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En la era Trump, el LAPD fortalece los vínculos con los inmigrantes indocumentados

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Al Labrada recuerda el terror que sentía cuando era niño, cada vez que iba de Los Ángeles a San Diego en un autobús Greyhound y pasaba por un puesto de control de inmigración.

Nacido en la Ciudad de México, había cruzado la frontera sin autorización cuando tenía cinco años, mientras fingía estar dormido en el asiento trasero de una camioneta Ford.

Su experiencia, dice el capitán de la policía de Los Ángeles, sirve ahora para conectarse con los residentes que expresan temor de caer en las redadas de inmigración. Es una historia que el hombre, de 47 años y que se convirtió en ciudadano estadounidense mientras servía en la Infantería de Marina, comparte tanto en conversaciones personales como en reuniones públicas.

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“Quiero que entiendan que mi simpatía y mi intención de generar confianza con los indocumentados es más a nivel personal, además de a nivel profesional”, afirmó Labrada, después de una reunión reciente en la Iglesia Católica Santa Teresita, frente a una planificación urbanística comunitaria de Boyle Heights.

Conectar con aquellos que se encuentran en el país sin autorización se ha convertido en un objetivo importante para el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) en la era del presidente Trump, cuya promesa de aumentar las deportaciones incrementó el miedo en las comunidades de inmigrantes.

Es parte de una estrategia empleada por la policía hace décadas. Hace casi 40 años, el LAPD prohibió a los oficiales interrogar a los residentes solo a fines de determinar su estado migratorio, con la esperanza de fomentar la confianza y la cooperación con la comunidad.

En años más recientes, un cambio drástico en la composición demográfica del departamento profundizó su relación con la sociedad diversa a la que sirve.

Desde los disturbios raciales de 1992, el LAPD -antes enteramente blanco- creó una fuerza que es un buen reflejo de la ciudad: el 48% de los oficiales bajo juramento son latinos, el 10% asiáticos y el 10% negros. Alrededor del 15% de los oficiales del departamento nacieron en el extranjero.

Aunque el LAPD sigue polarizándose -particularmente en la comunidad afroamericana- en cuestiones del uso de la fuerza y las muertes de detenidos, los expertos afirman que el departamento dio un gran paso en crear una asociación con los residentes.

“No solo han reformado cómo lucen y a quiénes contratan, sino cómo piensan. Han reformado toda su visión de estas comunidades”, expuso Connie Rice, una abogada de derechos civiles a quien comisionados de policía y funcionarios electos acudieron por más de tres décadas en busca de consejos. “Y no podrían haberlo hecho con una fuerza dominada por blancos; no podrían haberlo hecho con el antiguo LAPD”.

Robert Arcos, jefe de la Oficina Central del LAPD y uno de los tres finalistas para ser el próximo jefe del departamento, señaló que el cambio a una fuerza policial diversa tardó en llegar.

Criado en el noroeste de L.A., el subdirector, un mexicanoamericano de tercera generación, afirmó que el popular programa de televisión de 1960 “Adam-12” “era realmente ... lo que yo sabía que era el LAPD: estos dos hombres blancos y guapos”, dijo Arcos, refiriéndose a los oficiales de ficción Pete Malloy y Jim Reed. “Cuando veía policías en mi barrio, era como ver ‘Adam-12’. Nunca encontraba a nadie que se pareciera a mí”.

La transformación del LAPD generó oportunidades, pero también creó un nuevo conjunto de presiones y expectativas.

Después de que Trump asumió el cargo, el departamento comenzó a lidiar con una caída en los delitos reportados por los latinos. De enero a abril de 2017 hubo un declive de más del 23% en agresiones sexuales y de más del 8% en incidentes de violencia doméstica reportados por latinos, según el LAPD.

Ese hecho llevó a los oficiales a realizar más de 100 encuentros para recordar a los vecinos que sigue intacta la postura del departamento, de apoyar a los aproximadamente 375,000 residentes de Los Ángeles indocumentados.

El LAPD emitió una actualización de 11 páginas sobre los procedimientos de inmigración a fines de diciembre de 2017, ampliando su Orden Especial 40, de 1979, que indica a los oficiales no “iniciar acciones policiales con el objetivo de descubrir el estado migratorio de una persona”.

El aviso también amplía la Directiva Ejecutiva 20 del alcalde Eric Garcetti, de marzo de 2017, que reafirmó la política existente sobre la inmigración y prohíbe a los empleados de la ciudad conceder a los agentes de inmigración acceso a las instalaciones de la ciudad que no están expresamente abiertas al público en general.

Según los nuevos procedimientos, la policía ya no registra el lugar de nacimiento cuando entrevista a víctimas, testigos o personas detenidas temporalmente. Los oficiales sí preguntan el lugar de nacimiento a cualquier persona arrestada. Esa información se solicita durante la toma de huellas digitales y se envía a una base de datos del FBI, a la que las autoridades de inmigración pueden acceder.

