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Las intenciones chinas frente a una cumbre entre EE.UU. y Corea del Norte ponen nervioso a Trump

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En el emocionante drama de la cumbre entre EE.UU. y Corea del Norte, los protagonistas impredecibles, el presidente Trump y Kim Jong Un ocupan el centro de la escena.

Pero, entre bambalinas, está China controlando algunas de las acciones clave y puede ayudar a coronar el final.

Hasta hace poco, Beijing parecía compartir la creciente preocupación de Washington por las poderosas pruebas nucleares y los misiles balísticos de Pyongyang. Armado con una resolución de las Naciones Unidas, el presidente chino, Xi Jinping, comenzó a exprimir a su “hermano pequeño” comunista con las sanciones económicas más duras de la historia.

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Pero en marzo, cuando Trump aceptó al instante la invitación sorpresa de Kim para una cumbre, el líder chino invirtió el rumbo casi de la noche a la mañana, lo cual generó alarma en Washington.

En lugar de aumentar la presión, Xi invitó al joven dictador a Beijing para su primer viaje al extranjero desde que asumió el poder en 2011. Kim llegó en un tren blindado y fue agasajado en el Gran Salón del Pueblo. La visita fue ampliamente considerada como un acercamiento entre dos aliados díscolos.

Si había alguna duda sobre los lazos de proximidad, Xi y Kim se encontraron de nuevo, inesperadamente, en el noreste de China a principios de mayo. Las fotos oficiales los mostraban paseando codo a codo por una playa escarpada, y los informes indicaban que China iba a permitir que el comercio transfronterizo mejorara nuevamente.

Trump se quejó después de ser tomado por sorpresa por la segunda reunión, diciendo que ocurrió “de repente, de la nada”, y advirtió que Xi “podría estar influyendo” en Kim para elevar sus demandas. El presidente estadounidense se reunió o habló con Xi varias veces, y es posible que Kim también haya solicitado el consejo de Xi para negociar con el líder mercurial y tozudo.

Con la cumbre Trump-Kim de nuevo en marcha, agendada para el 12 de junio, en Singapur, el creciente papel de China es ahora un comodín en la vertiginosa diplomacia sobre la desnuclearización en la península de Corea.

Los analistas ofrecen varias razones para el revés de la política de Xi y lo que significa para Estados Unidos.

En el corto plazo, señalan, los líderes de China temieron quedar al margen, mientras que el líder aparentemente impetuoso de Corea del Norte llegaba a algún tipo de acuerdo con Trump que cambiaría el statu quo estratégico en la frontera con China.

Eso podría reforzar a Washington en las polémicas disputas comerciales que agitaron las relaciones entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo.

Pero más preocupante para los legisladores estadounidenses es que China parece haber llegado a la conclusión de que cualquier posible acuerdo de desarme nuclear requeriría algunas concesiones de EE.UU. -y es probable que debiliten la postura militar de este país en la península coreana y en toda Asia-.

Un resultado potencial de la cumbre de Singapur, por ejemplo, sería un acuerdo para terminar formalmente con la Guerra de Corea, que finalizó en 1953 con un cese del fuego. Trump ya ha insinuado que quiere traer a algunas tropas estadounidenses a casa, citando el costo de los despliegues en el extranjero, y el final del conflicto podría acelerar esa decisión.

Cualquier cosa que reduzca la influencia y el poder de EE.UU. en el Pacífico occidental -el retiro de algunos o de todos los 30,000 militares estadounidenses en Corea del Sur, por ejemplo, o de los sistemas antimisiles estadounidenses en la región- fortalecería de manera inconmensurable la mano de China allí.

Xi ya parece haber logrado el objetivo a corto plazo de Beijing. Al acercarse a Kim, aunque a regañadientes Xi reafirmó el papel indispensable de China en la negociación de cualquier cambio en las principales corrientes geopolíticas en Asia.

Por su parte, Kim ya parece haber jugado astutamente su cumbre con Trump para mejorar sus relaciones con China, o al menos un regreso a la incómoda asociación estratégica y económica de las últimas siete décadas.

Las pruebas nucleares y de misiles de Kim, junto con actos de violencia caprichosos dirigidos a sus supuestos rivales, lo convirtieron cada vez más en una molestia en Beijing durante los últimos años. Algunos miembros importantes del partido argumentaron que ya era hora de liberarse de Pyongyang.

Trump cambió ese cálculo cuando accedió impulsivamente a la propuesta de Kim, el 6 de marzo pasado. Kim hizo su debut internacional en Beijing menos de tres semanas después, al parecer con su esposa, Ri Sol-ju. Los medios estatales celebraron la visita y la ponderaron como histórica.

