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Este ministro religioso apoyó a Trump y ahora se enfrenta a la deportación

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Jorge Ramírez, un ministro religioso de Oceanside e inmigrante indocumentado, no pensó que terminaría enfrentando una deportación cuando animó a su hija que es ciudadana de Estados Unidos, a votar por el ahora presidente Trump.

En línea con sus creencias religiosas conservadoras, Ramírez se considera a sí mismo un republicano, según dijo en una entrevista en el Centro de Detenciones de Otay Mesa, donde está esperando el proceso de deportación.

La Patrulla Fronteriza lo arrestó después de llegar a su casa temprano una mañana de mayo, y ha estado detenido desde entonces.

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Ramírez dijo que no sabe por qué está a punto de ser expulsado de EE.UU. La administración Trump ha dicho que los operativos se enfocan en criminales y en quienes ya tienen orden de expulsión.

Ramírez dijo que no cae en ninguna de esas categorías.

“Trump dijo: ‘Mantengamos a todas las buenas personas aquí y a toda la gente mala afuera’”, recordó Ramírez.

“Eso que dijo es genial. Sin embargo yo estoy aquí”, comentó Ramírez sobre su caso. “Si estoy aquí, cualquiera puede estar aquí. No digo que soy la mejor persona del mundo, pero he intentado vivir bien”.

Ramírez trabajó como técnico de televisión satelital, y con frecuencia iba a la base militar de Camp Pendleton. Los problemas con su autorización para entrar a esa instalación llamaron la atención de las autoridades en diciembre.

Dijo que apoya la agenda republicana en asuntos fiscales y sociales y que aún sigue siendo simpatizante de Trump.

“No apoyo todo lo que dijo contra los inmigrantes sino solamente la parte en la que dice que la gente mala no pertenece aquí”, dijo Ramírez. “Para hacer que Estados Unidos sea grandioso, debe haber personas que contribuyan a este país”.

Ramírez afirmó haber alentado a su hija más joven a ser voluntaria en la campaña del congresista Darrell Issa, R-Vista.

Este indocumentado llegó a Estados Unidos con su familia cuando tenía 11 años y se crio en el norte del condado de San Diego. En la escuela secundaria, Ramírez se unió al Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Juvenil para los Marines, y cuando comenzó la Guerra del Golfo, intentó alistarse. Los militares no lo aprobaron debido a su estado migratorio.

“Estoy de parte de Estados Unidos completamente”, dijo Ramírez. “Es que ese espíritu americano simplemente te atrapa”.

Dijo que usar su uniforme dos veces por semana lo ayudó a sentir su pertenencia. Recordó sus primeras experiencias en la escuela en Estados Unidos, cuando no entendía lo que decían y otros estudiantes se burlaban de él.

Cuando trabajaba como técnico de televisión satelital, siempre trató de mostrarle a los Marines que se había sentido agradecido por su labor militar, dijo.

“Se sacrifican por la libertad y por nosotros”, dijo.

El problema que tiene es con la forma en que se está implementando la política de inmigración ya que en el tiempo que ha estado detenido ha visto gente buena.

“Pensar en las personas que no deberían estar aquí me pone triste”, dijo Ramírez.

Cree que estar en este centro de detención de inmigrantes es parte del plan de Dios para él. Rezó para encontrar una forma de resolver su situación migratoria no mucho antes de que fuera arrestado por la Patrulla Fronteriza.

Dentro del centro de detención, ha estado aconsejando y apoyando a otros detenidos con un mensaje de esperanza y amor, explicó. Desde que comenzó a asistir a un grupo de estudio diario de la Biblia en las instalaciones, el número de asistentes ha crecido a cerca de 25, agregó.

Ramírez ha pasado su vida como miembro de la Iglesia Apostólica, donde es ministro de música. Su padre sirvió como pastor y fue así que la familia llegó a Estados Unidos.

Ramírez conoció a su esposa, Silvia, a través de la iglesia. Se casaron hace 22 años.

Estar lejos de ella ha sido una de las partes más difíciles de la detención.

Ramírez esperaba ser liberado el jueves 5 de julio en una audiencia de inmigración. Sus tres hijos, todos ciudadanos de EE.UU., se unieron a Juan Hernández, el pastor de su iglesia, para mirar. Rezaron en la sala de espera mientras esperaban el turno de su padre.

Su abogado, Rubén Salazar, dijo que sentía confianza acerca de las posibilidades de Ramírez para obtener una fianza y un alivio migratorio cuando presente su caso ante el tribunal de inmigración.

“Es el tipo de inmigrante que Estados Unidos busca tener”, dijo Salazar.

Mientras la familia era escoltada a la sala del tribunal, el juez David Anderson le decía a Salazar que necesitaría más tiempo para leer el paquete de 210 páginas que Salazar había enviado esa mañana para mostrar los lazos de Ramírez con su comunidad. Incluyó varias cartas de apoyo, registros de las declaraciones de impuestos de Ramírez, sus logros escolares y los premios que sus hijos han ganado.

Anderson reprogramó la audiencia para agosto, por lo que Ramírez tendrá que esperar en detención durante al menos seis semanas más. Salazar se opuso, argumentando sin éxito que la demora violaba los derechos constitucionales de su cliente.

Cuando sus hijos salieron de la sala del tribunal, la cara de Ramírez se mantuvo firme, sin buscar contacto visual o mostrar emoción.

Fuera de la sala del tribunal, el pastor consoló a sus hijos. Les recordó que debe haber un propósito mayor en este momento. Ensayaron unas palabras para dar una declaración a los medios de habla hispana que lo esperaban afuera. El más joven, Abisag, de 17 años, se ofreció como voluntario para llamar a su madre, que estaba esperando noticias en casa. Para cuando Ramírez tenga su audiencia reprogramada, Abisag estará en Nueva York para su primer año en la universidad.

Esta nota se actualizó y se publicó originalmente en 2017.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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