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Contra todas las dificultades: con jóvenes como Miriam Antonio, es difícil no tener esperanzas sobre el futuro

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Como padre de un adolescente, debo creer que, incluso en tiempos de locura y miedo, todo va a estar bien; el mundo sobrevivirá y los jóvenes de hoy liderarán el camino.

Así son las cosas para los padres. La mitad del tiempo somos un caos cínico y preocupado, y la otra mitad somos ingenuamente optimistas. La masacre escolar de Florida, el 14 de febrero pasado, fue horrible; la respuesta y cruzada de los jóvenes supervivientes fue edificante.

“Creo que son increíbles”, afirmó Miriam Antonio, quien no es mucho mayor que ellos, con sus 21 años recién cumplidos. “Sus discursos son inspiradores y me da esperanza ante una nueva generación que cumplirá 18 años y votará”.

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Si su nombre le suena familiar, es posible que lo haya visto aquí anteriormente. Algunos de ustedes me han preguntado qué había pasado con ella. Hoy tengo la respuesta.

Conocí a Antonio a principios de 2015, en un foro de candidatos a la junta escolar donde dos de los tres propuestos no se molestaron en aparecer. La estudiante de Fairfax High y miembro del Programa de Liderazgo Estudiantil de United Way estaba indignada, y hablaba muy bien, así que le presté atención.

En noviembre de ese año, me sumergí en la vida de Antonio por un día. La conocí en el departamento de Koreatown que compartía con su madre, sus hermanos, y con otra familia. Su madre era el sostén del hogar con un trabajo de conserje de siete días a la semana, lo cual significaba que Antonio a menudo debía ayudar a cuidar de sus hermanos.

La seguí mientras tomaba un autobús, luego otro, para llegar a Fairfax. Ella leía a Oscar Wilde en el camino y hablaba sobre sus objetivos. Deseaba desesperadamente -por una cuestión de orgullo, en pos de una educación de calidad y de las oportunidades que pudieran surgir- ingresar a UCLA o USC. Quería estudiar derecho y trabajar en política, para así luchar por comunidades como aquella en la cual había crecido. “Para tener éxito”, había escrito en sus ensayos de solicitud para la universidad, “debemos ser más grandes que nuestro sufrimiento”.

Decenas de lectores quedaron impresionados por el arduo trabajo de Antonio y su determinación feroz, y donaron a un fondo de educación administrado por United Way. La joven escribió notas de agradecimiento durante meses.

Finalmente, no ingresó en ninguna de sus dos opciones principales, y entonces se decidió por Santa Monica College. Aunque le encantó, solicitó nuevamente ingreso a la USC durante su primer año. En mayo pasado, me envió un mensaje: “¡BUENAS NOTICIAS!” decía la línea de asunto. Había sido aceptada en la USC para el año escolar 2017-2018.

Una combinación de ayuda financiera, trabajo, una beca y donaciones de los lectores sirvió para pagar su matrícula, alojamiento y comida. Además, una familia local había ofrecido un estipendio anual.

“Me impresionó el hecho de que es una luchadora”, expresó el abogado Luis Carrillo, quien quiere que Antonio trabaje para su bufete de abogados cuando se gradúe. “Ella está luchando por una educación y para superar sus difíciles circunstancias, por lo cual mi esposa [Beni] y yo decidimos ayudarla”.

Desde que la conocí, Antonio siempre ha hecho malabares con la escuela, el trabajo, el voluntariado, las causas políticas y la familia. Estuvo muy ocupada en el semestre de otoño en la USC, y opté por retrasar mi visita. Pero el activismo político de los jóvenes en Florida me recordó que quería volver a conectarme con ella.

Cuando la llamé nuevamente, revisó su agenda en busca de un espacio libre; no había muchos. Sus noches también están reservadas. Suele estar despierta hasta las 2 a.m. o más para hacer sus tareas, y tiene un promedio de cinco horas de sueño cada noche. Me contó que ingresó a la lista de honores del decano, pero quiere aumentar su promedio de calificaciones.

