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Elecciones: Trump enfrentan una economía en auge contra uno de los presidentes más impopulares de la historia

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Las elecciones de mitad de mandato, que se encuentran a poco más de ocho semanas, se perfilan como una colisión sísmica entre dos fuerzas poderosas en competencia: una bulliciosa economía nacional y un mandatario profundamente polémico e impopular.

Lo que está en juego el 6 de noviembre no es solo el control del Congreso, sino el destino del presidente Trump, a medida que se enfrenta a una investigación especial de fiscales y una serie de escándalos que los demócratas, si tuvieran el poder en el Capitolio, explotarían ansiosamente.

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Las encuestas y la participación en una serie de primarias y otras elecciones sugieren que los demócratas están muy motivados -más que los republicanos- y el partido parece estar listo para ganar fuerza en Washington, así como en las capitales de todo el país.

Las esperanzas del partido republicano para evitar una debacle en noviembre, descansan principalmente en la fortaleza de estos tiempos de auge. El crecimiento económico alcanzó el ritmo más rápido en casi cuatro años. Los gastos de consumo son briosos. El desempleo está cerca de su mínimo en 18 años, y los salarios por hora promedio están en alza -un 2.7% en julio- en comparación con el 2017.

“La historia indica que debería haber una gran ola azul”, expresó Scott Reed, un estratega político de la Cámara de Comercio de EE.UU., en referencia a los demócratas. No obstante, también considera que la prosperidad puede actuar como elemento disuasorio. “La gente se siente bien”.

La cámara y otros aliados republicanos están gastando millones de dólares con la esperanza de traducir esos sentimientos optimistas a votos republicanos, en anuncios como el que elogia al representante Steve Knight -quien enfrenta una dura lucha por la reelección contra la demócrata Katie Hill, en el desierto de las afueras de Los Ángeles- para apoyar el proyecto de impuestos que Trump promulgó.

“No es barato vivir aquí”, afirma un narrador, mientras una en escena en el horizonte de L.A. cede a una vista aérea del Capitolio de EE.UU. “Entonces, cuando el Congreso reduce impuestos para las familias trabajadoras, eso hace una diferencia”.

Si una oleada se acerca, California probablemente la sentirá por primera vez en décadas. De hecho, el estado clave de la resistencia a Trump es central para las esperanzas demócratas de tomar control de la Cámara.

Hay seis distritos controlados por republicanos, además del de Knight -a lo largo del sur de California y el Valle Central-, que la demócrata Hillary Clinton ganó. Media docena parecen estar en juego, debido no solo a actitudes anti Trump, sino también a lineamientos políticos para mejorar la competencia (los votantes se aseguraron de eso en 2010 al crear una comisión de redistribución de distritos independiente).

De todas maneras, otros en el Valle Central, el este del condado de San Diego y Sierra Nevada podrían darse vuelta en caso de una fuerte marea demócrata.

Ganar solo algunas de esas disputas sería una manera considerable de darle al partido los 23 escaños necesarios para tomar el control de la Cámara; los republicanos cuentan con que una medida electoral para derogar un aumento en el impuesto a la gasolina estatal impulsaría la participación de los republicanos y minimizaría sus pérdidas en California.

El Senado es una situación diferente. Los demócratas se enfrentan a un camino mucho más pronunciado para tomar el control, a pesar de que el partido solo necesita ganar dos bancadas.

Los demócratas deben defender 25 escaños, en comparación con nueve para los republicanos, y varios de ellos se encuentran en los estados -incluidos Indiana, Missouri, Dakota del Norte y Virginia Occidental- donde Trump tiene una diferencia de dos dígitos. Solo dos bancas ocupadas por republicanos, en Arizona y Nevada, parecen ser tan competitivas.

La dinámica refleja una dualidad de las elecciones de noviembre, que esencialmente se desarrolla en campos de batalla separados.

Gran parte de la lucha en el Senado se libra en todo el territorio rural, un bastión de los votantes de mayor edad, en su mayoría blancos y conservadores, que constituyen la base política de Trump (el resultado en California, donde Dianne Feinstein se enfrenta a su colega demócrata Kevin de León en su intento por lograr un quinto mandato completo, no afectará el equilibrio de poder).

El concurso por el control de la Cámara se libra con mayor fuerza en los suburbios étnica y socialmente diversos de los condados de Orange y San Diego, así como en las afueras de Houston y Dallas, Denver y Washington D.C. y otros enclaves más moderados, donde las grandes filas de mujeres con educación universitaria se mantuvieron al frente de la oposición anti Trump.

