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Cuando las noticias falsas matan: linchamientos en México están vinculados a rumores de secuestro de niños

Jose Guadalupe Flores, 16, younger brother of lynching victim Ricardo Flores, at a shrine for his brother outside the family home.
(Cecilia Sanchez / For The Times )
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El objetivo de Ricardo Flores era estudiar mucho, convertirse en abogado y ganar lo suficiente para que sus padres pudieran regresar de Estados Unidos, país de residencia de muchos habitantes de este empobrecido rincón del centro de México.

"Ricardo siempre decía que una vez que estuviera trabajando, iba a decirle a mi madre que regresara, porque la echaba mucho de menos", recordó su hermano menor, José Guadalupe Flores, de 16 años.

Ese sueño tuvo un final violento una tarde de agosto, después de que comenzaron a circular en las redes sociales los rumores de que un ‘robachicos’ estaba al acecho.

Una turba enfurecida atacó a Flores, de 21 años, y a su tío, Alberto Flores Morales, de 56 años, golpeándolos salvajemente antes de rociarlos con gasolina y quemarlos vivos en la calle frente a la estación de policía. La gente acusó por error a los dos hombres de haber secuestrado a un niño, dijeron las autoridades.

"Fue como si un gran hechizo hubiera poseído a la gente", dijo Lidia Palacios, una comerciante de artesanías que presenció el linchamiento. "La gente gritaba, '¡Mátenlos! ¡Mátenlos!'"

El bárbaro episodio, que recuerda a los asesinatos en la India alimentados por mensajes virales, ilustra cómo en una era de proliferación del uso de teléfonos inteligentes, los rumores en las redes sociales y las plataformas de mensajería como WhatsApp, pueden generar histeria y ‘justicia ciudadana’.


Los linchamientos no son nada nuevo en México, donde el crimen desenfrenado, la ineficiencia y corrupción de la policía y la sensación generalizada de que los infractores quedan impunes, exacerban la indignación ciudadana. El video del teléfono celular de ciudadanos golpeando a los sospechosos acorralados acusados de robos y otras fechorías, es un componente habitual en las noticias de televisión.

En algunas áreas de alta criminalidad, las vallas publicitarias escritas a mano advierten a los "delincuentes" y "ratas" que enfrentarán la justicia callejera.

Al menos 25 personas han sido asesinadas por las turbas en México en lo que va del 2018, incluidas algunas que han sido golpeadas hasta la muerte y quemadas, y 40 más han sido rescatadas, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, un grupo de vigilancia casi gubernamental..

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley temen que los rumores que se propagan en Facebook, WhatsApp y otras plataformas, pueden estar exacerbando estos delitos.

En los días previos a la detención de Flores y su tío, media docena de estados mexicanos emitieron advertencias públicas refutando incendiarios rumores en las redes sociales sobre redes de secuestradores que extirpan órganos de niños cautivos para venderlos en el mercado negro.

Un mensaje de WhatsApp, etiquetado como "alerta roja", advertía a los padres, profesores y otros, que una "plaga de robachicos" había arrebatado a un número no especificado de niños, algunos de tan solo 4 años.

"No podemos permitir [que] esto siga sucediendo, padres, por favor pongan atención", aconsejaba el mensaje.


Ricardo Flores, de 21 años, quien fue asesinado por una turba a causa de un rumor, esperaba convertirse en abogado.
(Familia de Flores)

Esta franja montañosa del estado de Puebla, cerca del estado de Oaxaca, depende en gran medida de los dólares provenientes de los pobladores que han emigrado a Estados Unidos, especialmente a la costa este. Las remesas suplen los escasos ingresos de la plantación de maíz, caña de azúcar y otros cultivos. Muchos habitantes son de origen mixteco; los aldeanos tienden a desconfiar de la policía y los forasteros.

Los padres de Ricardo Flores, residentes de Maryland, enviaron dinero a su casa para pagar su educación, así como la educación de su hermano menor. Como muchos otros, la familia Flores sufrió la separación para que los niños tuvieran mejores oportunidades.

En la tarde del 29 de agosto, Flores y su tío condujeron en la camioneta negra de Morales desde su poblado, Tianguistengo, hasta el cercano pueblo de San Vicente Boquerón. El tío necesitaba comprar material para una cerca que estaba construyendo en la casa de su madre.

Estacionaron el auto cerca de una escuela y tomaron unas cervezas, dijeron sus familiares. El momento no podría haber sido peor: circulaban rumores por Internet de que dos robachicos, ambos hombres en una camioneta, merodeaban en el área.

La presencia de los dos desconocidos despertó las sospechas de los aldeanos, que se acercaron y acusaron a los hombres de ser secuestradores. Algunos testigos dijeron que Flores y su tío fueron sacados del automóvil, amarrados y golpeados.

