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El pueblo turco acata el pedido de su presidente para boicotear el iPhone y otros productos estadounidenses

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Un video muestra a un hombre rompiendo iPhones con un martillo. “Esto es para nuestro presidente”, declara. Otro muestra a un grupo quemando billetes de un dólar o usándolos para sonarse la nariz.

Ambos clips se han compartido ampliamente en las redes sociales en Turquía, a medida que se intensifica la guerra comercial del país con EE.UU. y tanto los ciudadanos comunes como las empresas turcas expresan solidaridad con su gobierno. El sentimiento se puede reducir al contenido de un meme en Twitter: “No dejen que EE.UU. gane dinero”.

Los economistas dudan que los consumidores turcos puedan hacer mucho daño, dada su dependencia de los productos estadounidenses. Pero eso no impidió que su primer mandatario, Recep Tayyip Erdogan, los llamara a boicotear los bienes de EE.UU. esta semana, particularmente los iPhone.

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La batalla comercial comenzó en junio pasado, cuando la administración Trump anunció que aumentaría los aranceles sobre el acero proveniente de China, la Unión Europea y Turquía en un 25%, y sobre el aluminio de esos mismos países en un 10%. Turquía, el octavo mayor productor de acero del mundo, respondió con alzas arancelarias sobre el carbón, el papel, las almendras, el tabaco, el arroz, los automóviles, los productos petroquímicos y otros artículos de EE.UU.

Más tarde, la semana pasada, Trump anunció que duplicaría las tasas sobre el acero y el aluminio de Turquía, en un esfuerzo por presionar a las autoridades para que liberen a Andrew Brunson, un pastor estadounidense que es juzgado en ese país euroasiático por cargos de terrorismo.

El pastor evangélico, de 50 años y oriundo de Carolina del Norte, vivía desde hace tiempo en la ciudad costera de Izmir. Arrestado en 2016 después de un golpe fallido, se le acusa de estar aliado con Fethullah Gulen, un clérigo turco residente en Pensilvania, quien, según Erdogan, fue el autor intelectual del intento de toma del poder por parte de los militares. Algunos analistas políticos sugirieron que Erdogan retiene a Brunson para presionar a EE.UU. por la extradición de Gulen.

Los nuevos impuestos causaron que la lira turca cayera en picada. Erdogan tomó represalias con su llamado a un boicot a los consumidores, y el jueves 16 de agosto emitió un decreto elevando los aranceles en los autos estadounidenses al 120%, el alcohol al 140% y el tabaco al 60%.

Campañas en línea ofrecieron alternativas locales a los productos estadounidenses: productos alimenticios Torku en lugar de Nestlé, iskender kebab en lugar de McDonald’s y refrescos Uludag por Coca-Cola.

Turkish Airlines -propiedad estatal en un 49%- anunció que dejará de anunciarse en Google y otras plataformas con sede en EE.UU. El Ministerio de Medio Ambiente y Urbanización, que supervisa los proyectos de desarrollo del gobierno, adelantó que prohibiría el uso de materiales de construcción estadounidenses.

En el centro comercial Dogbank, de Estambul, que alberga algunas de las mayores tiendas de teléfonos celulares del país, los minoristas anunciaron que acatarían el llamado de Erdogan al boicot y cancelarían pedidos de iPhones para septiembre. Dichas órdenes, comentaron, habrían ascendido a $50 millones.

Un minorista, Emre Ergul, afirmó que el boicot fue un alivio, porque la caída de la lira, que perdió casi la mitad de su valor, le dificultaba ganar dinero con las ventas de iPhones de todas maneras.

Antes de la crisis, prosiguió el comerciante, vendía hasta 500 iPhones por mes, muy pocos para que una compañía de un billón de dólares como Apple siquiera lo perciba. “Pero tenemos que hacer lo que podamos”, destacó Ergul. “EE.UU. y Turquía deben entender que esta crisis está perjudicando a la gente común, como yo, y especialmente en EE.UU. necesitan comprender que no pueden tratar con mi país de esta manera, porque eventualmente también los perjudicará”.

Para Nurullah Gur, profesor de economía en la Universidad Medipol, de Estambul, el resentimiento contra Trump en Turquía se debe a la creencia de que impuso los gravámenes por razones más políticas que económicas.

Turquía y EE.UU. están enredados económicamente en más formas de lo que sus líderes parecen darse cuenta, reflexionó Gur. Un ejemplo de ello es el avión de combate F-35. Trump firmó esta semana un proyecto de presupuesto de defensa que bloquea las transferencias de aeronaves de combate F-35 a Turquía, hasta que el Pentágono emita un informe sobre la relación del país con EE.UU. dentro de la alianza de la OTAN.

No mencionó el hecho de que el consorcio de compañías globales que construye el F-35 incluye firmas turcas clave, como Ayesas, el único proveedor de la pantalla de cabina y de un sistema de orientación de misiles.

En Estambul se erige un edificio Trump Towers de 39 pisos, que cuenta con cientos de apartamentos de lujo, además de varias tiendas minoristas de Estados Unidos.

El yerno de Erdogan, el ministro de Finanzas Berat Albayrak, se graduó en la Universidad Pace, en la ciudad de Nueva York; sus dos hijas, Esra y Sumeyye, estudiaron en la Universidad de Indiana.

En su llamado al boicot, el mandatario turco sugirió que las personas usen teléfonos de las compañías nacionales Venus y Vestel. Pero durante el intento de golpe de 2016, cuando apareció en la sede turca de CNN y pidió a sus seguidores que tomaran las calles, lo hizo hablando por FaceTime, desde su iPhone.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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