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Pasó años manteniendo viva a su madre. Ahora como legisladora estatal, Brittany Pettersen lucha contra la crisis de opiáceos

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Un amigo en la escuela secundaria le preguntó una vez a Brittany Pettersen si su madre alguna vez la había castigado.

“No”, respondió ella, “pero hubiera deseado que lo hiciera”.

Pettersen nunca fue castigada, nunca fue regañada por las malas calificaciones, nunca la molestaron por nada. Su madre, Stacy, siempre estuvo demasiado drogada con opiáceos que le recetaban los médicos, estaba ebria por el vodka que bebía o estaba drogada con heroína.

Pettersen luchó todo el tiempo para mantener viva a su madre. Cuando podía, le botaba la bebida y escondía las llaves del auto. Cuando su madre se desmayaba, revisaba su respiración para ver si estaba viva. Cuando Pettersen tenía 8 años, llevaba a su madre a la clínica para que se colocara en la fila para obtener metadona.

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Hoy, Pettersen es legisladora en el estado de Colorado, es la única de su familia que terminó la universidad y es una demócrata que lidera la lucha en Colorado contra la adicción a los opiáceos. Ha luchado incansablemente por una mayor cobertura de seguro para el tratamiento de desintoxicación para pacientes internos y residenciales, está trabajando en un programa de intercambio de jeringas y ha defendido formas más seguras y restrictivas de prescribir opioides.

Pero Stacy Pettersen, de 63 años, sabe que ése trabajo avanza lentamente. Pasó las últimas tres décadas inmersa en el abuso de drogas, con 20 sobredosis en un período de 16 meses.

“Como familia nos hemos estado preparando para la muerte de mi madre toda la vida”, dijo su hija.

Sin embargo, como legisladora, Brittany Pettersen rara vez habla de eso. Ella coree desde las audiencias en el Capitolio hasta las salas de emergencia mientras los médicos resucitan a su madre una y otra vez, pero no le dece nada a sus colegas.

“Honestamente, nunca he querido tocar el tema de los opiáceos porque es demasiado personal”, dijo. “Si no puedo ayudar a mi mamá, ¿cómo podría ayudar a alguien más?”

Su historia es la misma de muchas personas que se encuentran atrapadas por la crisis de opioides que afecta a la nación, una epidemia que no respeta fronteras y que puede convertir a los adultos en niños y a los niños en adultos.

Más de 64,000 estadounidenses murieron por sobredosis de drogas en 2016. Dos tercios de estas muertes estuvieron relacionadas con los opiáceos. En Colorado, hubo 504 muertes relacionadas con opiáceos en 2016, y los datos provisionales de 2017 muestran 536 muertes.

“A nivel nacional, la esperanza de vida se ha reducido en los últimos dos años”, dijo Robert Valuck, director del Consorcio de Colorado para la Prevención del Abuso de Medicamentos Recetados. “Los opiáceos son la porción más grande de estas muertes. Por lo general, se necesita una guerra para hacer que la esperanza de vida descienda tan rápidamente”.

La guerra de Stacy Pettersen comenzó hace 33 años, cuando se subió a una patineta y se lastimó la espalda.

“Me recetaron una tonelada de opioides. Oxicodona. Valium. Los médicos eran bastante indulgentes, entonces”, dijo. “Después, el paciente aprende a convencer al médico. Te quejas más y tal vez obtienes más pastillas”.

Cuando su médico se retiró, ya no pudo obtener sus píldoras. Entonces recurrió a la metadona, pero se volvió muy costosa. Buscó entonces el vodka, más de un cuarto de litro al día para calmar las extremidades doloridas, el insomnio y los síntomas parecidos a la gripe de la abstinencia de opiáceos.

Una vez se desmayó y dejó caer un cigarrillo encendido en el cabello de su hija.

“Me siento realmente molesta, me siento avergonzada”, dijo en voz baja.

Su hija la miró sin hablar.

Las dos estaban sentadas en la sala de estar de Brittany Pettersen en los suburbios de Lakewood, hablando de un pasado que su madre no quería recordar.

Pettersen creció con tres hermanos. El mayor se suicidó en 2008. Sabía que su madre era diferente. Ella dormía todo el tiempo y no asistía a eventos escolares.

En tercer grado, Pettersen fue convocada a la oficina del director.

“Alguien había llamado a los servicios sociales para denunciar lo que ocurría en mi casa”, dijo. “Preguntaron sobre el abuso físico, el consumo de drogas y yo mentí porque lo que era aún más aterrador era pensar que me iban a dejar sin mi familia”.

