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En un tuit tremendamente ignorante, Trump dijo casi todo mal acerca de los incendios forestales en California

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Nadie confundiría al presidente Trump con un experto en cambio climático o políticas sobre el agua; no obstante, un tuit que el mandatario escribió en la noche del 5 de agosto sobre los incendios forestales de California, merece algún premio a la mayor cantidad de declaraciones erróneas acerca de esos dos temas en el menor número de palabras.

Trump culpó por los incendios a las “malas leyes ambientales, que no permiten que se utilice adecuadamente una gran cantidad de agua fácilmente disponible”. El presidente se quejó de que el agua necesaria para combatir los incendios se está “desviando hacia el Océano Pacífico”.

Lo que el mandatario pasó por alto, claramente, es el creciente consenso entre los expertos de que la intensificación del cambio climático ha contribuido con la potencia de la temporada de incendios forestales.

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Los bosques de California se han secado y calentado gradualmente en los últimos tiempos. Tal como mis colegas Rong-Gong Lin II y Javier Panzar informaron durante el fin de semana: “California ha sufrido un aumento de temperaturas durante algún tiempo, pero julio fue un tema aparte”.

Los incendios forestales actuales, que han matado a nueve personas y consumido casi 400,000 acres de bosque, destruyeron 1,100 hogares y forzaron la evacuación de miles de residentes, se encuentran entre los peores en la historia del estado. Sin embargo, no están relacionados con el suministro de agua o las leyes ambientales.

Revisemos las ideas erróneas de Trump de a una. La explicación más probable de su opinión sobre el agua es que está confundido por las demandas de más agua de riego, que escucha de parte de los funcionarios republicanos en el Valle Central. Ellos son quienes dicen que el agua se “desperdicia” al desviarse hacia el océano, en lugar de hacia sus campos.

Sus reclamos no tienen nada que ver con la disponibilidad de agua para combatir incendios. Las agencias de bomberos no se han quejado de la falta de suministro, mucho menos de que se esté “desviando” agua hacia el Pacífico. Los principales embalses se encuentran cerca de las zonas de mayores incendios; el fuego de Carr está cerca del lago Shasta y del lago Whiskeytown, y el del Complejo Mendocino está próximo del lago Clear. Todos están en -o cerca de- sus niveles históricos de contenido.

“No ha habido problemas para obtener agua de ellos”, afirmó Scott McLean, portavoz del Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios de California (Cal Fire).

Cal Fire, que lidera la batalla contra los incendios forestales, ha desplegado unos 200 tanques cisterna en la zona de fuego y envía aviones hidrantes cuando las condiciones de vuelo lo permiten.

“La idea de que no hay suficiente agua es la cuestión más loca del mundo”, expuso Peter Gleick, presidente emérito del Instituto del Pacífico para Estudios en Desarrollo, Medio Ambiente y Seguridad, en Oakland. “No hay escasez”.

La disponibilidad de agua no es necesariamente un factor determinante en la lucha contra los incendios forestales, que no se combaten del mismo modo que los que afectan a viviendas en un centro urbano. La batalla está dictada por la topografía, la construcción de cortafuegos físicos y el uso de retardantes desde aeronaves.

Las muchas quejas de los granjeros sobre las desviaciones de agua, han llamado la atención de la administración Trump. Entre quienes encabezan la acusación se encuentra el representante Jeff Denham, republicano de Turlock, que ha “ametrallado” a los electores en el Valle Central con promesas de luchar por “nuestra agua”. Se refiere al suministro de riego desviado del delta de la bahía San Joaquín-San Francisco.

Denham organizó una visita al área a inicios de agosto, para el secretario del Interior Ryan Zinke, cuya agencia ha atacado amablemente las políticas estatales sobre el agua.

Denham y sus colegas del Valle Central se preocupan especialmente por un plan anunciado por la Junta de Control de Recursos Hídricos del Estado de California, en julio, para intensificar los flujos de agua en el río San Joaquín, que eventualmente desemboca en el Pacífico.

La junta está dando ese paso porque se ha bombeado tanta agua en el valle a expensas del ecosistema fluvial, que la industria pesquera de salmón del estado ha quedado prácticamente destruida. Denham, que califica el plan como “apropiación de agua”, presentó una legislación en Washington para bloquearlo. Como señala Gleick, el agua en el norte de California fluye naturalmente hacia el océano; el riego y los usuarios urbanos son lo que la han “desviado”.

En cuanto a las “malas leyes ambientales”, no está claro si Trump se refiere a las normas de California o las federales. El presidente podría estar refiriéndose a las leyes estatales y federales que colocan las asignaciones de agua para proteger a los peces y la vida silvestre en pie de igualdad con el riego y los suministros para los usuarios urbanos. Más allá de sus objetivos, estos no evitan que se utilice el “agua disponible” para combatir los incendios.

También podría referirse a las leyes estatales y federales destinadas a controlar las emisiones de gases de efecto invernadero o a proteger especies en peligro de extinción. Ambas categorías son atacadas por su administración.

Es apropiado señalar que las políticas ambientales que promueve la Casa Blanca de Trump empeorarán el cambio climático. El mandatario retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el tema, firmado en 2015. Además, propone aniquilar los estándares de gobierno sobre economía de combustible, lo cual significaría más emisiones de gases de efecto invernadero, y propone revocar una exención que permite a California establecer sus propios estándares más estrictos.

Trump ha afirmado que la ciencia sobre el cambio climático es una “estafa”, un “mito” y un “engaño”, por lo cual no es sorprendente que sea completamente insensible a la conexión entre ese tema y los incendios forestales provocados por el calor.

La única perla fáctica en el tuit de Trump se puede encontrar en su última línea, que dice: “¡También deben despejar árboles para detener la propagación del fuego!”.

Si por ‘despejar árboles’ Trump quiere referirse a más tala, entonces simplemente está poniendo sus narices en pos de una mayor explotación comercial de los bosques. Si se refiere a la construcción de cortafuegos para contener incendios, eso sería correcto, pero es una técnica bien entendida y es exactamente la que se aplica de forma rutinaria.

Si el mandatario habla de un mejor manejo forestal mediante el desbroce constante de la maleza que se convierte en combustible para incendios forestales, eso es cierto, pero no es un concepto nuevo. La supresión de incendios más pequeños a lo largo de las décadas, en parte para proteger las residencias que se han adentrado en los bosques, ha aumentado las posibilidades de que se desarrollen incendios más grandes.

Pero esas políticas recaen dentro de la jurisdicción del gobierno federal, así como del estado, ya que los bosques nacionales y sus alrededores son los sitios donde se ha producido gran parte de la invasión -la llamada ‘interconexión entre la tierra silvestre y la vida urbana’-.

Entre otros factores, el gasto federal en la supresión de incendios en los bosques nacionales ha subsidiado efectivamente la expansión de la interconexión, al quitarles los costos de control de incendios a los residentes.

Pero si Trump tiene la intención de abordar este factor, no hay señal de ello en ninguna declaración de política gubernamental. Su ausencia revela el trasfondo del tuit sobre los incendios forestales: no tiene idea de qué los está causando esta temporada, no sabe cómo luchar contra ellos y no hay un plan para alterar la tendencia de nuevos incendios o de mayor severidad en ellos. Hacerlo significa dedicar atención a un problema complejo que involucra la ciencia, la naturaleza y la acción gubernamental. Eso no se puede lograr a través de un tuit, un domingo por la noche.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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