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La contaminación en una planta de limpieza nuclear forzó su cierre; los investigadores quieren saber quién es responsable

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Cuando las cuadrillas derribaron una planta de armas nucleares clausurada, en 2017, en el centro de Washington, partículas de plutonio fueron arrastradas por las fuertes ráfagas y transportadas millas a través de una meseta desértica sobre el río Columbia.

Las emisiones en el sitio de limpieza del Departamento de Energía arrojaron cantidades imprecisas de polvo de plutonio al medio ambiente, recubrieron automóviles de particulares con el metal pesado tóxico y dispensaron dosis radiactivas internas de por vida a 42 trabajadores.

Los eventos de contaminación continuaron durante casi 12 meses, empeorando progresivamente antes de que se pusiera un alto al proyecto, a mediados de diciembre de 2017. Ahora, los reguladores estatales de salud y medio ambiente, los funcionarios del Departamento de Energía y los investigadores federales de seguridad intentan descubrir qué fue lo que salió mal y quién es el responsable.

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Los eventos en el sitio de Hanford, cerca del área conocida como Tri-Cities, de Richland, Pasco y Kennewick, demuestran vívidamente las consecuencias que ocurren cuando un proyecto de limpieza radiactiva se sale de control. El caos involucró al programa de gestión ambiental de armas nucleares del Departamento de Energía en un nuevo revés, después de más de una década de errores de cálculo de ingeniería en todo el país.

Funcionarios del Departamento de Energía destacaron en un comunicado que los trabajadores recibieron solo una pequeña fracción de la exposición al plutonio permitida por las regulaciones, y que no debería haber ninguna amenaza para su salud. También rechazaron las solicitudes de entrevistas. Si las investigaciones actuales corroboran esa afirmación, sería una cuestión fortuita.

“No tienen control”, aseguró John Martell, funcionario del Departamento de Salud de Washington, que supervisa las emisiones de aire radiactivo, acerca del Departamento de Energía y sus contratistas. “Queremos que se detengan antes de que se conviertan en una amenaza para la salud pública”.

Tom Carpenter, director ejecutivo del grupo de vigilancia Hanford Challenge, afirma que el proyecto de demolición utilizó demasiados empleados no calificados, intentó hacer la tarea demasiado rápido y no adoptó medidas de seguridad que habrían ayudado a contener la contaminación. “Tomaron atajos y riesgos estúpidos”, expresó Carpenter. “Apostaron y perdieron”.

El contratiempo ocurrió en uno de los edificios más contaminados a nivel radioactivo en el país, conocido como Plutonium Finishing Plant (PFP). La fábrica, que se inauguró en 1949, a pocos kilómetros del río Columbia, suministró plutonio para miles de armas nucleares estadounidenses antes de su cierre, en 1989. Fue el sitio famoso donde Harold McCluskey, más tarde conocido como el Hombre Atómico, sobrevivió en 1976 a una explosión en la cual estuvo expuesto a 500 veces más del límite laboral de radioactividad.

Las exposiciones a las liberaciones de plutonio en 2017, fueron minúsculas en comparación con ello. Se estima que fue una pequeña fracción de la radiación de fondo que cada ser humano obtiene de la naturaleza. Pero a diferencia de la radiación cósmica o del gas radón, el plutonio puede alojarse dentro del cuerpo y emitir partículas alfa dañinas para el tejido durante toda la vida.

Los funcionarios sindicales aseguran que pueden aceptar el riesgo para la salud de trabajar al lado de equipos contaminados, pero no una “absorción” de plutonio cuando almuerzan o conducen a casa en un automóvil, después de quitarse el equipo de protección. “Es muy molesto porque [a ellos] no les importa”, dijo un trabajador expuesto, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias y aseguró que no le entregaron un kit para probar la exposición al plutonio hasta que pidió uno, a principios de diciembre de 2017.

“No tienen idea cómo fui expuesto”, consideró. “Lo pienso ahora y estoy preocupado. Está emitiendo energía a mis huesos. Además, es un veneno. Mi esposa está consternada. Mis hijos escuchan las noticias y saben lo que pasó. Tengo que estar frente a ellos como si no fuese un gran problema”.