Ella le da credito a sus maestros por ayudarla a navegar por la vida.

Stacy Pettersen, quien dirigía un negocio de peluquería casera, sufrió abuso físico y sexual en su juventud. Ella abandonó la escuela secundaria y sus dos matrimonios terminaron en divorcio.

Ella hizo un ciclo a través de opiáceos de prescripción, alcohol y de vuelta a los opiáceos. Cuando el médico se daba cuenta de que tenía un problema, el suministro de medicamentos se detenía. Su vecino, un comerciante de heroína ansioso por nuevos clientes, llenaba el vacío.

“La heroína es más intensa. Entra en tu sistema más rápido y dura más que las píldoras”, dijo. “Con la heroína no necesitas una nueva dosis hasta después de 24 horas”.

Brittany Pettersen se fue de su casa a los 18, atendiendo a su madre de noche y asistiendo a la universidad durante el día. Cuando se lastimó la espalda en un accidente automovilístico, rechazó medicamentos para el dolor por temor a convertirse en adicta. Más tarde, comenzó a trabajar como voluntaria en campañas políticas, atraída por el Partido Demócrata porque sentía que promovía situaciones positivas en vidas como la de ella.

“Cuando era niña me resultaba difícil creer a las personas que decían que puedes ser lo que quieras”, dijo. “Vi que las barreras eran mucho más altas para algunos. Pero estoy aquí por las inversiones que las personas hicieron en mí”.

Después de ganar un escaño legislativo en 2012, trató de equilibrar su nueva carrera con el cuidado de una madre drogadicta.

“Pero las cosas no cambiaban”, dijo Pettersen. “Me di cuenta de que tenía que decir adiós y mantener a mi madre a distancia para poder hacer las cosas que tenía que hacer en mi vida. Hubo largos períodos en los que no hablábamos. Construí una pared alrededor de mi corazón”.

En agosto de 2017, su madre terminó en la sala de emergencias del Swedish Medical Center cerca de Denver por una sobredosis.

“Estaba muy cerca de la muerte”, dijo el Dr. Donald Stader, que la atendió esa noche. “Pudimos resucitarla y moverla a la unidad de cuidados intensivos”.

Después de recuperarse, ella suplicó ayuda. Todo lo que Medicaid podría ofrecer era un programa de desintoxicación de tres días.

“Cuando mi madre pidió ayuda y no había a dónde ir, fue uno de los sentimientos más desesperanzados que he tenido”, dijo Pettersen. “Ese fue el momento que me inspiró a hacer este trabajo. Mi madre ha estado usando drogas durante más de 30 años, necesita más de tres días de desintoxicación. Eso es una broma”.

Pettersen recibió una orden judicial para que su madre fuera internada involuntariamente en un centro de tratamiento durante dos meses. Ella ahora reside en una instalación de vida sobria.

“Mi madre está de acuerdo conmigo al compartir su historia”, dijo Pettersen. “A ella no le gusta que se lo recuerden, pero le coloca una cara humana a la conversación”.

Pettersen está trabajando en una ley que requeriría que el plan estatal de Medicaid cubra los programas de tratamiento de abuso de drogas para pacientes internados y residenciales, en lugar de solo una desintoxicación de tres días. Le costaría a Colorado un estimado de $ 34 millones, pero aportaría unos $ 100 millones en dólares federales, dijo.

Pettersen dijo que eso es más barato que enviar a los adictos a las salas de emergencia y a las unidades de cuidados intensivos.

“Es caro salir de una crisis”, dijo.

Hace unas semanas, su madre se descubrió a sí misma como testigo estrella en una audiencia en el Capitolio, testificando en apoyo del proyecto de ley de su hija. Estaba vestida de azul, su largo cabello rubio perfectamente peinado.

“Hola, mi nombre es Stacy Pettersen. Algunos de ustedes me conocen como la madre de Brittany”, comenzó nerviosa. “Mis últimos 30 años han sido trágicos para mi familia y para mí, pero estoy aquí para contar el final inesperado: que estoy viva y he estado sobria durante más de siete meses porque finalmente obtuve la ayuda que necesitaba”.

Pettersen se sentó a su lado, radiante.

De vuelta en la casa, ella describió cómo su relación había crecido desde que su madre había dejado de drogarse.

“Estábamos hablando de hacer una lista de deseos”, dijo Pettersen. “¿Qué pondría en esa lista?”

Su madre se llenó de lágrimas.

“Me gustaría reparar el daño que les hice a mis hijos”, dijo. “Quiero aprovechar al máximo el tiempo que me queda y ser la mejor madre posible”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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