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Menos estadounidenses pasan sus últimos días en el hospital y prefieren morir en casa

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El estilo estadounidense de morir parece haberse vuelto menos frenético, desesperado y costoso.

Ese es el resultado de un nuevo estudio que descubrió que las personas mayores aseguradas por Medicare que murieron en 2015 tuvieron menos probabilidades de hacerlo en un hospital y más en un hogar u otro entorno comunitario, que aquellos que fallecieron en el año 2000.

La nueva investigación también mostró que la proporción de adultos mayores estadounidenses que ingresaron en la unidad de cuidados intensivos (UCI) durante su último mes de vida se estabilizó, después de aumentar entre 2000 y 2009. Para 2015, el 29% de los pacientes terminales asegurados por Medicare pasaron parte de su último mes de vida en una (UCI).

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El estudio también describió una leve disminución en la proporción de pacientes de Medicare que pasaron tiempo con un respirador durante sus últimos tiempos, y cuyos tres días finales de vida se vieron afectados por una transferencia de una institución a otra -por ejemplo, de un hogar de ancianos al hospital-.

Los hallazgos fueron publicados esta semana en el Journal of the American Medical Association. Estos se basaron en un análisis de los registros de 1,361,870 afiliados de Medicare por tarifa de servicio, y 871,845 afiliados a Medicare Advantage, que murieron entre 2000 y 2015. Su edad promedio en el momento del deceso fue de 82.

En total, poco menos del 20% de los pacientes asegurados por Medicare que murieron en 2015 lo hicieron en un hospital de cuidados agudos, frente al 32.6% en 2000. Alrededor del 40% de estos pacientes murió en un hogar, centro de cuidados paliativos, vivienda asistida u otro entorno comunitario en 2015; una suba desde el casi 31% registrado en 2000.

Esos cambios ocurrieron durante un período de grandes cambios en la atención médica de Estados Unidos.

A medida que comenzó el siglo XXI, los cuidados paliativos se afianzaron en los hospitales de EE.UU. Esta nueva especialidad médica se centró en mejorar la calidad de vida de los pacientes muy enfermos.

Luego, con la adopción de la Ley de Cuidados de Salud Asequibles, en 2010, los hospitales se ajustaron a las nuevas normas, destinadas a mejorar la calidad de la atención y reducir los costosos reingresos de pacientes.

Mientras tanto, los médicos y los hospitales comenzaron una reevaluación vigorosa de la forma en que atendían a los pacientes a medida que se acercaban al final de sus vidas. Los estudios relataron los tumultuosos últimos días de muchos pacientes terminales, con tratamientos que eran invasivos, dolorosos e inútiles. Otra investigación destacó el estrés traumático experimentado por los familiares sobrevivientes.

Los médicos comenzaron a cuestionarse y a preguntar a sus pacientes si la dedicación de su profesión a tales “medidas heroicas” salvaba las vidas de las personas o envenenaba sus muertes.

En 2014, ese debate culminó en un informe del Instituto Nacional de Medicina, que definió una “buena muerte” como “libre de angustia y sufrimiento evitable para pacientes, familiares y cuidadores” y “de acuerdo con los deseos de los pacientes y las familias”.

El fallecimiento de un paciente en la UCI “rara vez se considera una buena muerte”, concluyó el informe, emitido por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina.

“Hubo una mayor conciencia colectiva de que no todas las intervenciones médicas son igualmente beneficiosas, y que los daños potenciales de algunos necesitan ser sopesados”, afirmó la Dra. Diane E. Meier, geriatra y especialista en cuidados paliativos que dirige el Center to Advance Palliative Care, y no estuvo involucrada en la flamante investigación.

Un mayor enfoque en la comodidad y los valores de los pacientes con enfermedades graves iba de la mano con la adopción generalizada de equipos de cuidados paliativos en los hospitales de Estados Unidos. Estos equipos incluyeron especialistas en manejo del dolor, salud mental, trabajo legal y social, y cuidado pastoral, y han sido clave para ayudar a aclarar qué tipo de vidas -y muertes- quieren los pacientes con enfermedades graves. Luego ayudan a esos pacientes y sus familias a planificar en consecuencia.

En 2000, menos del 20% de los hospitales con más de 50 camas contaban con un equipo de cuidados paliativos. Para 2015, cerca del 70% de dichos hospitales tenían uno, de acuerdo con un registro mantenido por el Center to Advance Palliative Care.

“Es imposible decir qué está actuando aquí”, afirmó Meier, quien subrayó que el nuevo estudio muestra una tendencia amplia pero no delinea los factores contribuyentes. Los cambios se produjeron en el contexto de cambios significativos en los seguros, las instituciones y las prácticas profesionales, detalló.

El análisis también arrojó una gran cantidad de pequeños detalles sobre las cambiantes prácticas en la atención al final de la vida.

Por ejemplo, el estudio encontró que el uso de servicios de hospicio por pacientes moribundos aumentó del 21.6%, en 2000, a más del 50% en 2015. Y la proporción de pacientes en el estudio que fallecieron después de solo una atención breve de hospicio -durante tres días o menos- disminuyó ligeramente, del 9.8% en 2009 al 7.7% en 2015.

La proporción de enfermos que tuvieron tres o más hospitalizaciones en sus últimos 90 días de vida disminuyó del 11.4%, en 2009, al 7.1% en 2015. Y la proporción de aquellos que pasaron parte de sus últimos cuatro días con un respirador artificial cayó del 3.1%, en 2000, a entre el 2.5% y el 2.7% en 2015.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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