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A medida que el nuevo muro fronterizo avanza, residentes de Tijuana pierden viviendas, patios e incluso un santuario

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Desde barreras de propiedad hasta chozas de madera y patios traseros abarrotados, docenas de estructuras al sur de la valla fronteriza de Estados Unidos enfrentan la demolición a medida que la administración Trump avanza en sus planes de construir un muro más alto y más fuerte que separe a Estados Unidos de México.

La posible pérdida de propiedades en México se ha convertido en un problema a medida que se pone en marcha un proyecto gubernamental de 147 millones de dólares, para reemplazar aproximadamente 14 millas de la valla de metal entre Tijuana y San Diego. La nueva estructura es una barrera que se eleva de 18 a 30 pies, coronada con una placa de metal y descrita como “uno de los proyectos prioritarios de la Patrulla Fronteriza”.

En el extremo occidental del proyecto, el gobierno municipal ordenó a cerca de 20 propietarios en un enclave en Playas de Tijuana, que retiren las estructuras construidas cerca de la valla, algunas de las cuales se consideran invasiones del territorio de EE.UU. Más al este, en la Colonia Libertad, las excavadoras ya comenzaron a remover árboles en un vecindario residencial al sur de la cerca fronteriza.

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En el extremo noreste de Tijuana, los residentes del empobrecido barrio del Nido de las Águilas, dicen que están preocupados de que puedan perder sus hogares.

“Se podría decir que estas casitas son feas, pero para nosotros lo son todo”, dijo Beatriz Esparza, de 41 años, que vive en una habitación que su difunto esposo construyó con chatarra al lado de la cerca fronteriza. “El presidente de los Estados Unidos, tal vez tiene mucho dinero, pero nosotros somos pobres”.

Las autoridades en México no tienen un recuento definitivo, pero creen que el proyecto desplazará a docenas de estructuras, incluyendo muros de bloques de concreto, cuartos de madera, letrinas, patios, jaulas de animales, un garaje, una cancha de tenis y un santuario con una imagen de la Virgen de Guadalupe que se adjunta a la pared existente. También se espera que árboles y jardines sean eliminados.

“El hecho de que estén en el lado mexicano del muro, no significa que estén en México”, dijo Roberto Espinosa, director de la oficina en Tijuana de la contraparte mexicana de la Comisión Internacional de Límites y Aguas de EE.UU., una agencia binacional que supervisa el cumplimiento de los tratados de agua y límites.

“La gente piensa que la valla es la línea fronteriza y no es así”, dijo Espinosa.

La valla fronteriza existente normalmente se encuentra a unos 2 ó 3 pies dentro del territorio de EE.UU. El nuevo proyecto seguirá la misma línea que el anterior, pero será más grande y pesado, lo que requerirá la eliminación de cualquier árbol y estructura en su camino, dijeron las autoridades.

Actuando a solicitud de la sucursal mexicana de la Comisión de Límites, la ciudad envió en abril avisos iniciales a 20 propietarios en Terrazas de Mendoza, un enclave tranquilo y cerrado de varias docenas de casas que ofrece vistas panorámicas del Océano Pacífico.

El San Diego Union-Tribune pudo ver un aviso que informaba a un propietario que el cerco de malla, la pared en forma de arco y la cancha de tenis de su propiedad, estaban “afectando la línea fronteriza”.

Legalmente, no debería haber construcción a unos 65 pies de la frontera, dijo Leopoldo Guerrero, el segundo funcionario de más alto rango en el Ayuntamiento de Tijuana. Pero las autoridades dicen que en este caso, solo piden a los propietarios que limpien las estructuras a un metro de la cerca fronteriza, o aproximadamente 3.3 pies.

En julio, la ciudad envió un segundo aviso. “En este momento es una recomendación”, dijo Guerrero. “Les decimos ‘tienen la oportunidad de hacer esto’ y les dejamos trabajar, para que [ellos] no puedan volver más tarde y quejarse”, si las estructuras terminan siendo derribadas por los contratistas encargados de construir la nueva barrera.

Aunque el problema surgió con la construcción del nuevo muro, sus orígenes se remontan a más de un siglo. Tanto el lado estadounidense como el mexicano de la Comisión recomendaron en 1906, que sus gobiernos establecieran franjas de 60 pies a lo largo de ambos lados del límite internacional que prohíbe las residencias privadas o construcciones similares.

Un año después, el presidente Theodore Roosevelt emitió una proclama ordenando una franja de 60 pies de ancho para servir “como protección contra el contrabando de bienes entre los Estados Unidos” y México. Las parcelas “pueden ser utilizadas para carreteras públicas, pero sin ningún otro propósito”, dijo.

México tomó medidas similares en 1943, con un decreto del Ministerio de Hacienda que establecía que las estructuras de la línea fronteriza “se prestaban para que sujetos ocultos violaran las leyes del país debido al fácil acceso a las fronteras de otros países”.

Sin embargo, a lo largo de las décadas, miles de personas se han ido acercando hasta la barrera.

En la Colonia Libertad, José Arias se enfrenta a la destrucción de un santuario de bloques de concreto dedicado a la Virgen de Guadalupe, adosado a la cerca fronteriza existente, y con el que conmemora a su difunta esposa e hijo. Cerca, las excavadoras ya han comenzado a derribar árboles y se espera que el santuario sea destruido cuando se retire la cerca fronteriza.

Guerrero, el funcionario de la ciudad, dijo que las autoridades están trabajando gradualmente en las notificaciones a medida que avanza la construcción del muro, y residentes como Juana Nava, en Nido de las Águilas, dicen que aún no han recibido las notificaciones oficiales.

En la pequeña parcela al final de la calle Cilantro, donde vive con sus ocho hijos y tres nietos, Nava ha construido un baño, y en otro lugar ha creado un patio sombreado con una hamaca. Fuera de su cerca de madera, ha plantado un jardín de nopales.

“Tengo los papeles de la casa, tengo agua, electricidad”, dijo Nava, quien se gana la vida limpiando casas. Si tiene que mudarse, “que me regresen lo que he invertido”, dijo.

El vecindario durante años ha sido conocido como un corredor de contrabandistas. Pero aparte de los sonidos de los vehículos de la Patrulla Fronteriza, los residentes como Nava dicen que este es un lugar tranquilo.

De pie, frente a su casa, cerca de jaulas de periquitos, Esparza, la viuda, ofreció a la visitante un vaso de agua y un asiento a la sombra mientras hablaba de sus preocupaciones.

Desde que su esposo murió hace tres años, ella ha vivido aquí con su hijo adolescente, su hija de 21 años, su nieta de 3 años y una perra callejera llamada África, que fue rescatada de un vertedero cercano. Esparza se enteró de la nueva pared por la televisión.

“Son solo tablas viejas, pero es nuestra casa”, dijo Esparza sobre su residencia de una sola habitación. “No quiero que vengan y destruyan lo que hemos construido con tanto sacrificio”.

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