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Mientras la fiebre amarilla avanza hacia las grandes urbes, Brasil lucha por vacunar a millones de personas

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Con colchones inflables y sillas de playa bajo los brazos, llegan tan temprano como a la medianoche y se alinean en la acera, que dobla la esquina, en el centro de San Pablo, Brasil.

“Asegúrese de tener su tarjeta de vacunación y su número en la mano”, un trabajador de una clínica de salud pública gritó a los afortunados que tenían uno de los 300 números para recibir una dosis completa de la vacuna contra la fiebre amarilla, la cual dura de por vida. “¡Si no está aquí cuando se llame su número, perderá su lugar!”.

Brasil lucha por sobreponerse a una de sus peores epidemias de fiebre amarilla, un virus a veces fatal, transmitido por los mosquitos Haemagogus y Sabethes y llamado así por el color amarillento que cobran la piel y los ojos de los infectados.

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Aunque el aumento de casos ha sido mayormente en las zonas rurales, existe una creciente preocupación de que, si las personas no reciben la vacuna, el virus podría extenderse a las ciudades más grandes del país.

Aquellos que aguardaban en fila, en esa mañana de enero en San Pablo, también corrían contra el reloj. El gobierno brasileño, ante la tarea de vacunar a millones lo más rápido posible, afirmó que comenzaría a reducir las dosis de vacunas en San Pablo y Río de Janeiro a fines de ese mes, para ayudar a estirar los suministros.

Aunque los funcionarios de salud insisten en que incluso una dosis parcial protege hasta por ocho años, muchos siguen sin estar convencidos. “¿Por qué solo una parte de una vacuna?”, se preguntó Isabel Antonia Martins, quien esperaba en fila ese día. “No sabemos si tendrá el mismo efecto que una dosis completa. No me arriesgaré, especialmente por como se propaga la enfermedad”.

A diferencia de la reciente epidemia de Zika en el país, otro virus transmitido por mosquitos -que causó microcefalia y otros defectos congénitos en cientos de bebés-, la fiebre amarilla que se está propagando en Brasil no se transmite por el Aedes aegypti, el mosquito urbano responsable del Zika.

Aún así, la enfermedad, que surgió en las zonas rurales, ya llegó a Minas Gerais, San Pablo y Río de Janeiro, tres estados con algunos de los centros metropolitanos más grandes del país, áreas donde la gente tradicionalmente no tiene que preocuparse acerca de recibir sus vacunas.

“Es un caso de oportunidad”, afirmó Mauricio Nogueira, presidente de la Sociedad Brasileña de Virología. “Para urbanizarse, se necesita una población que sea susceptible [al virus] y mosquitos que sean susceptibles a la ciudad. Por lo tanto, mientras más rápido controlemos estos brotes rurales, menores serán las posibilidades de que se urbanice. Es algo sobre lo que no podemos dudar”, agregó. “Necesitamos vacunar al mayor número de personas, lo más rápido posible”.

El avance del virus ha avivado el miedo y la sospecha en los centros urbanos de Brasil. La gente aguarda en fila durante horas para inocularse; también se conocieron casos de robos de dosis en las clínicas de salud del gobierno y las prácticas privadas en San Pablo. Treinta y dos parques de la ciudad fueron cerrados después de que un mono contrajo la enfermedad. En un arranque de pánico y malentendidos, la gente comenzó a matar monos, pensando erróneamente que eran responsables de propagar el virus.

El estado de San Pablo sufrió el incremento más dramático en los casos de fiebre amarilla. En las primeras seis semanas de 2018 ya había 133 casos confirmados y 49 muertes atribuidas al virus, un aumento asombroso desde 2017, cuando se registraron 53 casos y 16 muertes durante todo el año. En Río hubo 47 casos y 21 muertes solo en enero, en comparación con 27 casos y nueve decesos durante el año anterior.

La migración de la fiebre amarilla hacia el sur -algo que, según Nogueira, siempre ha sido monitoreado-, no sorprende a los especialistas. Pero la velocidad con la que ha viajado sí es nueva. A medida que el virus se propaga y se traslada hacia áreas generalmente no amenazadas, la campaña de vacunación del gobierno ha tenido problemas para mantenerse al día.

Incluso con el apuro por inmunizar, el objetivo del Ministerio de Salud de inocular a 20.5 millones de personas en San Pablo y Río entre el 25 de enero y el 15 de febrero alcanzó solo al 20% de su población objetivo. Con solo 3,6 millones de personas vacunadas, decidió extender la campaña hasta marzo.

Sin embargo, algunos renuncian a ello, convencidos por los rumores de que la vacuna es una amenaza mayor que el virus real, información falsa que se ha transmitido en las redes sociales.

Una publicación en Facebook que daba cuenta de la muerte de un adolescente debido a los efectos secundarios de la inmunización contra la fiebre amarilla se volvió viral, a pesar de que los funcionarios del pueblo donde el chico vivía señalaron que la muerte se debió a una neumonía bacteriana. Una grabación de audio de una mujer que afirma ser médica y que advierte que la vacuna no es segura, también se transmitió masivamente por WhatsApp, una popular aplicación de mensajería en Brasil.

Aunque hubo cinco fallecimientos atribuidos a la vacuna en Brasil el año pasado, tales casos serios son inusuales. Los efectos secundarios de la inmunización contra la fiebre amarilla generalmente son menores e incluyen dolores de cabeza y musculares, fiebre y sarpullido leves.

El problema real, según Nogueira, no es la vacuna, sino la falta de transparencia del gobierno.

“Los brasileños deberían estar más preocupados por la transparencia de su gobierno”, expuso. ”El gobierno debe ser muy claro y explicar por qué no comenzó a inmunizar el año pasado. Es necesario que diga ‘Por entonces no contábamos con suficientes vacunas’; necesita admitir que lo que tenemos ahora es una epidemia “.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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