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¿Quién es Carlo Maria Vigano, el hombre que acusa al papa Francisco de encubrir los abusos sexuales?

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La Iglesia católica romana entró en crisis una vez más, después de que un funcionario del Vaticano publicara una carta de 11 páginas en la cual alegó que el papa Francisco y los líderes católicos de EE.UU. encubrieron los abusos sexuales cometidos por un cardenal estadounidense.

En una misiva inusualmente detallada y directa, el arzobispo Carlo Maria Vigano, exembajador del Vaticano en EE.UU., afirmó sin dar fundamentos que Francisco y varios cardenales y arzobispos estadounidenses se habían unido a lo largo de los años para proteger a Theodore McCarrick, quien como cardenal era una de los figuras más poderosas de la Iglesia.

Vigano, que publicó la nota mientras el papa visitaba Irlanda, culpó a los líderes católicos por proteger una “corriente homosexual” generalizada en el Vaticano, y dijo que Francisco debe renunciar. También consideró que los jefes de la Iglesia tienen una “ideología pro gay”, que va en contra de las prohibiciones católicas de larga data sobre los actos homosexuales.

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Pero expertos de la Iglesia remarcan que la importancia de la carta puede tratarse menos de esas acusaciones y más sobre las luchas de poder dentro de la jerarquía interna.

Francisco estableció un tono más liberal al reunirse con personas homosexuales y expresar más tolerancia hacia la homosexualidad que cualquier otro papa en la historia, aunque sigue respetando la prohibición católica sobre el matrimonio entre individuos del mismo sexo. Vigano, quien fue embajador del Vaticano en Estados Unidos hasta 2016, es parte de un ala más conservadora de la Iglesia, que ha protestado contra el liderazgo de Francisco, especialmente en cuestiones de sexualidad.

“Esta carta tiene todo que ver con las facciones en la Iglesia que compiten por el poder y la influencia”, afirmó Massimo Faggioli, profesor de teología en la Universidad de Villanova, quien estudia al Vaticano. “Hay una convergencia de intereses que está convirtiendo esto en un gran desastre en la Iglesia católica de Estados Unidos”.

El largo e íntimo acceso de Vigano al funcionamiento interno del papado hace que la carta sea difícil de eludir para el sumo pontífice.

Nacido en el seno de una rica familia italiana, Vigano finalmente se convirtió en arzobispo en 1992, a instancias de Juan Pablo II. A partir de ahí, ascendió en las filas de la Iglesia y se convirtió en diplomático del Vaticano, secretario de la gobernación de la Ciudad del Vaticano y embajador del Vaticano en EE.UU.

Pero a lo largo de su ascenso, se enfrentó con funcionarios de la Iglesia -incluidos el papa Benedicto XVI y Francisco- por el apoyo que recibía de los líderes del Vaticano, así como por sus intentos de cambiar el gobierno del clero y sus puntos de vista sobre la homosexualidad en la Iglesia.

Vigano afirmó que al no tomar medidas duras contra la homosexualidad dentro de la Iglesia, el liderazgo contribuyó al problema de los sacerdotes pedófilos, una controversia que disputan rotundamente los líderes católicos liberales y los defensores de las víctimas, para quienes la orientación sexual no influye en que alguien cometa un abuso.

En escritos filtrados y ampliamente publicitados en 2012, se demostró que Vigano apelaba al liderazgo de la Iglesia para desacreditar artículos de origen anónimo en la prensa italiana que criticaban su desempeño y su papel en el Vaticano.

Los documentos -apodados VatiLeaks- mostraron que los líderes se negaban a defenderlo. También evidenciaron que Vigano estaba desesperado por no ser transferido al puesto diplomático en Washington y protestó ante sus superiores, incluido el segundo al mando de Benedicto, el cardenal Tarcisio Bertone.

Vigano decía en las cartas filtradas que estaba siendo castigado por revelar la corrupción en el Vaticano. Bertone es uno de los líderes de la iglesia a quien Vigano nombró en su reciente misiva como uno de los conspiradores en encubrimientos del Vaticano.

En 2015, cuando Francisco visitó Washington, Filadelfia y Nueva York, Vigano jugó un papel clave en uno de los momentos más polémicos del viaje. Fue él quien arregló que el papa -que hasta entonces había recibido una amplia cobertura positiva al decir que no le correspondía juzgar a los homosexuales- se reuniera con Kim Davis, una empleada del condado de Kentucky que se había visto envuelta en una controversia nacional por su negativa a dar certificados de matrimonio a parejas del mismo género.

Fuentes del Vaticano señalaron que el papa, quien le dio la mano y se tomó fotografías con muchas personas durante su visita, no entendió completamente quién era Davis cuando posó con ella en la residencia del embajador.

Por el incidente, que logró más cobertura que el resto de noticias positivas acerca de la visita del sumo pontífice a Estados Unidos, se culpó internamente a Vigano y se consideró que fue una de las razones por las cuales Francisco no le pidió que permaneciera en su puesto al alcanzar la edad de jubilación, de 75 años. Los funcionarios católicos frecuentemente permanecen en sus puestos más allá de la edad de retiro, a pedido del papa.

En su carta, publicada el fin de semana, Vigano escribió que Francisco y Benedicto estaban al tanto de los abusos sexuales cometidos por McCarrick, el excardenal que dirigió las iglesias en la región de Washington de 2001 a 2006.

McCarrick renunció en julio de 2018, y fue despojado de su título de cardenal luego de que los medios de comunicación estadounidenses informaran que había abusado de seminaristas. Vigano también afirmó que otras figuras católicas, incluido el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, estaban al tanto del abuso.

Wuerl dijo a través de un portavoz que nunca le informaron que el Vaticano le había prohibido a McCarrick celebrar la misa.

La reacción a la carta fue heterogénea. En una declaración dada a conocer el lunes 26 de agosto, el cardenal Daniel DiNardo, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, consideró que las acusaciones deben ser investigadas. “Las preguntas planteadas merecen respuestas concluyentes y basadas en pruebas”, destacó DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston. “Sin esas respuestas, hombres inocentes podrían verse manchados por acusaciones falsas y los culpables podrían repetir los pecados del pasado”.

En la misiva también se mencionó al cardenal Joseph Tobin, de Newark, Nueva Jersey, quien dijo en un comunicado que las acusaciones tenían “errores fácticos, insinuaciones e ideologías temerosas”. Tobin dijo que era necesario “analizar los dichos” para “ayudar a esclarecer la verdad”.

El arzobispo Charles Chaput, de Filadelfia, líder entre los católicos conservadores, emitió un comunicado para elogiar la “integridad” de Vigano, pero dijo que no podía hacer ningún comentario sobre la carta porque tenía detalles “que exceden su experiencia personal”.

El obispo Joseph Strickland, de la diócesis de Tyler, Texas, fue más allá. En una nota dirigida a los miembros de la Iglesia, dijo que los detalles en la carta de Vigano “siguen siendo acusaciones; pero como su pastor, pienso que son creíbles”.

Aunque la iglesia estadounidense ya indicó que investigará el tema, no está claro qué hará el Vaticano. Cuando se le preguntó sobre las acusaciones, después de su partida de Irlanda el domingo, Francisco se negó a hablar de ello.

“No voy a decir una sola palabra sobre eso”, afirmó. “Creo que esta declaración habla por sí misma, y ustedes tienen la suficiente capacidad periodística para sacar conclusiones”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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