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China toma represalias contra los aranceles de los EE. UU. y se intensifica la guerra comercial

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China anunció aranceles sobre productos estadounidenses por valor de $50 mil millones de dólares, en represalia contra las tarifas estadounidenses aplicadas a los productos chinos de alta tecnología y escalando así de forma drástica una guerra comercial que podría perjudicar la economía mundial.

La Comisión Arancelaria del poderoso Consejo de Estado chino planea imponer una tasa del 25% a 106 artículos estadounidenses, incluidos la soja, los automóviles y los productos químicos, según un anuncio de la emisora estatal china, CCTV. Beijing también apuntará al maíz, el algodón, la carne de res, el jugo de naranja, el whisky, el tabaco y varios lubricantes y productos plásticos de los Estados Unidos. El canal no anunció un marco temporal para la implementación.

La jugada marca una represalia proporcional -pero igualmente drástica- contra el anuncio que efectuó el 2 de abril la administración Trump de la lista de más de 1,300 artículos chinos, por un valor estimado de $50 mil millones, sobre los cuales el país pretende imponer aranceles del 25%.

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La oficina del Representante de Comercio de los EE. UU. consideró que la lista es una “respuesta a las prácticas comerciales desleales de China” y acusó a Beijing de la “transferencia forzada de tecnología y propiedad intelectual de los EE. UU.” Los aranceles estadounidenses entrarían en vigor no antes de junio.

China prometió de inmediato una respuesta contundente. “Las medidas de los Estados Unidos violaron las reglas de la Organización Mundial del Comercio e infringieron seriamente los derechos legales de China”, consideró el Ministerio de Finanzas chino, en un comunicado publicado en línea.

La respuesta de China apunta específicamente a áreas políticamente delicadas para Trump: las exportaciones de estados agrícolas. Muchos agricultores estadounidenses dependen de las exportaciones de soja, producto que China compró por $14 mil millones en 2016.

En la elección de 2016, Trump ganó en ocho de los 10 principales estados exportadores de soja, según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Wisconsin y Michigan, ambos cruciales en las elecciones, también son importantes exportadores del producto. Los analistas afirman que China podría compensar parte del déficit importando desde Brasil.

El whisky, para considerar otro ejemplo, es producción principal de Kentucky, hogar del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, quien ya ha expresado sus reservas sobre las políticas arancelarias de Trump. El jugo de naranja se produce en gran medida en Florida, otro estado indeciso clave.

Más allá de las implicaciones políticas, las jugadas comerciales tienen un impacto económico más amplio. Los mercados asiáticos, incluido el índice Hang Seng, de Hong Kong, cayeron el 4 de abril en medio de los temores de una guerra comercial, lo cual sugiere que la movida de China fue más fuerte de lo que muchos inversionistas esperaban. El yuan chino cayó un 0.4% frente al dólar estadounidense, según Reuters, su mayor descenso con respecto a la moneda estadounidense desde mediados de marzo.

Los efectos también se sintieron en Wall Street. El Dow Jones abrió con una baja de casi 500 puntos el miércoles 4 de abril por la mañana, y otros índices importantes también sufrieron descensos.

“La preocupación es que esto pueda escalar”, expuso a Bloomberg Alberto Gallo, socio y gerente de cartera de Algebris Investments, en Londres. “El impulso del crecimiento se ha desacelerado; hay más riesgo geopolítico”.

La guerra comercial entre los EE. UU. y China tiene dos frentes. El primero está en marcha hace tiempo: el 8 de marzo, la administración Trump anunció aranceles globales para el acero y el aluminio, en pos de proteger a los productores estadounidenses. China respondió imponiendo gravámenes del 15% al 25% sobre productos estadounidenses por valor de $3,000 millones de dólares, entre ellos la chatarra de aluminio, la carne de cerdo congelada, las frutas secas, las nueces y el vino.

La segunda batalla, que involucra el reclamo estadounidense de acciones desleales por parte de China sobre la propiedad intelectual, comenzó el 22 de marzo, cuando Trump ordenó a los funcionarios de comercio elaborar una lista de productos chinos para gravar. Esos impuestos a la importación, anunciados el 3 de abril, apuntan a una amplia gama de productos chinos de tecnología, transporte y médicos, como televisores de pantalla plana, simuladores de combate aéreo, máquinas de encuadernación, centrifugadoras, kits de pruebas de malaria, repuestos de máquinas de rayos X y lanzallamas.