"Si la policía no hace nada, el pueblo se defenderá de los delincuentes", dijo María López, residente de San Vicente Boquerón. "Si ellos fueron los que robaron a los niños, merecían ser linchados".

Las campanas de las iglesias comenzaron a repicar en señal de emergencia y atrajeron a más aldeanos. Algunos querían linchar a los dos en el acto.

En lugar de lincharlos en ese momento, llevaron a Flores y a su tío desde San Vicente Boquerón a Acatlán de Osorio, un pueblo de 16,000 habitantes ubicados a unos 20 minutos de distancia, donde hay una estación de policía. Una muchedumbre iracunda de alrededor de 100 personas, según testigos e imágenes de video, se reunió afuera de la estación, donde los dos estaban detenidos, supuestamente para su propia protección.

"La gente empezó a gritar '¡Sáquenlos!' ¡Deben enfrentar la justicia!'", recordó Palacios, de 65 años, el tendero. "Entonces, de repente, entraron [a la estación de policía] y sacaron a los dos hombres. Afuera era una escena de terror".

La multitud gritó: "¡Quémenlos! ¡Quémenlos!", recordó Mario Solis, vendedor de fruta.

Alguien trajo un poco de gasolina.

"No me puedo imaginar el dolor que sentían", dijo Hortensia Santos, quien miraba desde su tienda de ropa mientras los dos se retorcían de dolor. "Cuando el fuego se apagaba echaban más gasolina". No he podido dormir; no puedo olvidar la imagen. No sé cómo la gente puede ser tan despiadada".

Los habitantes del pueblo también incendiaron el vehículo del tío.

Los familiares que fueron avisados por teléfono de lo que estaba ocurriendo, corrieron al lugar de los hechos.

"Estaba llorando, 'déjenlos ir, son inocentes'", dijo Juana Ramírez Flores, de 42 años, prima de Flores. "Pero esa gente se burló de nuestro dolor. Tomaron fotos, video. Se rieron de mí".

La policía no intervino, dijeron los testigos. La policía no "siguió protocolos" como negociar con la multitud e inmediatamente buscar respaldo, dijo el secretario de seguridad pública del estado de Puebla en un comunicado.

Dos sospechosos del ataque han sido arrestados; uno más tarde murió en custodia por causas naturales. Las autoridades estatales dijeron que estaban revisando el video del incidente para rastrear a otros participantes. También lanzaron una investigación para determinar quién era responsable del engaño cibernético que desencadenó el incidente.


Funcionarios de WhatsApp y Facebook se rehusaron a comentar sobre el ataque. Pero las compañías, Facebook posee WhatsApp, dijeron que ambas estaban tomando medidas para reducir la creciente ola de información falsa.

A principios de 2018, luego de que informes virales sobre secuestradores de niños desencadenaron una serie de linchamientos en la India, WhatsApp sacó anuncios de página completa en periódicos de ese país, junto con avisos de radio y anuncios en internet, y brindó "consejos fáciles" para detectar noticias falsas. Se planea un esfuerzo similar en español para finales de año en México, dijo un vocero de WhatsApp.

Pero los recientes ataques en México sugieren que tales medidas, e incluso las advertencias formales de las autoridades policiales locales, pueden no ser suficientes para calmar a los residentes.

El día después de los linchamientos, la justicia parapolicial golpeó en el estado de Hidalgo central de México, donde las autoridades acababan de enviar un mensaje de Twitter alertando al público sobre el engaño de secuestradores de niños.

Una turba sacó a un hombre y una mujer de su camioneta en un área rural y los golpeó y los quemó, dijeron las autoridades, a pesar de las súplicas de inocencia de la pareja. El hombre murió en el lugar y la mujer falleció en un hospital.

Del mismo modo que las redes sociales y las aplicaciones para teléfonos inteligentes ayudaron a difundir los rumores de secuestradores de niños, estas mismas plataformas divulgaron la noticia del destino de las víctimas del linchamiento.

Imágenes de video de la espeluznante escena en Acatlán de Osorio - y fotos de los dos cuerpos calcinados - pronto llegaron a los usuarios de teléfonos celulares en Estados Unidos. Una angustiada Rosario Rodríguez vio la masacre en su teléfono y leyó comentarios de Facebook sobre los asaltos a su hijo y a su cuñado..

"Se me rompió el alma", dijo Rodríguez.

Ella y su esposo volaron a México al día siguiente, a tiempo para el funeral. Ella dice que no descansará hasta que se haga "justicia".

"Ruego a Dios que lo que me sucedió a mí, este gran dolor, nunca le pase a los que le hicieron esto a mi hijo", comenta Rodríguez. "Que nunca sientan la impotencia de una madre que ve a su hijo asesinado de una manera tan cruel".

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

Times staff writer McDonnell reported from Mexico City, special correspondent Sanchez from Acatlan de Osorio.

patrick.mcdonnell@latimes.com

Twitter: @PmcdonnellLAT

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