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‘Temí por mi vida durante los últimos nueve años’, dice la ex esposa del asesino de Arizona

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Al principio eran un matrimonio feliz, después, la doctora Connie Jones concluyó que su esposo solo pretendía aparentar que era un buen hombre.

Al final de su matrimonio de 22 años, estaba permanentemente desempleado, dejó de afeitarse, cortarse el pelo y parecía deprimido.
“Mirándolo a los ojos, no había nada allí”, dijo Jones a los periodistas el martes 12 de junio.

El golpe final a su matrimonio se produjo en 2009, cuando amenazó con matarla y secuestrar a su hijo, según los registros judiciales.

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Ella solicitó el divorcio y una orden de protección. Pero como es el caso de muchas sobrevivientes de abuso doméstico, el proceso de escapar de su esposo apenas estaba comenzando.

El 31 de mayo, Dwight Lamon Jones lanzó un ataque en serie que dejó seis personas muertas en el área de Phoenix antes de suicidarse cuando la policía lo vigilaba.

Los asesinatos inquietaron a Arizona. Pero para Connie Jones, era el final que había estado temiendo por mucho tiempo y para el cual se había preparado.

“Realmente había vivido en un estado de alerta máxima durante los últimos nueve años. Sabía que un día estaríamos en una situación en la que trataría de matarme”, dijo en una conferencia de prensa televisada. “Sentí que vivía bajo la amenaza de un terrorista”.

Después de que solicitó el divorcio, Connie Jones contrató a un investigador, Rick Anglin, un detective retirado de la policía de Phoenix, para protegerla a ella y a su hijo.

Se tuvieron que esconder para no los encontrara.

“Tuvimos que cambiar sus hábitos personales, dejar de visitar sus lugares favoritos para celebrar una cena de cumpleaños o de Nochebuena, todo tuvo que cambiarse”, dijo Anglin a los periodistas en la conferencia de prensa. “Básicamente, tuvimos que desprogramarlo de lo que normalmente pensábamos hacer”.

La familia pasó por tres casas de seguridad para evitar a Dwight Jones, que se había mudado a un hotel. Connie Jones, que trabajaba en un hospital, contrató diferentes autos de alquiler y cambió sus rutas de manejo.

Incluso, ir a la tienda de comestibles requería una planificación cuidadosa para evitar encuentros inesperados. Cuando Jones iba al cine, se sentaba en la parte posterior del teatro para vigilar que no apareciera su ex marido.

Tuvo que convertirse en una persona diferente.

“Había cambiado mi personalidad”, dijo. “No sabía si podía salir, mirar, ver quién está a mi alrededor”.

Anglin también instruyó a Jones con un entrenamiento “extensivo” con pistolas y manejo de técnicas de auto defensa en caso de que su ex marido la atacara. La pareja pasó mucho tiempo juntos, hablando y conviviendo.

Se hicieron amigos y finalmente se casaron. Anglin se convirtió en su protector de por vida y en un nuevo padre para su hijo.

Connie Jones nunca volvió a ver a su ex marido; ella solo se comunicó con él a través de abogados.

Obtuvo la custodia de su hijo, pero Dwight contaba con visitas supervisadas. Durante el proceso de divorcio, Dwight a veces intentaba rastrear a Connie, o se presentaba en el estacionamiento de las instalaciones de visitas para niños cuando ella todavía estaba allí, dijo Anglin.

En una de esas ocasones trató de secuestrar a su hijo, dijo Connie, y en otra, llegó con una visera que decía: “El amor mata lentamente”.

Connie temía que él se viniera abajo cuando el dinero que le había dado en el divorcio -más de medio millón de dólares- se agotara. Al parecer, nunca recibió el tratamiento de salud mental ordenado por el tribunal, y Connie no pudo obtener órdenes de restricción después de cuatro años.

Ella dijo que nunca dejó de tener miedo, recordando que él le había dicho que “podría esperar mucho tiempo antes de llevar a cabo su revancha, podría esperar años hasta que bajara mis defensas”.

Los investigadores no han ofrecido una razón de por qué Dwight Jones eligió este momento para cometer los crímenes.

Su primera víctima fue Steven Pitt, un conocido psiquiatra forense que testificó durante el divorcio que sin ayuda mental “se volvería cada vez más paranoico, probablemente psicótico, y representaba un riesgo aún mayor de perpetrar actos de violencia”.

Sus siguientes víctimas fueron Veleria Sharp y Laura Anderson, asistentes legales en el bufete de la abogada de divorcio, Elizabeth Feldman, que tenía como cliente a Connie. La litigante estaba fuera de la oficina en ese momento.

Su cuarta víctima fue Marshall Levine, un psiquiatra que compartía oficinas con Karen Kolbe, la consejera que Connie había contratado para el hijo de la pareja. Kolbe también estaba fuera de la oficina cuando Jones atacó.

Las víctimas finales de Jones fueron Mary Simmons y Byron Thomas, quienes aparentemente no tenían una conexión con el caso de divorcio. La policía dijo que Simmons a veces jugaba tenis con el asesino.

A medida que el número de asesinatos creció, Anglin, se escondió en una cabaña aislada con Connie, reconoció las similitudes en los asesinatos y llamó a la policía.

El aviso de la pareja condujo a las autoridades a Jones, los investigadores lo rodearon en el hotel, donde se pegó un tiro.
Afortunadamente el ataque para el que Connie se había preparado nunca llegó.

“Estábamos seguros de que ella sería la que tendría esta confrontación final”, dijo Anglin.

Pero el dolor no era la única emoción que Connie Jones experimentó. Se sintió “muy feliz” cuando escuchó que su ex marido se había suicidado, y se sintió aliviada al saber que esto era el último episodio y que no tendría que volver a tratar con él.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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