En su declaración, los funcionarios del Departamento de Energía indicaron que están “preocupados por cualquier consecuencia de salud, a largo o corto plazo, que enfrente cualquiera de los trabajadores en el sitio en cada momento. Estamos abordando las preocupaciones de los empleados siendo lo más abiertos y transparentes posible sobre lo que estamos haciendo para estabilizar la situación”.

Otro veterano empleado de PFP, que se reunió con un periodista del Times, afirmó que la operación estaba fuera de control incluso antes de que comenzara la demolición. A medida que los operarios retiraban el equipo y se preparaban para derribar las paredes, las alarmas de monitoreo de aire sonaban casi todos los días, relató. Los empleados eran sometidos a repetidos frotis nasales para determinar si habían respirado polvo de plutonio, comentó. “Nadie quería trabajar en PFP”, dijo. “Las personas que habían trabajado en Hanford durante 30 años se iban diciendo que eso era una locura”.

Como el proyecto se retrasó, muchos de los empleados se vieron obligados a dedicar 90 horas a la semana, explicó.

“Todo lo que nos dijeron que hiciéramos en el trabajo comenzó a desviarse del plan”, aseveró.

Siete automóviles de empleados se contaminaron en el sitio de la planta, según una carta enviada el 9 de enero de 2018 por el Departamento de Ecología del estado a Doug Shoop, jefe del sitio federal en Hanford. Cuando un trabajador exigió que compraran su vehículo porque los conductos de ventilación todavía estaban potencialmente contaminados, los contratistas del Departamento de Energía rechazaron su pedido y le ofrecieron un cupón para un lavado de auto gratuito, de acuerdo con los registros de quejas colectivas citados por los dirigentes sindicales. El episodio fue confirmado por otros dos empleados.

Una preocupación aún más seria era la posibilidad de que los trabajadores contaminaran sus hogares después de dejar el trabajo. El Departamento de Energía envió equipos para tomar muestras en ocho casas privadas y no encontró contaminación, señaló un portavoz de Hanford en un comunicado.

La demolición, con un costo de $57 millones, fue realizada por una de las firmas de ingeniería más grandes del país, CH2M, una unidad de Jacobs Engineering, con sede en Texas. CH2M está ahora bajo investigación federal por las emisiones, según una nota enviada por la oficina de ejecución del Departamento de Energía, a fines de marzo.

Un vocero de la empresa se negó a comentar y remitió las preguntas a la oficina del sitio de Hanford del Departamento de Energía. En marzo, la compañía lanzó un análisis preliminar de la contaminación y lo atribuyó a media docena de factores, entre ellas la falla de un “fijador” que debía compactar el polvo pero que estaba demasiado diluido para funcionar correctamente, y la decisión de acelerar la demolición cuando parecía que la contaminación era estable.

El plan del Departamento de Energía para la demolición originalmente requería que el contratista eliminara los escombros a medida que se acumulaban. Pero en enero de 2017, justo antes de las primeras emisiones, los funcionarios autorizaron a CH2M a acumularlos, según un informe mensual del sitio, realizado por un inspector de la Junta de Seguridad de las Instalaciones Nucleares de Defensa, una agencia independiente.

De hecho, los trabajadores de la planta dijeron que el sitio de demolición estaba rodeado por montones de desechos radiactivos de ocho pies de altura, y que se hacía poco para evitar que volara el polvo.

Poco tiempo después, se detectó el primer plutonio. Otras dispersiones ocurrieron en junio, lo que derivó en un breve paro laboral. Los trabajadores de la planta dijeron que las alarmas de radiación sonaron en toda la instalación, generando una evacuación general caótica. Luego, en diciembre de 2017, se registró una serie de emisiones durante tres días, que se convirtió en la base del actual cierre del proyecto durante cuatro meses.

“En diciembre ocurrió lo más grave”, aseguró Martell, jefe del Departamento de Salud para las emisiones atmosféricas radiactivas. “Parte de la razón por la que emitimos la carta fue que los eventos eran cada vez más graves. El de diciembre fue el desencadenante”.

Alex Smith, que supervisa el sitio de Hanford para el Departamento de Ecología del estado y comparte la responsabilidad de supervisión con el Departamento de Salud estatal, indicó que la decisión de permitir la acumulación de escombros probablemente incrementó el riesgo de que los vientos transportaran polvo. El plutonio fue detectado por monitores y placas de recolección a unas dos millas de distancia, cerca de una vía pública, y potencialmente a 10 millas de distancia.