El resultado podría ser una pérdida de escaños republicanos en la Cámara de Representantes -pero mantener el control- y una ganancia de bancas en el Senado, algo que sería un alivio para ese partido dado el viento en contra que enfrenta. “Sería realmente histórico”, consideró Rick Gorka, portavoz nacional del partido republicano.

También hay 36 contiendas para gobernador en todo el país, incluidos estados importantes como Florida, Michigan, Pensilvania, Ohio y California, donde el vicegobernador demócrata Gavin Newsom es un gran favorito sobre el empresario republicano John Cox en la carrera por suceder a Jerry Brown.

Los resultados reverberarán mucho más allá de las capitales estatales y configurarán la lucha por el control del Congreso hasta la próxima década, ya que el gobernador en muchos estados tendrá voz final sobre las líneas políticas trazadas después del censo de 2020.

No hay dos elecciones iguales, pero la historia de este noviembre parece muy favorable a los demócratas. “Las votaciones de mitad de período son a menudo una oportunidad para que, quienes están descontentos, insatisfechos y decepcionados con el presidente, envíen esa señal”, explicó Stuart Rothenberg, quien pasó décadas en Washington como un pronosticador político no partidista.

Cuanto peor es la posición de un mandatario, más severo es el referéndum.

Desde 1946, el partido en la Casa Blanca pierde un promedio de más de 40 escaños cuando la tasa de aprobación de un presidente cae por debajo del 50% en las encuestas. Esa es una señal de peligro para los republicanos: los niveles de Trump se mantuvieron en el bajo rango del 40% durante todo el año, un grado de desaprobación rivalizado solo por el presidente Nixon durante el escándalo Watergate y por George W. Bush durante la impopular guerra de Irak.

Igualmente preocupante para el oficialismo son las numerosas señales de que los demócratas están más entusiasmados con la votación que los republicanos, un buen indicador de quién es el vencedor más probable.

En otra medida, el partido demócrata tiene una ventaja de ocho puntos en la llamada “votación genérica” -una evaluación de qué partido los votantes preferirían al frente del Congreso- según una encuesta de USC Dornsife/Los Angeles Times realizada este verano.

Los demócratas han establecido una gran ventaja entre las mujeres blancas con estudios universitarios -68% a 28%, sugiere el sondeo- y también lideran entre los hombres blancos con educación universitaria -53% a 43%-. Tienen una preeminencia significativa entre los latinos -del 56% al 37%- y una abrumadora ventaja del 93% -2% entre los votantes negros.

Los republicanos han mantenido un fuerte dominio sobre los blancos sin un título universitario -la mayor grupo del electorado en gran parte del país- y también disfrutan de una fuerte superioridad entre los residentes de las áreas rurales, igualando la ventaja demócrata en las ciudades.

El desafío para los republicanos que intentan mantener la economía como una prioridad es un presidente voluble que, a la velocidad de un tuit, puede cambiar la conversación nacional hacia los jugadores arrodillados de la NFL, el nuevo libro de Bob Woodward o la “caza de brujas”, como Trump llama a la investigación del fiscal especial Robert S. Mueller III sobre la interferencia rusa en la campaña de 2016.

“Cada día en que los candidatos no hablan de la economía y del tremendo crecimiento es un día perdido y un paso atrás”, afirmó Reed, el estratega de la Cámara de Comercio, que ayudó a dirigir el partido republicano en 1994 cuando barrió a los demócratas de costa a costa (esa fue la última vez que California, por entonces un estado competitivo de dos partidos, quedó atrapado en una marea de mitad de mandato).

“Los aranceles, Mueller, cierre del gobierno el 1 de octubre. Esas son cosas de las que habla la Casa Blanca, y todas ellas podrían tener un gran impacto en la participación electoral”, continuó Reed. “Una dosis de disciplina sería útil en los próximos 60 días”.

Por su parte, asistentes de la Casa Blanca describen a Trump como ansioso por hacer campaña este otoño. El mandatario se enfocará principalmente en proteger la mayoría republicana del Senado presentándose en estados amistosos donde triunfó, incluyendo Texas, Mississippi, Tennessee y Dakota del Norte.

Especialmente, ese itinerario circunscrito sugiere el desafío que enfrentan el presidente y su partido, en su intento de sacudir la historia y oponerse a una activa oposición demócrata.

En caso de que llegue una ola azul, será -como una de las grandes propiedades de Trump- bien evidente.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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