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En México, el candidato Andrés López Obrador está en guerra con los empresarios que dicen que arruinará la economía

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Él los llama la “mafia del poder” y dice que ejercen su influencia política para beneficio personal.

A él lo llaman el próximo Hugo Chávez, y advierten que sus políticas económicas de izquierda podrían convertir a México en Venezuela, un país acosado por la escasez de alimentos, el crimen y la inflación paralizante.

Menos de dos meses antes de las elecciones presidenciales del 1 de julio en México, el candidato favorito, Andrés Manuel López Obrador, choca con la élite empresarial nacional en una creciente guerra de palabras que ha endurecido las líneas de batalla y derrumbado el peso.

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En los últimos días, López Obrador, del Movimiento Regeneración Nacional, acusó a algunos líderes empresariales de construir en secreto una alianza en su contra. El político argumenta que han tratado de persuadir al gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) para que abandone a su candidato en el tercer lugar, José Antonio Meade, a favor del contendiente que se encuentra en segundo puesto en los sondeos, Ricardo Anaya, del Partido Acción Nacional (PAN), a quien López Obrador le gana en las encuestas por valores de dos cifras.

Los líderes empresariales se sienten más cómodos con Anaya, cuyo partido estuvo en el poder durante los dos mandatos presidenciales anteriores y que, a diferencia de López Obrador, no aboga por cambios económicos importantes.

Pero este último afirma que las iniciativas en su contra son parte de una “guerra sucia” emprendida por ricos magnates que quieren detenerlo y que se han enriquecido a costa de los mexicanos comunes, el 40% de los cuales vive por debajo del umbral de pobreza. “No quieren dejar de robar”, aseguró López Obrador en un evento de campaña, la semana primera semana de mayo.

Los líderes empresariales desconfían de los planes de López Obrador para hacer que México dependa menos del comercio exterior, así como de su propuesta de revertir los cambios que abrieron el sector energético nacional a la inversión extranjera. Les preocupa que cancele la construcción planificada, por un valor de $13 mil millones, de un aeropuerto en la Ciudad de México, que él considera demasiado caro.

Un anuncio de página completa publicado por el Consejo Empresarial Mexicano en los periódicos, el 10 de mayo, rechazó las acusaciones de que los líderes intentan forjar una alianza política contra López Obrador, calificando sus reclamos como “difamatorios y ofensivos”.

Un anuncio diferente publicado el lunes 14 de mayo por otra coalición de grupos empresariales, denunció una retórica política que sostiene que “las empresas son responsables de la mayoría de los males que afectan al país”. “Las empresas son parte de la solución, no la causa del problema”, señala la nota.

El multimillonario Carlos Slim, un importante inversionista en el proyecto del aeropuerto, realizó una conferencia de prensa en abril, criticando la oposición de López Obrador al plan. “Suspender el proyecto significa suspender el crecimiento del país”, aseguró.

Para López Obrador, el país crecerá con inversiones en las clases más bajas. Reducir la brecha de desigualdad es su principal solución para muchos de los problemas de México, incluida la espiral de violencia que cobró casi 30,000 vidas en 2017. Según Oxfam, cuatro multimillonarios mexicanos valen tanto como los 20 millones de personas más pobres del país.

La disputa cada vez mayor entre López Obrador y la clase empresarial mexicana marca uno de los momentos más divisivos hasta ahora en la campaña presidencial. Las ansiedades sobre la brecha, junto con los temores sobre el destino del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), ayudaron a debilitar el peso en la segunda semana de mayo, a menos de 19 por dólar.

Los críticos de López Obrador han intentado específicamente compararlo con Chávez, el presidente venezolano que desató una crisis económica luego de nacionalizar las compañías petroleras y otros activos extranjeros. Chávez, que murió en 2013, fue sucedido por su vicepresidente, Nicolás Maduro.

En abril, aparecieron avisos en los autobuses de Ciudad de México con fotografías de López Obrador junto a Chávez y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil. “Populismo en América Latina”, decía, como si promocionara un nuevo programa de televisión. “Próximamente”.

López Obrador cree que los anuncios fueron financiados por dos de los hombres de negocios más ricos del país, pero nadie se ha responsabilizado.