El LAPD también dejó de participar en operaciones conjuntas con el Servicio de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos (ICE) o Aduanas y Protección Fronteriza, que involucran directamente la aplicación de la ley de inmigración. Otras ciudades, como San Gabriel y Santa Cruz, también dejaron de participar en operaciones conjuntas.

Además, el departamento ya no transfiere a personas con ciertas condenas penales menores a la custodia del ICE. Los oficiales siguen deteniendo y trasladando a los inmigrantes buscados mediante una orden judicial, o a los condenados previamente en Estados Unidos por un delito grave o violento, una clasificación que incluye más de 60 delitos, incluidos asesinatos, violaciones, amenazas criminales, robos de vehículos e incendios premeditados. Los inmigrantes solían ser transferidos y puestos en custodia de ICE por delitos agravados, de los cuales hay cientos.

En una nota enviada en abril a la Comisión de Policía de Los Ángeles, el panel civil que supervisa el departamento; el jefe Charlie Beck señaló que las estadísticas del delito a fines de 2017 mostraron una “mejora significativa” en las denuncias de agresión sexual y violencia doméstica entre los latinos.

Pero los activistas de inmigración, en una reunión reciente con un comité del Ayuntamiento, expusieron que los cambios del LAPD no llegan lo suficientemente lejos.

“La orden presentada por el jefe Beck aún permite el intercambio de información con ICE. Todavía recopila los datos sobre el lugar de nacimiento para todos los arrestados, sean condenados o no”, remarcó Crissel Rodríguez, de California Immigrant Youth Justice Alliance. “Para mí esto no es seguro y socava aún más la confianza entre la comunidad y la policía”.

Beck, sin embargo, alegó que la policía debe cumplir con la ley. “Creo que nuestra orden... cumple mis obligaciones como jefe de policía, pero también reconoce que la policía obtiene su autoridad más importante a través del público al cual sirve”, indicó el jefe de la fuerza en una entrevista. “Y la realidad es que en Los Ángeles, un porcentaje muy alto de esa población está indocumentada”.

El LAPD planea presentar informes a la Comisión de Policía que detallen las operaciones conjuntas, incluida la aplicación de la ley de inmigración, las transferencias de inmigrantes a la custodia de ICE y las solicitudes federales para entrevistar a los detenidos y ser notificados de su liberación.

Para Ingrid Eagly, profesora de leyes de inmigración en UCLA, LAPD es uno de los pocos departamentos que encabeza la creación de políticas para proteger a los residentes inmigrantes. “Estamos en un momento de mayor control inmigratorio, que depende en gran medida de las decisiones de la policía local para desencadenar deportaciones”, consideró. “Esto hace que la política policial, tanto en la calle como en las cárceles locales, sea una parte importante de cómo la inmigración es controlada realmente sobre el terreno”.

El hecho de que algunos en el LAPD sepan qué se siente de estar en el país sin autorización es una ventaja al momento de conectar con la comunidad.

Jorge Villegas cruzó a California sin permiso cuando era un niño pequeño, con su madre y su hermano menor, para unirse a su padre. La familia terminó en la zona de Pico-Union, en la década de 1960.

Su padre trabajaba en la construcción durante el día y por la noche trabajaba en una fábrica. La madre era costurera, incapaz de usar el título de arquitecta que había obtenido en Guadalajara, México.

“Vivíamos con miedo de... la migra”, afirmó Villegas. “Recuerdo que no me permitían estar en las aceras o en los parques. Tenía que ser recogido de la escuela y me aseguraba de que no nos vieran, por así decirlo”.

Sus padres se convirtieron en residentes legales en 1970, pero no obtuvieron su ciudadanía hasta principios de los años 80.

Villegas se alistó en el ejército, donde pudo acelerar su proceso de ciudadanía. Ahora es jefe asistente del LAPD, uno de los rangos más altos en el departamento, que tiene un total de 10,000 oficiales.

“Una de las mejores maneras de proporcionar calma a la comunidad es decir que uno es la comunidad”, consideró Villegas. “Cuando puedes decirlo genuinamente, se abre la oportunidad de tener un diálogo significativo y tener un vínculo”.

En una tarde reciente en la estación Hollenbeck del LAPD, en Boyle Heights, Labrada se reunió con organizadores y otros funcionarios en un foro sobre fraude inmigratorio.

Durante años, su madre viajó entre México y Estados Unidos, y trabajó para ahorrar dinero suficiente para trasladar a la familia de cinco personas a una casa de una habitación, en Rosemead, en 1975.

Mientras intentaba obtener la residencia, su familia esperaba horas en el frío de la calle Olvera, donde antes se encontraba el consulado mexicano, con un atole -una bebida caliente hecha de maíz- y un churro para desayunar.

“Sabíamos que teníamos que pasar un proceso para convertirnos en residentes legales sin tener ese miedo a la deportación”, recordó Labrada, quien se unió al LAPD en 1993. “Creo que hay mucha más ansiedad ahora que cuando yo era niño”, reflexionó, y añadió que la política inmigratoria no es el problema para él. “Este es el lado humano, y el lado humano es que las personas aún viven en esta comunidad y tienen miedo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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