Finalmente combinamos para una visita, el jueves por la tarde, en la oficina de USC del Instituto Jesse Unruh de Política, donde trabaja a tiempo parcial. Antonio estaba atendiendo la recepción, pero sus deberes regulares incluyen traducciones, servicios estudiantiles y coordinación de eventos, como la próxima presentación del exjefe de prensa del presidente Trump, Anthony Scaramucci.

Como parte de su especialidad interdisciplinaria -filosofía, política y derecho- trabaja como voluntaria para la campaña para gobernador de Antonio Villaraigosa. También es miembro del club de demócratas del campus y de la Sociedad de Mujeres y Derecho. Siempre me siento como un holgazán a su lado.

“Nos ofrece trabajo voluntario constantemente en nuestros eventos y en todo el campus. Está en todas partes”, aseguró Kristy Plaza, directora de Comunicaciones y Difusión de Unruh, quien estaba editando un video sobre Antonio como una forma de motivar a otros estudiantes para que se involucren.

El campus de USC nunca tuvo reputación de ser un hervidero de activismo político, pero el director de Unruh, Robert Shrum, aseveró que la elección de Trump y su efecto en varios temas ha generado un mayor compromiso de los alumnos.

Y allí está Antonio. Su compromiso comenzó cuando era adolescente, con lo que llamó un recorrido “transformador” del camino de los derechos civiles, en el sur de los Estados Unidos, donde se inspiró en Martin Luther King Jr. y Rosa Parks, entre otros.

“Está profundamente involucrada en asuntos políticos... A ella realmente le importa el tema”, expuso Shrum. “Creo que toda esta generación más joven va a cambiar los Estados Unidos, y lo más importante es que no escuchan a los adultos que les dicen qué hacer”, consideró. “Están decidiendo por sí mismos”.

No solo se refería a Antonio, sino a los estudiantes de Florida que confrontaron a sus legisladores y se negaron a aceptar un sistema político corrupto que proteja el acceso a las armas de estilo militar, poniendo a los alumnos en la línea de fuego. A Shrum le recordó a aquellos jóvenes cuyas protestas implicaron el principio del fin de la Guerra de Vietnam.

Solía decirle a la gente que creía que Miriam Antonio sería gobernadora algún día, pero las metas de la chica han cambiado. Aunque aún ama la política, el partidismo y perder la privacidad no le atraen, y cree que podría marcar una mayor diferencia como activista o abogada de derechos civiles que como política. También le interesaría fundar una organización sin fines de lucro enfocada en que más estudiantes de bajos ingresos ingresen en grandes universidades.

Pero ella es recién una estudiante de segundo año, y todo eso está muy lejos. “Mi objetivo aquí es hacer que, para cuando me gradúe, este campus sea un poco más activo políticamente”, afirmó.

Este fin de semana participó de la convención estatal del partido demócrata en San Diego. El próximo asistirá a la conferencia Women Achieving Greatness, en Sacramento.

Sara Mooney, mentora de Antonio en United Way, relató que Miriam le dijo un fin de semana reciente que asistiría a un evento político en Hollywood y luego repartiría burritos en skid row. Mooney le sugirió que tenga tiempos de descanso y se asegure de disfrutar de su experiencia universitaria, porque se terminará demasiado pronto.

Le dije a Antonio lo mismo, pero tal como definió Shrum, ella es de una generación diferente, y está encontrando su propio camino. “Esta soy yo, y así disfruto de la universidad”, me respondió. “Participar lo hace divertido para mí”.

Algo más. Quise saber cómo había sido el día, el año pasado, cuando recibió las noticias. “Llegué a casa de la escuela, ya era bastante tarde. No había nadie. Luego mi madre llegó con mi hermano; tenía una enorme sonrisa en la cara”, relató Antonio. “Ella ocultaba algo en su espalda, y de repente me mostró un enorme paquete blanco de la USC, que había llegado por correo. Sabía lo que significaba, y las dos empezamos a llorar. Lloré incontrolablemente. Era mi sueño hecho realidad”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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