Los dos senadores de Washington enviaron una nota al Departamento de Energía el 22 de diciembre, expresando “gran preocupación” por las emisiones. El personal del Congreso señala que la contaminación no es sorprendente, porque el Departamento de Energía ofrece bonos a los contratistas si cumplen con los plazos ajustados. Sin embargo, no hay bonos por prevenir la contaminación de los trabajadores ni las emisiones al medio ambiente, afirman.

Los problemas en la Plutonium Finishing Plant no fueron un evento aislado en Hanford, que ha luchado con su limpieza por más de una década.

El trabajo se detuvo hace cinco años en una planta de tratamiento de residuos de $16,800 millones, que debía convertir 56 millones de galones de lodo radioactivo en vidrio. Las deficiencias técnicas en su diseño aún se están estudiando, mientras las demoras aumentan. La planta debía estar en funcionamiento para 2022, pero hace varios años el Departamento de Energía retrasó la puesta en marcha completa unos 17 años, hasta 2039.

En 2017, un túnel que almacenaba vagones llenos de equipos contaminados colapsó. El Departamento de Energía bombeó el túnel, de 358 pies de largo, con una mezcla de concreto. Está pendiente la decisión sobre qué hacer con un segundo túnel de almacenamiento, de 1,688 pies de largo.

El fiscal general del estado, junto con Hanford Challenge y un sindicato, demandaron al Departamento de Energía por la emisión de gases nocivos de los tanques de desechos subterráneos en los últimos años, que enfermaron a los trabajadores.

Smith, el gerente de Ecología, afirmo que se han realizado muchos progresos de limpieza en Hanford. Cientos de edificios fueron demolidos, gran parte del suelo a lo largo de las orillas del río Columbia se limpió lo suficiente para cualquier uso futuro. Los nueve reactores nucleares del sitio fueron puestos en condición estable.

Pero los problemas conocidos han tensionado a los funcionarios estatales por la contaminación que afectaría la salud pública. Uno de los factores que ayudó a reducir los riesgos de emisión es el relativo aislamiento de la planta, que se encuentra bien adentro del sitio de Hanford, de 586 millas cuadradas. Pero otras instalaciones contaminadas y pendientes de demolición bordean el río Columbia y están cerca de comunidades residenciales y de campos que cultivan uvas, papas y maíz.

Una de ellas, conocida como 324 Building, fue utilizada para extraer plutonio del combustible gastado, indicó Robert Álvarez, exsubsecretario de Energía y crítico de la limpieza durante mucho tiempo. El lugar tiene desechos civiles de Alemania, enviados como parte de un proyecto de investigación, así como grandes cantidades de desechos radiactivos que fueron colocados en fosas sin forrar, informó. Los registros de lo que yace en los pozos fueron destruidos en 1988, advirtió.

Aún no se sabe cuándo se reanudará la demolición de PFP; tampoco quién puede autorizarlo. En una declaración a The Times, la secretaria de Prensa del Departamento de Energía, Shaylyn Hynes, dijo: “La decisión de cesar el trabajo en el sitio fue tomada por el contratista”.

Pero las cartas de los últimos meses de los funcionarios estatales de Salud y Ecología, así como de la Administración de Protección Ambiental de los EE.UU., indican que emitieron una orden de suspensión de tareas que se aplica hasta que determinen que el trabajo puede realizarse de manera segura.

El comunicado del Departamento de Energía señaló que se optó por demoler la planta al aire libre porque es un método seguro probado. Ahora, indica la declaración, intentan evaluar las lecciones aprendidas de las emisiones. Los funcionarios estatales, mientras tanto, piden medidas de seguridad adicionales, potencialmente una carpa temporal u otra estructura sobre la planta.

John A. Christian, veterano de proyectos de demolición nuclear en EnergySolutions, quien no participó en la demolición de PFP, dijo que tales estructuras de contención se utilizaron en la limpieza de la planta Rocky Flats, del Departamento de Energía en Colorado, y en un laboratorio nacional de Idaho. “En las circunstancias más extremas”, comentó, “se pone un edificio sobre el edificio. Todo el polvo y los desechos quedan contenidos dentro y se eliminan a través de un bloqueo de aire”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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