“De repente, una bienvenida tan cálida al líder de Corea del Norte sorprendió a mucha gente en China”, expuso Cheng Li, un experto en cuestiones de China dentro de Brookings Institution.

Aparentemente, Kim decidió que quiere a China de su lado cuando comience el regateo. “El líder norcoreano entiende esto: sin el apoyo de China, no se puede hacer nada”, agregó Li.

Los líderes chinos se preocupan inmensamente de cómo son retratados internacionalmente y ante su audiencia local. Para Xi en particular, pocas cosas serían tan políticamente dañinas como que China sea marginada por el presidente de EE.UU. en su propio patio trasero.

En casa, Xi ha promovido ampliamente su “sueño chino” de restaurar la gloria pasada del país mientras cultiva cuidadosamente su imagen como un hombre de estado global para el mundo exterior.

Al principio, Beijing estaba alarmada por la táctica de Kim para convocar a una cumbre. El líder norcoreano anunció un congelamiento en las pruebas nucleares y de misiles, una medida de fomento de la confianza que Pyongyang podría revertir fácilmente, diciendo que ya había logrado un disuasivo nuclear creíble.

Pero se trató de algo unilateral, no el tan buscado “doble congelamiento” (freeze for freeze), que para Beijing significaba un acuerdo en el que un cese nuclear norcoreano sería igualado por concesiones tales como reducir los niveles de tropas estadounidenses en Corea del Sur, o suspender los ejercicios militares conjuntos a gran escala allí.

De hecho, después de la segunda reunión de Xi con Kim, Corea del Norte tomó repentinamente un tono más severo y exigió a Washington que cesara los ejercicios militares conjuntos que estaban en marcha. Después de días de creciente retórica entre ambos lados, Trump canceló la cumbre del 24 de mayo, aunque se retractó a principios de junio y la volvió a poner en el calendario.

Para los analistas chinos, una cumbre que alivie las tensiones en la península coreana claramente beneficiará a China. Y más allá de lo que piense Trump, dudan de que Xi haya intentado ser un aguafiestas.

“Un [norte] más normal y más abierto es un objetivo estratégico mucho más importante para China”, consideró Zhao Tong, especialista de Corea del Norte en el Centro Carnegie-Tsinghua para la Política Global, en Beijing. “Cualquier resultado positivo en la cumbre sería una buena noticia para China”.

Todos coinciden en que el escenario de pesadilla sería una falla en la cumbre y un ataque militar preventivo de EE.UU. contra las instalaciones nucleares de Corea del Norte. Pero desde el punto de vista de China, el peor resultado podría ser un acuerdo para un desarme nuclear acelerad que no tenga en cuenta los intereses estratégicos de esa nación, es decir, la reducción de las fuerzas estadounidenses en la zona.

Los analistas ven pocas posibilidades de que eso suceda. Un resultado más probable, consideró David Kang, profesor de relaciones internacionales de la USC, es un acuerdo recíproco a largo plazo en el que Kim ofrezca “una desnuclearización gradual para obtener una prueba real de que Estados Unidos no lo va a desestabilizar”.

Sin dudas, algunos en China se preocupan de que Pyongyang se acerque a Estados Unidos como una forma de equilibrarse entre los gigantes, como muchos países lo han hecho. Algunos incluso ven un futuro lejano con las dos Coreas fusionadas en una única nación fuerte, aliada con Estados Unidos, de forma similar a como se unificaron Alemania Oriental y Occidental después de la Guerra Fría.

Para China, “eso es mucho más indeseable que vivir con un estado paria armado a nivel nuclear”, advirtió Yanmei Xie, analista sénior de políticas de China para Gavekal Dragonomics, una firma de investigación de Beijing.

“A China le gustaría que Corea del Norte no tenga armas nucleares, que abra su economía y se embarque en reformas económicas al estilo chino”, precisó. “Pero entiende que es una tarea monumental en ambos frentes... Su esperanza a largo plazo es que Corea del Norte simplemente no cause problemas”.

Irónicamente, China también se beneficiaría si las dos Coreas finalmente se unifican.

“Si tuviéramos una Corea unificada”, consideró Elizabeth Economy, experta en China que pertenece al no partidista Council on Foreign Relations, “Estados Unidos ciertamente estaría afuera en términos de presencia militar, y tendríamos una Corea neutral o inclinada hacia China. Dado el peso económico de China tanto con Corea del Sur como con Corea del Norte, no es una expectativa irracional”, agregó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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