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Sobrevivientes del tiroteo en la escuela de Florida inspiran a otros estudiantes a exigir control de armas

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Todo comenzó como un reconocimiento a los 17 muertos. Pero después de que los estudiantes de West Boca Raton Community High School se reunieron, el martes, para conmemorar 17 minutos de silencio, uno por cada fallecido la semana pasada en la cercana Marjory Stoneman Douglas High School, el hecho se convirtió en una protesta para abogar por el control de armas.

“Si no pueden usar pistolas de la manera correcta, no debería haber pistolas en absoluto”, exclamó un alumno, haciendo alarde de la multitud de sus compañeros de clase, que gritaban: “¡Queremos un cambio!”.

De repente, unos pocos estudiantes salieron corriendo del campus, ignorando las órdenes del personal escolar, y gran parte del cuerpo estudiantil los siguió. Todos ellos abandonaron sus clases para marchar hacia Stoneman Douglas, en la ciudad de Parkland. Fueron 10 millas a pie.

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En todo el sur de la Florida, un inusualmente apasionado movimiento comunitario para el control de armas se está imponiendo entre los alumnos de preparatoria, que claman por una acción gubernamental más audaz, que evite futuros tiroteos de masas.

Después de balaceras similares en el pasado, los políticos a menudo han pedido un tiempo de luto tranquilo en lugar de cáusticos debates políticos. En cuestión de días, cada tragedia se desvanece de las noticias, hasta que ocurre la siguiente.

Pero los estudiantes de Stoneman Douglas han hecho un esfuerzo consciente para romper ese patrón, organizar concentraciones y desatar un torrente de activismo que no se ve a menudo después de hechos similares.

Los jóvenes tocaron la fibra sensible del público; ganaron decenas de miles de seguidores en las redes sociales y lograron apariciones frecuentes en la televisión a nivel nacional.

El martes, un grupo viajó a la capital, Tallahassee, para presionar a los legisladores estatales con su caso.

Se enfrentan a una batalla difícil. El mismo día, la Cámara de Representantes del estado, controlada por los republicanos, votó en contra de mantener un debate sobre un proyecto de ley para prohibir los rifles estilo asalto, por lo cual es poco probable que la Legislatura considere tal medida antes de que su sesión finalice, el 9 de marzo próximo.

No obstante, el apoyo de los alumnos parece ser contagioso. Para entender cómo los mensajes están funcionando, no hay que buscar más allá de West Boca Raton Community High School.

Victoria Vigil, de 18 años, alumna de West Boca, nunca había protestado antes cuando tomó la decisión improvisada de marcharse junto con otros estudiantes, el martes.

Todos los días, desde la masacre, la joven habla del tiroteo con sus amigos y compañeros de clase. Vigil vio recientemente el video de Emma González, una sobreviviente de Stoneman Douglas, quien pronunció un apasionado discurso en una manifestación en pos de leyes más estrictas de control de armas para que la masacre no se convierta en otro tiroteo de masas olvidado. “Empecé a llorar”, expresó. “Ella tuvo razón. La semana que viene, dos semanas después, todo va a desaparecer. Si los políticos no toman medidas ahora, entonces nosotros tenemos que hacerlo”.

La protesta comenzó como una reunión de estudiantes que habían obtenido permiso del director para rendir homenaje a las víctimas del tiroteo, narró uno de los organizadores, Jack Schuster, un alumno de 17 años. Cuando otros alumnos vieron que se estaba formando una pequeña sentada, “la gente comenzó a correr, literalmente a correr, para unirse a nosotros”, dijo Schuster. “Se formó una gran multitud”.

El silencio de 17 minutos fue emocionalmente intenso, aunque una vez que terminó, “esperaba regresar a la clase”, comentó la estudiante de último año Shelby Pierre, de 17 años. En lugar de ello, se formó un círculo. Los alumnos levantaron carteles y comenzaron a cantar: “Sin justicia, no hay paz”.

Fue entonces cuando los estudiantes comenzaron a salir hacia la carretera. Cuando el personal escolar trató de evitar el éxodo, “nadie escuchó”, indicó Pierre.

Los administradores de la escuela no respondieron a un mensaje de este periódico en busca de comentarios.

La audacia de la marcha coincidió con la retórica que muchos alumnos emplearon en los últimos días para expresar su indignación por los fracasos de los adultos para detener los tiroteos de masas.

“Siento que la gente está harta y cansada de tener miedo”, expresó Pierre, recordando que algunos de los estudiantes que hablaron en la reunión del martes tenían amigos entre los asesinados la semana pasada.

La chica le dio crédito a los activistas estudiantiles de Stoneman Douglas por establecer la mecánica y crear un modelo y una atmósfera de unidad, que inspiró a otros alumnos a unirse a su movimiento. “Mucha gente menosprecia a los adolescentes; piensa que somos niños y que no podemos tener ideas”, continuó Pierre. “Pero estas protestas me hicieron dar cuenta de que mis compañeros comprenden lo que está sucediendo; no son ignorantes. Todos sentimos lo mismo. Ver a chicos de mi edad [en Stoneman Douglas] hacer eso y llamar la atención me motiva a hacer más también”.

Ahora, que ya ha protestado una vez, Pierre quiere hacerlo nuevamente. “Siento que algunos podrían tener miedo de marchar. Fue realmente angustioso”, relató. “Pero una vez que lo haces, te sientes liberado; sientes que te estás conectando. Todas esas personas que no sabes que están sufriendo, de repente sufren contigo, y todos están más conectado a través de la protesta”.

Antonia Olivares, una estudiante de 16 años, nunca había marchado antes de unirse a la caminata imprevista. “Nunca he sido parte de algo tan espontáneo. Salió desde el corazón. Todos estaban muy emocionados”, aseguró. “Sabíamos que tenía que ser algo más importante que 17 minutos de silencio”.

La policía comenzó a seguir a los manifestantes, junto con helicópteros de noticias de televisión locales, mientras los jóvenes gritaban: “¡Queremos un cambio!”.

Los conductores tocaban sus bocinas en apoyo; algunos lugareños establecieron puestos de comida y agua para ayudar a nutrir a los manifestantes estudiantiles en su viaje -de varias horas- a Stoneman Douglas.

“Al principio, no sabía a dónde íbamos”, prosiguió Olivares, quien llevaba sandalias y rápidamente se vio afectada por ampollas. Incluso cuando supo que el destino estaba a 10 millas de distancia, decidió que no había forma de dejar de caminar. “No puedo esperar a que cambien las leyes”, aseguró Olivares, en referencia a los legisladores. “Tengo que salir y expresar mi opinión”.

Cuando la marcha llevaba ya dos horas, llegaron sus padres, no para recogerla sino para traerle calcetines y unas zapatillas Sketchers.

Cuando los estudiantes llegaron a Stoneman Douglas, celebraron su viaje pero también presentaron sus respetos en los monumentos conmemorativos temporales colocados fuera de la escuela, hasta que el distrito escolar envió autobuses para recogerlos y trasladarlos de vuelta a casa.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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