Los partidos políticos también han adoptado la táctica. Un reciente spot televisivo de Meade, el candidato del PRI, presenta videos de López Obrador intercalados con imágenes de protestas callejeras y vehículos incendiados. “Elige: miedo o Meade”, dice una gruesa voz de barítono al final.

Un anuncio de la campaña de Anaya empalma los discursos de López Obrador y Chávez en los que cada uno promete celebrar un referéndum público sobre su presidencia cada dos años. Chávez hizo una elección para abolir los límites a los mandatos después de asumir el cargo.

Comparar a los candidatos políticos izquierdistas con Chávez es una técnica clásica en toda América Latina, afirmó Carlos Bravo Regidor, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas, un grupo de expertos en la Ciudad de México. “Venezuela se ha convertido en el cuco del mundo de habla hispana”, dijo.

Es un símbolo potente: en 2016, casi tres cuartas partes de la población venezolana perdió casi 20 libras de peso en promedio por persona debido a la falta de alimentos disponibles, de acuerdo con una encuesta de grupos sin fines de lucro y universidades locales.

Los oponentes de López Obrador emplearon tácticas similares en 2006, que pueden haberle costado las elecciones presidenciales.

Ese año, los grupos empresariales financiaron anuncios de ataque que comparaban a López Obrador con Chávez y lo mencionaban como “un peligro para México”.

López Obrador perdió por menos de un punto porcentual. El candidato denunció un fraude electoral y paralizó la Ciudad de México durante semanas con campamentos de protesta a lo largo de un bulevar principal. En 2012, volvió a postularse y perdió por un margen mayor frente al actual presidente, Enrique Peña Nieto.

En las últimas semanas, López Obrador ha hablado de frente sobre las comparaciones con Venezuela, diciendo que los mexicanos no deberían ser influenciados por aquellos que no quieren el cambio. “No dejen que los asusten”, aseveró en un anuncio de campaña.

Sus asesores económicos insisten en que no expulsarán a las compañías extranjeras, como lo hizo Chávez. Dicen que combatir la corrupción -endémica durante el mandato de seis años de Peña Nieto- hará que México resulte más atractivo para los inversionistas. En 2017, el principal organismo de control anticorrupción del país descubrió millones de dólares en irregularidades en un contrato entre la petrolera estatal Pemex y Odebrecht, la empresa de ingeniería brasileña que reconoció el pago de sobornos en varios países.

David Smilde, investigador principal del grupo de expertos Washington Office on Latin America, y profesor de la Universidad de Tulane, consideró que las comparaciones entre López Obrador y Hugo Chávez son exageradas. El candidato mexicano no tiene antecedentes militares, como tenía Chávez, y la economía de México es mucho más heterogénea que la de Venezuela que depende de hidrocarburos. Esa dependencia le permitió a Chávez consolidar fácilmente el poder después de expropiar proyectos petroleros, remarcó el experto.

El mandato de López Obrador de cinco años como alcalde de Ciudad de México da una idea más clara de cómo gobernaría, consideró Smilde. “Si vamos más allá de la retórica y miramos su historial real, parece un progresivo moderado que intenta trabajar por fuera de la clase política tradicional de México”.

Alejandro Poire Romero, secretario del Interior durante el mandato de Felipe Calderón -quien venció a López Obrador en 2006- dijo que la agenda económica nacionalista de López Obrador no está en sintonía con las reformas impulsadas por el mercado que se impusieron en México en los últimos años. “Su plataforma económica implica una desviación muy significativa de muchas políticas que han sido el consenso de diferentes presidentes y de una gran mayoría de los representantes electos en los últimos 25 años”, estimó Poire. “Los cambios importantes implican grandes riesgos”.

Actual decano en el Instituto Tecnológico de Monterrey, Poire afirmó que López Obrador demuestra otros paralelismos preocupantes con Chávez, especialmente una desconfianza en las instituciones gubernamentales y la creencia frecuente de que cambiará la historia de su país. “Hay connotaciones que indican un sentido de identidad engrandecido en la historia”, explicó.

Hasta ahora, las críticas a López Obrador no parecen funcionar. Sus promesas de reducir la desigualdad le han valido un amplio apoyo, particularmente en las zonas más pobres del país. En un sondeo reciente del periódico Reforma, el 48% de los encuestados afirmaron que planean votar por él. Anaya quedó en el segundo lugar, con un 30%, y Meade en el tercero, con un 17%.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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