Incluso cuando ambas partes aumentaron la presión, hay señales de que las conversaciones entre los dos rivales económicos continúan. Algunos analistas creen que ciertas concesiones limitadas de China podrían ser suficientes para iniciar negociaciones formales. “Yo diría que el patrón establecido es que si los socios comerciales hacen pequeñas concesiones que la administración puede pregonar, eso podría ser suficiente”, indicó David Dollar, miembro sénior del John L. Thornton China Center, de Brookings Institution.

Sin embargo, algunos comentaristas chinos sugirieron que Beijing consideró la jugada de los Estados Unidos como una provocación política seria, y que será reacio a retractarse.

“Un número creciente de chinos está empezando a creer que Donald Trump no está simplemente luchando una guerra comercial, sino que intenta eliminar la capacidad de China para innovar en la tecnología mientras alienta a sus aliados a contener el crecimiento de este país”, aseveró en un video Hu Xijin, editor en jefe del tabloide Global Times. “Muchos han llegado a la conclusión de que es imperativo desmotivar a la administración Trump cueste lo que cueste, y hacer que sufra por su política errónea con respecto a China”.

El presidente estadounidense volvió a sugerir que sus aranceles están destinados a presionar a Beijing para que se reúna y haga concesiones. “Trabajaremos con China, negociaremos con China”, afirmó Trump, quien también reiteró su “gran respeto” por el líder de esa nación, Xi Jinping. “Tenemos la intención de llevarnos bien con China, pero debemos hacer algo muy importante” en cuanto al comercio, agregó.

En el pasado, el primer mandatario también mencionó que estaría dispuesto a ser más permisivo con el comercio de China si Xi ayudara a poner más presión económica sobre Corea del Norte para refrenar su programa nuclear. Trump planea reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong Un, en mayo próximo, en lo que sería una cumbre sin precedentes.

“Creo que Xi está en una posición más sólida”, expresó Nicholas Lardy, un experto en temas de China del Peterson Institute for International Economics, refiriéndose a la reciente reunión de Xi con Kim en Beijing, y las implicaciones de sus relaciones restauradas. El líder chino “ahora tiene una relación profesional con Kim”, añadió Lardy, “e implícitamente la amenaza sería: ‘Si nos ponen todos esos aranceles, no vamos a cooperar con el bloqueo económico a Corea del Norte’”.

Si las negociaciones no logran evitar el enfrentamiento, una guerra comercial más amplia podría tener efectos importantes en las empresas estadounidenses.

Consideremos el vino, por ejemplo: los productores de California se mostraron furiosos por el impacto esperado de los aranceles chinos en las exportaciones del Estado Dorado. El vino estadounidense es popular en China, especialmente las botellas de California, que tienen cierto prestigio cultural en el país. China importó $82 millones de dólares en vino estadounidense en 2017.

Los gravámenes afectarán solo a una pequeña cantidad de vino de los EE. UU.: una de cada 250 botellas producidas en el país viaja a China, según escribió Jim Boyce -un residente de Beijing que cubre la cultura vitivinícola del país hace una década- en su blog, Grape Wall of China. “Por otra parte, el problema en China suele ser menos acerca de los compradores actuales y más sobre los compradores potenciales, el sueño de avanzar hacia un mercado en el que mil millones de personas clamen un día por Screaming Eagle”, escribió, refiriéndose a la reputada bodega californiana.

Los aranceles podrían ser una gran ayuda para los productores vitivinícolas en Chile, Nueva Zelanda y Australia, que tienen acuerdos de libre comercio con China.

“Hay muchos tipos de vinos de California disponibles en China, y siempre fueron baratos”, detalló Li Li, una vendedora de 32 años, en Beijing. “Pero el vino californiano no es la única opción si uno está interesado en productos del nuevo mundo: hay vinos chilenos, sudafricanos y australianos, con buen valor y sabor. Creo que más chinos optarán por botellas de estos países después de que se impongan los gravámenes”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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