaciones de Avenatti principalmente con silencios, y deja que sus voceros y abogados le respondan.

Schwartz descartó el caso de Avenatti como “completamente equivocado, en cuanto al fondo. Pero, es un excelente actor”, admitió.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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